Hacia el final del semestre escolar vienen a mi mente las trampas que algunos estudiantes pueden hacer para pasar los exámenes: acordeones debajo de la manga, intercambio de hojas del examen al menor descuido del profesor, escribir en las palmas de las manos... Nada de eso servirá para el examen final de la vida. Es más, ni siquiera se nos harán preguntas de fe o de conocimiento del misterio de Dios. “Tuve hambre y me diste de comer” es la verdadera materia de nuestro examen final. “Lo que hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hiciste”, agregó Jesús. Si estas palabras son verdaderas –y lo son– entonces Dios está increíblemente más cerca de lo que nos imaginamos. Hoy mismo, si queremos, podemos dar de comer a Dios, consolar a Dios, confortar a Dios, acompañar a Dios, curar a Dios. Así estaremos acumulando puntos buenos para la hora en que estemos frente al divino Profesor.
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