En el morir se define lo que seremos por toda la eternidad. Pablo VI escribió, con su puño y letra, en su meditación ante la muerte: “Hombres, comprendedme: a todos os amo en la efusión del Espíritu Santo, del que yo, ministro, debía haceros partícipes. Así os miro, así os saludo, así os bendigo. A todos. Y a vosotros, más cercanos a mí, más cordialmente. La paz sea con vosotros. Y, ¿qué diré a la Iglesia a la que debo todo y que fue mía? Las bendiciones vengan sobre ti: ten conciencia de tu naturaleza y de tu misión; ten sentido de las necesidades verdaderas y profundas de la humanidad: y camina pobre, es decir, libre, fuerte y amorosa hacia Cristo. Amén. El Señor viene. Amén”. El papa pedía al Señor estar en la luz cuando se hiciera de noche, y Dios se lo concedió. Vio la luz de la vida eterna el 6 de agosto de 1978. Era la fiesta de la Transfiguración.
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