Ir al contenido principal

La muerte del padre Waldo Vega

El padre Waldo Vega, el sacerdote más longevo de la diócesis, ha muerto. A sus 90 años de edad y con 66 años de vida sacerdotal, fue llamado ante el Padre de la Misericordia y el Dios de todo consuelo. El día 4 de julio se confirmó su muerte, alrededor de las nueve de la mañana. El tránsito ocurrió tranquilamente, cual cirio que, poco a poco, se apaga. Momentos antes de morir, el padre Aristeo Baca lo visitó en el sanatorio Santa María, donde el padre Vega había entrado por una deshidratación. Ahí el párroco de Santa María de la Montaña le dio los últimos auxilios espirituales al ungirlo con el óleo de los enfermos y le impartió la postrera bendición. Las hermanas religiosas Hijas Mínimas de María Inmaculada lo asistieron en todo momento, dándole baños y encomendándolo al Señor. Con una dulce paz en el rostro, José Waldo Vega Ortiz, sacerdote, fue cerrando sus ojos a las cañadas oscuras de este mundo para abrirse paso hacia el siglo futuro.

Waldo Vega fue un hombre de carácter. Nació en los tiempos difíciles de la persecución religiosa -año 1927- en San Buenaventura Chihuahua. Era un chaval de diez años cuando en su diócesis de Chihuahua el padre Pedro de Jesús Maldonado -gloria de nuestro Estado- era martirizado en Santa Isabel. Aquellos tiempos sufridos, cuando ser sacerdote en México era jugarse la piel, dejaron honda huella en el alma de Waldo. Tres años después del martirio del padre Maldonado, por invitación del padre Francisco Servín, entró al Seminario de Chihuahua. El 6 de enero de 1951, frente al altar de la Catedral de Chihuahua, se postró consciente de su nada y se levantó sacerdote para siempre. Fueron las manos ungidas del obispo Antonio Guízar y Valencia las que se impusieron sobre su cabeza. Desde ese momento dejó de pertenecerse a sí mismo para ser absolutamente de Dios y de su pueblo.

Acostumbrado a obedecer en el Seminario en una disciplina casi castrense, el padre Vega llevó su carácter y facultades a las parroquias a las que fue enviado. Lo conocieron en Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad Juárez, como vicario de monseñor Baudelio Pelayo. Pasó como vicario de El Sagrado Corazón de Jesús y, posteriormente, fue el primer párroco de Zaragoza, Distrito Galeana. En 1957 se creó la Diócesis de Ciudad Juárez, y la parroquia de Zaragoza quedó inscrita dentro del territorio diocesano, por lo que el padre Vega se habría de quedar para siempre en esta ciudad.

Bastantes años más tarde, cuando el padre Waldo vivió conmigo en la casa de la calle 5 de Mayo, los recuerdos de antaño fueron alegría para él. Se deleitaba contando historias de San Buenaventura, su pueblo natal, pero también de Nuevo Casas Grandes, donde fue el señor cura durante ocho años. Yo lo recordaré como el párroco de mi niñez, cuando mis padres me llevaban a misa a Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Ahí lo escuchaba hablar con un extraño acento castellano que sólo utilizaba en las oraciones litúrgicas.

Muchas personas de las parroquias Cristo Redentor, la Natividad del Señor y La Divina Providencia lo recordarán por ser un sacerdote celoso de su ministerio, puntual en sus celebraciones, exigente consigo mismo y en el comportamiento cristiano. Otros no olvidarán alguna palabra fuerte y hasta un coscorrón que recibieron del padre Vega. Iracundo y cariñoso, bilioso y sentimental, melancólico y risueño, hombre con una gran alma sacerdotal, José Waldo Vega se ganó el corazón de muchos que convivimos con él.

Los últimos años de su vida fueron, quizá, los más difíciles para él. "Tú antes te ceñías la ropa e ibas a donde querías -le dijo el Señor a Pedro-, pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te ceñirá y te atará, y te llevará a donde no quieras" (Jn 21,18). Así es la vida del sacerdote, entrenado para obedecer a sus formadores, a su obispo, a sus compromisos, al pueblo. Nunca puede programar su vida ni proyectar hacia el futuro porque es Dios quien traza los planes. No hay sacerdocio sin obediencia; el sacerdocio sin cruz es ilusión. Acostumbrado a mandar y a obedecer durante más de seis décadas, el padre Vega se sometió, durante los últimos años de su vida, a sus enfermeras y a lo que otros sacerdotes decidieron por él. Su vida sacerdotal nunca fue suya, fue para los demás, como la de Cristo, que se despojó de sí mismo y fue obediente hasta la muerte.

Hemos de apreciar estos tesoros sacerdotales, primicias de nuestra diócesis. Suba nuestra gratitud como una alabanza a Dios por la vida de quienes se desgastaron para que el pueblo de Dios tuviera vida. Descanse en la paz de Dios, querido padre Waldo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Católicos y rituales paganos

La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...

La muerte del padre Rafael, mi vicario

La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...

Sanación del árbol genealógico

En las últimas décadas diversos grupos y personas en la Iglesia hacen oración para limpiar de pecados su árbol genealógico. Esta práctica es llamada "sanación intergeneracional". Incluso hay sacerdotes que la promueven haciendo misas con ese propósito. Es un grave error. Algunas conferencias episcopales como la de Francia y de Polonia, y ahora la española, se han pronunciado en contra de esta falsa doctrina y pésima práctica. Conocida también como la "sanación del árbol genealógico", la sanación intergeneracional tuvo su origen en los escritos del misionero y terapeuta anglicano Kenneth McAll, quien trató de hacer una conexión entre ciertas enfermedades y las fuerzas del mal. En ámbito católico fueron John Hampsch y Robert DeGrandis quienes popularizaron la práctica en grupos carismáticos. Según estos autores, existen pecados no perdonados, cometidos por los antepasados de una persona, que hoy tienen efectos perniciosos en sus descendientes y que se manifiestan a tr...