Ir al contenido principal

Hostigamientos contra los venezolanos y las penas de la vida

Comentario a la Palabra de Dios, jueves XV del tiempo ordinario: Ex 3, 13-20; Mt 11, 28-30

El domingo pasado siete millones de venezolanos participaron en una consulta popular. Grupos oficialistas estuvieron disparando contra la gente que tomaba parte en la consulta, muy cerca de una parroquia en la que celebraba misa el cardenal Urosa. Hubo, al menos, un muerto. Ante los hostigamientos, mucha gente tuvo que refugiarse en el templo. Los grupos oficialistas continuaron hostigándolos y tuvieron que cerrar las puertas de la iglesia. Es admirable la labor del cardenal Urosa y de la Iglesia en Venezuela que, en circunstancias tan difíciles, están acompañando a su pueblo.

Moisés comprendió la difícil misión a la que el Señor lo enviaba. Hubiera querido renunciar a esa tarea argumentando que existían muchas dificultades, de parte del faraón como también de parte de su mismo pueblo, que era de cabeza dura. "¿Cómo se llama este Dios que te ha hablado? Dirás a tu pueblo: "Yo Soy" me envía. Ese nombre de Dios manifiesta la infinitud y la plenitud de vida del Creador, pero también su infinita bondad y misericordia hacia su pueblo oprimido.

Así como en Venezuela, Dios mira la sombra del dolor que recorre la tierra. En cada vida humana, en cada familia, pueblo y nación, existen innumerables sufrimientos que pueden hacer difícil la vida. El breve texto del Evangelio invita, dulce y consoladoramente, a quienes viven bajo el peso del sufrimiento, a tener confianza. Jesús ha venido a curarnos de nuestros pecados, cuyas consecuencias son las aflicciones y las penas, de todo tipo, que atormentan a la pobre humanidad.

Hay dolores evitables y otros que son inevitables. El camino para llegar a la paz es aceptar el dolor que no se puede evitar. Jesús nos enseña el camino por el que nosotros podemos encontrar nuestra paz, también en las tempestades que se levantan en nuestra vida: aceptar la propia vida, así como ésta de desarrolla cotidianamente, con un corazón manso y humilde, como Jesús mismo nos da su ejemplo.

Quizá hemos hecho muchas veces la experiencia de que la cruz aceptada con amor, se vuelve dulce y se vuelve menos pesada. Cuando la tomamos con ánimo rebelde, ésta se vuelve un peso insoportable. Si queremos vivir en la serenidad, Jesús nos indica el camino: el de la humildad y la mansedumbre de corazón. Si al peso de las aflicciones le agregamos el peso de la amargura por no poderlas eliminar, viviremos en una permanente desolación.

Hay pesos que pueden oprimirnos en nuestra vida personal. Recordemos que las personas que establecen una relación personal con el Señor, tienen mucha más capacidad de soportar esas cargas. Con Jesús, nuestro yugo se vuelve suave y ligero.

Confesemos con gozo y alegría que sólo Dios es santo, y que en nosotros no hay sino pecado. De esa manera brotará la adoración, la alabanza, el temor filial y el amor a Dios.

Pidamos a Dios vivir con un espíritu de agradecimiento, que contempla a Dios como el origen de todo lo bueno que hay en nuestra vida y en la de los demás, como la Virgen María: "Proclama mi alma las grandezas del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador".

Por último, cultivemos un espíritu de dependencia. Convenzámonos que nada bueno y provechoso podemos hacer con nuestras fuerzas. Así, cada vez que iniciamos una obra, nos pondremos bajo la dirección y el influjo del Espíritu Santo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Confesionario sin absolución: a mi san Judas se le rompió la cabeza y estoy asustado

Pregunta: Vivo en El Paso Texas y soy devoto de san Judas Tadeo, del cual tengo dos imágenes de yeso que compré. Mi suegra fue a la Ciudad de México y me compró otra imagen más de san Judas. Acomodó la imagen en su coche y cuando llegó a su hotel vio que la estatua tenía la cabeza quebrada. Cuando lo supe quedé muy impactado porque dicen que, cuando eso ocurre, es porque se ha cumplido algo que se le ha pedido al santo. Mi desconcierto fue mayor cuando compré, acá en El Paso Texas, otro san Judas, de color oro, muy bonito, pero al llegar a mi casa uno de los san Judas que ya tenía, estaba con su cabeza rota. Estoy muy impresionado. No sé a qué se deba, padre. A veces creo que el santo está celoso porque tengo varias imágenes de él. Agradezco su tiempo y le pido que me ayude. Padre Hayen: ¿Cómo? ¿Dos imágenes con cabeza rota? ¡Seguramente tú y tu suegra se van a sacar la lotería! Por favor, muchacho, no peques de ingenuidad. Pero además dices que san Judas está celoso porque tien...

380 cadáveres

El hallazgo de más de 380 cadáveres apilados en un crematorio de Ciudad Juárez, esperando durante varios años el servicio de cremación de algunas funerarias que subcontrataron dicho servicio, suscita algunas preguntas. El macabro descubrimiento hace que muchas personas pongan en tela de juicio si las urnas con cenizas que entregan las funerarias a sus clientes contienen las cenizas reales de su ser querido difunto, o si son cenizas de alguien o de algo más. Al despedir después de una ceremonia religiosa o de la velación en la capilla ardiente a un ser querido que ha muerto, los deudos confían en que la funeraria cremará el cadáver y les entregará las cenizas verdaderas. Pero todo puede resultar ser una farsa. Es importante reclamar el cuerpo de un ser querido difunto. Cuando Sara, esposa de Abraham, murió, éste reclamó el cadáver a los descendientes de Het y les dijo:"Aunque yo no soy más que un extranjero residente entre ustedes, cédanme en propiedad alguno de sus sepulcros, para...

Izaguirre y el príncipe del mundo

Los acontecimientos del rancho Izaguirre, en el municipio de Teuchitlán Jalisco, ponen la pregunta sobre el enigma del mal. Tales campos de entrenamiento para el sicariato, narcopanteones y hasta hornos crematorios –reminiscencia de aquellos hornos en que los nazis calcinaban a sus prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial– nos habla de los niveles tan extremos de podredumbre que puede alcanzar el corazón del hombre. México se ha convertido en un gran cementerio donde deambulan –como fantasmas a los que nadie hace caso– las madres y padres de las personas desaparecidas."Que mi súplica llegue hasta ti, inclina tu oído a mi clamor", es la aflicción del salmista que bien podemos poner en los labios de tantos familiares angustiados que buscan a su pariente cuyo paradero permanece ignoto. La Sagrada Escritura nos habla de los niveles de maldad que alcanzan niveles sociales: opresión de los pobres, injusticia en los tribunales y adoración de ídolos acompañada de sacrificios hum...