sábado, 4 de febrero de 2017

Meditación no. 8 contra los pecados de la carne

Apártate de las ocasiones de pecado
(Rosemary Scott)

Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de tu; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna (Mt 5,29-30)




Oración: Hago el firme propósito, con la ayuda de Tu gracia, no volver a pecado y evitar las ocasiones próximas de pecado.

Estas frases son de las más difíciles de nuestro Maestro divino, que sin embargo hemos de obedecer como cualquiera de Sus mandamientos. No está haciendo referencia a una mutilación física, como explica san Juan Crisóstomo:

“(Jesucristo) nos dio estos mandamientos no como discusión sobre nuestros miembros -¡lejos el Señor de decirnos tal cosa! En ninguna parte dice que nuestro cuerpo tiene culpa de tales cosas. A lo que Él acusa es a la mente malvada. No es el ojo que ve, sino la mente y el pensamiento… Además, cuando Cristo habla de los miembros del cuerpo, él no estaría diciendo que se trata de un solo ojo, solamente el derecho, sino ambos ojos. Para él, quien peca con su ojo derecho, obviamente también peca con su ojo izquierdo” (Homilía XVII sobre el Evangelio de Mateo).

Aquí el santo hace un señalamiento excelente. Si tuviéramos que arrancar nuestro ojo derecho, continuaríamos viendo imágenes indecentes con el ojo izquierdo. Si tuviéramos que cortar nuestra mano derecha, nos quedaría la izquierda para seguir pecando. Lo que Jesús dice realmente es que a veces la única manera de tener victoria sobre un pecado habitual es tomar medidas extremas para quitar de nuestras vidas todas las ocasiones de pecado. Lo que es una inmediata ocasión de pecado, cercana o querida, tiene que ser abandonada sin tardanza o demora.

Esto es, definitivamente, el caso de los pecados contra la castidad. En la introducción a este programa “Limpios de corazón”, se te dijo que debías destruir toda la pornografía y cortar los medios que te llevan a ella. Si no lo has hecho, hazlo ahora. Si descubres que es más difícil deshacerse de ciertas revistas o videos que otros, quizá tienes un apego particular a esos objetos. Pide a Dios que te ayude a desapegarte de ellos.

Esta limpieza de casa puede resultar difícil e inconveniente para ti. Puede ser tan difícil como el cortar tu mano o arrancarte tu ojo. Por eso Jesús utilizó esa metáfora para describir esta dificultad. Pero si tú estás seriamente determinado para superar los pecados de la carne, harás todo esfuerzo para deshacerte de todo acceso a la pornografía. La experiencia demuestra que la gente que no lo hace, permanece destinada a continuar pecando una y otra vez.

¿Por qué tienes que tomar esta medida tan extrema? ¿Por qué no puedes solamente dejar todas las revistas pornográficas en una caja en el closet y nunca volverlas a mirar? Porque los pecados contra la castidad son una forma de idolatría, como dice san Alfonso:

Al ofender a Dios buscando el placer, el pecador hace del placer su dios, al hacerlo su último fin. Dice san Jerónimo: “Lo que la persona desea, si le rinde culto, es un dios para ella. Un vicio en el corazón es un ídolo en el altar”. Y dice santo Tomás: “Si amas los deleites, los deleites son tu dios”. Según san Cipriano, “lo que el hombre prefiere a Dios, se vuelve un dios para él”.

Cuando el hombre prefiere un placer vil a la gracia divina, convierte su placer en su último fin, lo convierte en su dios. ¡Qué deshonra tiene que ser para Dios, quien es infinitamente bueno, el verse Él mismo cambiado por algo tan vil y miserable!

La Escritura asocia la impureza con la idolatría (Rom 1,22-26, Col 3,5). El Antiguo Testamento atestigua la frecuencia con la que los israelitas desobedecieron el mandamiento “No tendrás dioses extraños ante mí”, y es interesante notar que su idolatría tenía que ver con frecuencia con algunas formas de conducta impura. Por ejemplo, el culto al becerro de oro se convirtió en una orgía (Exodo 32,6). Algunos hombres de Israel cometieron ambas cosas, actos impuros con mujeres moabitas y culto a sus dioses (Num 25,1-3). Después de entrar en la Tierra prometida, muchos israelitas comenzaron a adorar los dioses cananeos de la fertilidad como Baal, quien estaba representado por ídolos de lascivia y cuyos ritos contenían rituales de fornicación (Num 25,1-9) y prostitución religiosa (1Re 14,23-24).

La Sagrada Escritura recopiló estos acontecimientos para prevenirnos e instruirnos (1Cor 10,6-11). Los pecados contra la castidad en los que incurrimos son nuestros dioses falsos. Se trata de ídolos que anteponemos a nuestro Señor, no menores que aquellos de los hijos de Israel.

Así como Dios pedía que su pueblo elegido se purificara de toda lascivia, sacando a todos los ídolos inmorales de su tierra, también Él nos manda deshacernos de los nuestros. Dios nunca les dijo a los israelitas que solamente ocultaran a sus ídolos en sus closets y nunca les volvieran a dar culto; sino que repetidamente les mandó a que los destruyeran completamente:

Quemaréis las esculturas de sus dioses, y no codiciarás el oro y la plata que los recubre, ni lo tomarás para ti, no sea que por ello caigas en un lazo, pues es una cosa abominable para Yahveh tu Dios; y no debes meter en tu casa una cosa abominable, pues te harás anatema como ella. Las tendrás por cosa horrenda y abominable, porque son anatema (Dt 7,25-26).

Suprimiréis todos los lugares donde los pueblos que vais a desalojar han dado culto a sus dioses, en lo alto de los montes, en las colinas, y bajo todo árbol frondoso; demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, quemaréis sus cipos, derribaréis las esculturas de sus dioses y suprimiréis su nombre de este lugar (Dt 12,2-3).

Quemar, suprimir, demoler, romper, derribar. Así como una vez les ordenó a los israelitas, así también Dios nos manda hacer estas cosas con los ídolos en nuestra vida.

Jesucristo nuestro Señor dijo: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero” (Mt 6,24). De manera semejante, no puedes servir a Dios y a Baal, o Venus, o Baco. Odiarás a los falsos dioses de la impureza y amarás a nuestro Señor, o amarás la impureza y despreciarás a Dios. Recuerda que el odio hacia Dios es una de las siete hijas de la lujuria. Quizá todavía no lo has experimentado, pero si continúas dando culto a los ídolos de la impureza terminarás odiando a nuestro Santísimo Señor. Es el efecto de la lujuria en el alma.

Así que obedezcamos a Dios; quitemos esas “cosas abominables” de nuestras casas. Aplastemos todos nuestros ídolos de impureza y purifiquemos nuestras vidas de toda forma de idolatría. Jesucristo es nuestro Rey, y sólo ante Él hemos de doblar nuestra rodilla. Vayamos sólo a contemplarlo a Él para obtener consuelo. Y desde ahora, llenemos nuestras almas con el Pan de Vida y no con el veneno de los vicios.

Propósito: Si todavía no lo has hecho, destruye todos los ídolos de la impureza. Pide a Dios que te muestre cuáles son las ocasiones próximas de pecado en tu vida, y que te inspire con ideas para deshacerte de ellas. Si ya has quitado todas las ocasiones próximas de pecado, continúa con tus propósitos anteriores.

San Juan Crisóstomo, ruega por nosotros.

Mide tu progreso: desde que hice la última meditación,

Cuántas veces:

a. Deliberadamente me toqué impuramente al despertar

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

b. Deliberadamente vi fotografías o películas indecentes

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

c. Cometí actos impuros solo o con otras personas

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

d. Deliberadamente me deleité en pensamientos impuros

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

e. ¿Cuándo fue la última vez que fui a la Confesión? __________________

f. ¿Cuándo fue la última vez que asistí a la Santa Misa?________________

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