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Hijos o hermanos muertos en vida

Comentario a la Palabra de Dios: Jn 11, 19-27

Conozco una familia donde uno de los hijos estuvo involucrado en las drogas por mucho tiempo. Dios se manifestó un día al muchacho liberándolo de las drogas, a través de un retiro espiritual. El milagro mayor fue que toda la familia se entregó a servir a Jesucristo con mucha pasión y cariño. Jesús, podemos decir, ha sido huésped de esa familia por mucho tiempo. Sin embargo, sabemos que el Maligno ronda nuestras vidas, como león rugiente, buscando a quien devorar; o buscando que regresen a sus fauces aquellos que había devorado. Y así se ha vuelto a llevar al hijo de esta familia al mundo del vicio.

"Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano", dijo Marta a Jesús. Esa frase expresa el dolor de ver a un hermano presa de la muerte, pero también expresa una esperanza: Marta sabe que lo que Jesús pida al Padre le será concedido. Jesús entonces la consuela afirmando que Lázaro resucitará. "Ya sé que resucitará en el último día", replica Marta, quien no se resigna a la desaparición de su hermano. Entonces Jesús pronuncia unas palabras sublimes que avivan nuestra esperanza y bañan de consuelo el corazón: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre".

Pidamos hoy por esos hijos de nuestras familias, esos hermanos nuestros que han caído en las drogas, el alcohol, los vicios. Oremos por aquellos que no conocen a Jesús y mueren en vida. Y confiemos mucho en que, con la gracia de Dios y el poder de la oración, el Señor los resucitará. Y digamos con santa Marta: "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que habría de venir al mundo".

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