En días pasados el Estado Islámico difundió un video en el que 21 cristianos coptos de Egipto son degollados ante la cámara. La mayoría eran hombres jóvenes casados y algunos célibes. Las imágenes mostraron que mientras los asesinaban, ellos rezaban. Los mataron por negarse a adorar a dioses falsos y por mantenerse fieles a su bautismo. Hace unos días el Estado Islámico también mostraba la destrucción de cientos de obras de arte cristiano en Mosul, la ciudad que tomaron como capital. De este lado del mundo, nadie se indigna, nadie dice nada. Occidente vive en una indiferencia total al holocausto de los cristianos y la destrucción de su cultura en Medio Oriente. Si de verdad quisieran los musulmanes radicales ofender al mundo occidental, difundirían por redes sociales palizas a los perros o cazadores encapuchados con un elefante muerto bajo sus pies.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
Oremos por los mártires y por la conversión de esos hombres
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