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El mundo caótico de Pablo Picasso

Muchos tenemos la impresión de que el arte va a la deriva. Si las antiguas pinturas religiosas nos arrancaban emociones estéticas, hoy lo feo y lo grotesco, el caos y el sinsentido se han apoderado de lienzos y murales. Admiré mucho tiempo a Pablo Picasso. Todos decían que era un genio de la pintura del siglo XX, creador del cubismo. Quizá lo admiré por dejarme arrastrar por los aplausos que se deben dar a los famosos, aunque la mayoría no entienda sus obras y les parezcan absurdas.

Pablo Picasso fue un hombre de enorme talento para pintar. Pero está lejos de ser un genio de la humanidad. A Picasso nunca le gustó estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde se estudiaba pintura clásica. Él prefirió ser un espíritu libre y terminó rompiendo todas las reglas de la pintura, al grado de escandalizar al público de su época. Se juntó con anarquistas en Barcelona, se hizo comunista y supo bien plasmar en sus lienzos sus desórdenes internos.

Picasso llevó una vida personal bastante confusa. Varias amantes desfilaron por su vida, algunas de ellas con grandes diferencias de edad; de hecho mientras estaba casado sostuvo una relación con una menor de edad durante más de ocho años. No es de extrañar que sus aventuras con siete mujeres hayan tenido una enorme influencia en su obra pictórica.

A los trece años conoció a Ángeles Méndez a quien le dedicó su primer dibujo. Luego vino Germaine, la mujer que le rompió el corazón a Casagemas, pintor, poeta y el mejor amigo de Picasso. Casagemas se había suicidado por el rechazo de ella, y tras la tragedia, Picasso la hizo su amante.

Jacqueline y Picasso en una corrida de toros en Francia, 1954
Después conoció a Fernanda Olivier quien era una modelo para artistas. Picasso la invitó a su estudio e iniciaron una relación amorosa. Él era muy celoso al grado de obligarla a vestir de negro, de pies a cabeza, para que ningún otro hombre la volteara a ver. En ocasiones hasta le quitaba los zapatos o la dejaba encerrada en el estudio para que no escapara. En 1911, Fernande le fue infiel y pidió a su amiga Eva que espiara a Picasso, pero éste acabó convirtiendo a Eva en su nueva amante.

Con Eva, Picasso inició su período cubista en el que la representaba a ella como guitarra y con formas fragmentadas. Sin embargo la relación terminó debido al cáncer que puso fin a la vida de Eva.

Llegó Olga Pavlova. Esta fue la mujer que Picasso encontró en Roma en el año 1917, mientras el pintor trabajaba en el diseño de la coreografía y vestuario de una obra. No perdió el tiempo y se hicieron amantes. Con Olga, Picasso se volvió más dócil. Lo veían con ella en las fiestas que quería, e incluso se vestía elegantemente con tal de gustarle. Pero la vida burguesa no era para Picasso, quien se hartó y, como era habitual en él, la convirtió en los monstruos de sus obras.

No había terminado su relación con la Pavlova cuando vino su nuevo amor: Marie Therese, una chica de 17 años a la que acostumbraba a tratar como una niña, regalándole muñecas y dulces. Tuvieron una hija y con ella Picasso hizo cuadros eróticos como el llamado "El sueño y Minotauro", en el que plasmó toda su lujuria por aquella menor de edad. Al enterarse de la muerte de Picasso, Marie se suicidó en 1977.

Las señoritas de Aviñón, Picasso, 1907
Conoció a Dora Maar, quien lloraba mucho y se deprimía porque el artista la comparaba con Marie. La pintó en "Mujer llorando" y en 1945 puso fin al “noviazgo” porque ya iniciaba uno nuevo. Dora, por la tristeza, tuvo que ser internada en un sanatorio. “Me utilizó hasta que no quedó nada más de mí, más que los cientos de retratos que había pintado” dijo.

La siguiente mujer en la vida de Picasso fue Françoise Gilot, quien tuvo el valor de dejarlo tras enterarse de que la engañaba. Con ella tuvo  dos hijos, Claude y Paloma. Los días con Francoise también marcaron la obra artística de Picasso. Esta vez, los cuadros se volvieron más alegres.

Su último gran amor fue Jacqueline, mujer sumisa y retraída que se entregó completamente a él de manera esclavizante, haciendo todo lo que él le pedía. A los 84 años, el artista padecía de úlceras y problemas de próstata, por lo que tuvieron que intervenirlo quirúrgicamente. Murió el 8 de abril de 1973. Jacqueline no se pudo recuperar de su gran perdida y acabó suicidándose en 1986.

Lo que podía esperarse de un artista que era incapaz de ser fiel a una sola mujer, y que vivía en el desorden, rompiendo reglas morales, era también un desorden y un rompimiento de reglas en el mundo de la pintura. En la etapa final de su vida, Picasso elaboraba collares con periódicos, con pedazos de madera, desperdicios, papeles de diversos colores, tejidos adheridos en un lienzo, de modo que todos estos elementos componían un cuadro. Con esto simbolizaba la descomposición de la materia.

La obra de Picasso es deshumanizante. Ahí está lo absurdo, lo monstruoso, lo sucio, lo corrompido. Formas repulsivas están presentes en sus cuadros. Estamos ante la demolición de lo humano. El arte de Picasso es tan caótico como lo fue su vida personal. Pero dejemos que el artista hable por sí solo. Estas son las tristes palabras de quien fue considerado como uno de los más grandes iconos del arte pictórico de los últimos tiempos.

La mujer que llora, Picasso, 1937
"En el momento en que el arte ya no es alimento de los mejores, el artista puede exteriorizar su talento en toda clase de tentativas de nuevas fórmulas, en todos los caprichos y fantasías, en todos los expedientes de la charlatanería intelectual. El pueblo ya no busca ni consuelo ni exaltación en las artes. Y los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencias, buscan lo nuevo, lo extraordinario, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Por mi parte, desde el “cubismo” y más lejos aún, he contentado a esos señores y a esos críticos con las múltiples extravagancias que me han venido a la cabeza, y cuanto menos las han comprendido, más las han admirado. A fuerza de divertirme con todos esos juegos, con todas esas paparruchas, esos rompecabezas, acertijos y arabescos, me hice célebre rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza.
En la actualidad, como sabéis, soy célebre y muy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo mismo, no tengo el valor de considerarme artista en el sentido grande y antiguo de la palabra.

Ha habido grandes pintores como Giotto, Tiziano, Rembrandt y Goya. Yo no soy más que un bufón público que ha comprendido su tiempo. La mía es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero que tiene el mérito de ser sincera”. (Declaraciones de Picasso, publicadas en Die Welt, noviembre 1981).


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