Hoy existe la tendencia a ver a la familia como un bien de consumo. La familia se vuelve como un coche, un refrigerador o una computadora. Se usa mientras nos sirve y después se desecha. Es decir, la ley del gozo y del capricho rigen hoy a muchas familias. Nos preguntamos, ¿qué sentido tiene entonces la indisolubilidad y la fidelidad en el matrimonio? ¿Qué sentido tiene el matrimonio cuando nadie se quiere comprometer? Tengamos claridad: quienes no creen en la familia cristiana no deben casarse por la Iglesia. Y no debemos tampoco obligar a alguien a casarse en el Señor cuando no se cree en el matrimonio religioso. Es cuestión de honestidad y de respeto a la verdad.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
Muy bueno, se dijo lo que se tenía que decir. También hay que educar a las personas en que el matrimonio es un sacramento y no un compromiso social que uno debe cumplir llegado a cierta edad. Todavía falta mucho por hacer en materia de matrimonio.
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