Pregunta: Tengo 16 años de casado, y 42 de edad. Siempre he participado en Misa y en actividades de la Iglesia. Mi semana se me va en el trabajo, y de ahí directo me voy a la casa a estar presente lo más que se pueda con mis hijos y mi esposa. Por los mismos compromisos de trabajo y en la parroquia evito estar más tiempo fuera de la casa, es decir, no salgo con mis amigos. Mi esposa me critica por dedicarle tanto tiempo a la Iglesia (en promedio entre cuatro y cinco horas por semana). Ella rara vez va a Misa, yo la invito pero esto se ha vuelto un motivo de discusión, ya que ella se molesta cuando yo insisto, y yo me molesto al ver que ella no va. Desde hace más de nueve meses tomé la decisión de hacerle la invitación una vez; si la toma, bien; si no, ni para qué molestarme ni molestarla a ella. Padre, siento mucha responsabilidad por el alma y la salvación de mi esposa. ¿Debo insistir más? ¿Cómo le hago para acercarla más?
Padre Hayen: me alegra que sientas responsabilidad por la salvación de tu esposa. La ayuda mutua es uno de los bienes del matrimonio. Al casarte por la Iglesia el Señor te puso como ayuda para tu mujer, y ella como ayuda para ti. Esta ayuda no sólo es en el aspecto físico y emocional sino también en lo espiritual, pues en este mundo es donde nos estamos jugando la salvación eterna. Sin embargo, los esposos no siempre van por el camino espiritual con el mismo ritmo. Unos trotan rápido; otros lo hacen lentamente, mientras que otros más ni con grúa se quieren mover. Hay, incluso, quienes se salen del camino.
Como cristiano católico tú tienes el deber de amar a Dios sobre todas las cosas, lo que implica el compromiso básico de escuchar su Palabra y comulgar el Cuerpo del Señor en la Eucaristía dominical. Eso es un derecho y un deber que hay que poner en práctica, sin importar que tu mujer haga sus berrinches y te tire los platos. ¡Faltaba más! Entonces sí, al infierno los dos.
Es triste cuando en el matrimonio uno de los cónyuges no deja desarrollar la personalidad del otro. Es una riqueza que ambos esposos tengan actividades fuera de casa, sea en la iglesia, en el deporte, en obras de caridad o de beneficio social, actividades recreativas o de esparcimiento. Marido y mujer debe ser dos ramas de un árbol que crecen juntas, pero siempre injertadas en el tronco de la sociedad. Cuando nunca participan en actividades fuera de casa, y sólo quieren vivir encerrados sin dar amor más allá de la familia, se vuelven ramas que se empiezan a secar.
Haces bien al servir a la Iglesia, pero no vayas a abusar del tiempo de tu servicio, a tal grado de que se provoquen conflictos permanentes con tu señora. De hecho, tu principal apostolado está con la dueña de tus quincenas y con tus hijos; pero negócialo con ella, y si es necesario reducir el tiempo de tu servicio en la Iglesia, hazlo. De hecho, un exceso de tiempo en el servicio eclesial puede estar provocando que tu esposa se enoje más y le sirve de excusa para no quererte acompañar a misa.
Por último, te aconsejo que no te pelees con ella por el hecho de que ella no quiere ir a Misa. Hazle la invitación, eso sí, pero sin forzar las cosas. Nunca le digas cosas hirientes o amenazantes. Cuando regreses a casa, sea que vengas de tu apostolado o de la Eucaristía, que tu familia perciba en ti una gran alegría y paz, mostrando con esa actitud que ella se está perdiendo de algo que vale la pena para su vida. Y reza mucho por tu mujer porque su acercamiento a Dios no depende de ti, sino del Señor, quien toca los corazones con su gracia para que puedan vivir en comunión de amor con Él. Te mando un abrazo y una bendición.
(Las confesiones con absolución se dan en las parroquias; aquí sólo consejos y sin revelar nombres. Puedes escribir, de manera breve, en un mensaje privado a mi cuenta de Facebook o en Twitter: @padrehayen)
Padre Hayen: me alegra que sientas responsabilidad por la salvación de tu esposa. La ayuda mutua es uno de los bienes del matrimonio. Al casarte por la Iglesia el Señor te puso como ayuda para tu mujer, y ella como ayuda para ti. Esta ayuda no sólo es en el aspecto físico y emocional sino también en lo espiritual, pues en este mundo es donde nos estamos jugando la salvación eterna. Sin embargo, los esposos no siempre van por el camino espiritual con el mismo ritmo. Unos trotan rápido; otros lo hacen lentamente, mientras que otros más ni con grúa se quieren mover. Hay, incluso, quienes se salen del camino.
Como cristiano católico tú tienes el deber de amar a Dios sobre todas las cosas, lo que implica el compromiso básico de escuchar su Palabra y comulgar el Cuerpo del Señor en la Eucaristía dominical. Eso es un derecho y un deber que hay que poner en práctica, sin importar que tu mujer haga sus berrinches y te tire los platos. ¡Faltaba más! Entonces sí, al infierno los dos.
Es triste cuando en el matrimonio uno de los cónyuges no deja desarrollar la personalidad del otro. Es una riqueza que ambos esposos tengan actividades fuera de casa, sea en la iglesia, en el deporte, en obras de caridad o de beneficio social, actividades recreativas o de esparcimiento. Marido y mujer debe ser dos ramas de un árbol que crecen juntas, pero siempre injertadas en el tronco de la sociedad. Cuando nunca participan en actividades fuera de casa, y sólo quieren vivir encerrados sin dar amor más allá de la familia, se vuelven ramas que se empiezan a secar.
Haces bien al servir a la Iglesia, pero no vayas a abusar del tiempo de tu servicio, a tal grado de que se provoquen conflictos permanentes con tu señora. De hecho, tu principal apostolado está con la dueña de tus quincenas y con tus hijos; pero negócialo con ella, y si es necesario reducir el tiempo de tu servicio en la Iglesia, hazlo. De hecho, un exceso de tiempo en el servicio eclesial puede estar provocando que tu esposa se enoje más y le sirve de excusa para no quererte acompañar a misa.
Por último, te aconsejo que no te pelees con ella por el hecho de que ella no quiere ir a Misa. Hazle la invitación, eso sí, pero sin forzar las cosas. Nunca le digas cosas hirientes o amenazantes. Cuando regreses a casa, sea que vengas de tu apostolado o de la Eucaristía, que tu familia perciba en ti una gran alegría y paz, mostrando con esa actitud que ella se está perdiendo de algo que vale la pena para su vida. Y reza mucho por tu mujer porque su acercamiento a Dios no depende de ti, sino del Señor, quien toca los corazones con su gracia para que puedan vivir en comunión de amor con Él. Te mando un abrazo y una bendición.
(Las confesiones con absolución se dan en las parroquias; aquí sólo consejos y sin revelar nombres. Puedes escribir, de manera breve, en un mensaje privado a mi cuenta de Facebook o en Twitter: @padrehayen)
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