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El camino simple a la santidad

¡Qué bello día este de Todos los Santos! Se dice que la santidad es algo inalcanzable para todos, y que sólo es para unos privilegiados. Esto no puede ser, porque la santidad es el fin de la vida, y cuando el hombre lo alcanza consigue la felicidad y se realiza. La felicidad, entonces, es algo accesible para todos, desde el momento en que la deseamos ardientemente.

No nos asuste la palabra santidad. Hay que entenderla en su genuino significado. Sin duda hay caminos extraordinarios a la santidad, que se relacionan con misiones especiales para las que Dios da gracias particulares. Muchos santos pueden provocarnos temor por la severidad de sus sacrificios y penitencias, por la profundidad de su doctrina, por las obras realizadas en el campo social y eclesial, o por los milagros que hicieron. Se trata de vocaciones excepcionales, mientras que la mayoría de los fieles estamos llamados a recorrer un camino más simple, que consiste en la práctica de las virtudes humanas y cristianas en el contexto de las tareas, deberes y compromisos de la vida cotidiana.

El evangelio de las bienaventuranzas nos marca este camino, al que podemos llamar “el camino del corazón”. Nosotros podemos recorrer nuestro camino de perfección esforzándonos por crear, día tras día, un corazón humilde, puro, manso, compasivo, paciente y desapegado de las cosas del mundo, como era el corazón de Jesús.

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