Los diarios y telenoticieros está llenos de malas noticias que hacen la vida tensa y, a veces, pesada. ¿Dónde podemos hallar un oasis para descansar? Benedicto XVI se preguntaba qué es lo que puede volver a darnos entusiasmo y confianza, qué nos puede animar a encontrar el camino y soñar una vida digna de nuestra vocación. Es la belleza. Nos sentimos a gusto en lugares bellos, nos agrada encontrar personas que cuidan su estética, nos inspiran los paisajes hermosos, la liturgia bien cuidada, los lugares ordenados, las ciudades limpias y la gente amable. Y es que donde hay belleza ahí se refleja la presencia de Dios. El encuentro cotidiano con lo bello aleja la oscuridad y trae luz a la vida, hace vivir con la esperanza en alto y llena el corazón de entusiasmo. Con razón decía Kafka que “Quien conserva la facultad de ver la belleza no envejece”.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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