martes, 2 de diciembre de 2014

Bomberos y rescatistas

Hoy celebré la Misa con el Heroico Cuerpo de Bomberos y Rescatistas de la ciudad. Hablamos de fuego y de incendios. Existe una clase de incendios que amenazan nuestra vida comunitaria, incendios que sofocan a las personas, familias y sociedades enteras. Cuando al hombre se le apaga en su pecho el fuego de la fe y del amor divino, brotan estos incendios trayendo toda clase de calamidades. Es verdad: un fuego se extingue y otro se enciende. Pero éste, fruto amargo del pecado, es el peligroso porque lo arrasa todo: la opresión del hombre contra el hombre es el inicio de la violencia dentro de las familias, en las calles y así pueden arrasar con nuestras instituciones y vida comunitaria.


El mensaje de la Virgen de Guadalupe es incendiar las almas con el fuego del amor a Dios. “Yo he venido a traer fuego a la tierra, y cuánto deseo porque esté ardiendo”, dijo Jesús. Se necesitan bomberos y cuerpos de rescate que vengan a apagar el fuego. Son las almas que llevan por dentro el fuego del amor divino y que con su luz alumbran el camino de los demás. Hombres y mujeres llenos de valores del Evangelio que siembran paz donde hay violencia, amor donde hay odio, fe donde existen dudas, consuelo donde hay dolor, perdón donde hay rencor y esperanza donde hay desesperación. A través de la conversión todos tenemos acceso a la vocación de bomberos que apaguen el fuego del odio y enciendan el fuego del amor, y rescatistas que estén dispuestos a dar su vida para que otros no mueran. A ejemplo del Hijo del hombre que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por todos.

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