Hoy celebré la Misa con el Heroico Cuerpo de Bomberos y Rescatistas de la ciudad. Hablamos de fuego y de incendios. Existe una clase de incendios
que amenazan nuestra vida comunitaria, incendios que sofocan a las personas,
familias y sociedades enteras. Cuando al hombre se le apaga en su pecho el
fuego de la fe y del amor divino, brotan estos incendios trayendo toda clase de
calamidades. Es verdad: un fuego se extingue y otro se enciende. Pero éste,
fruto amargo del pecado, es el peligroso porque lo arrasa todo: la opresión del
hombre contra el hombre es el inicio de la violencia dentro de las familias, en
las calles y así pueden arrasar con nuestras instituciones y vida comunitaria.
El mensaje de la Virgen de Guadalupe es
incendiar las almas con el fuego del amor a Dios. “Yo he venido a traer fuego a
la tierra, y cuánto deseo porque esté ardiendo”, dijo Jesús. Se necesitan
bomberos y cuerpos de rescate que vengan a apagar el fuego. Son las almas que
llevan por dentro el fuego del amor divino y que con su luz alumbran el camino
de los demás. Hombres y mujeres llenos de valores del Evangelio que siembran
paz donde hay violencia, amor donde hay odio, fe donde existen dudas, consuelo
donde hay dolor, perdón donde hay rencor y esperanza donde hay desesperación. A
través de la conversión todos tenemos acceso a la vocación de bomberos que
apaguen el fuego del odio y enciendan el fuego del amor, y rescatistas que
estén dispuestos a dar su vida para que otros no mueran. A ejemplo del Hijo del
hombre que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por
todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario