A lo largo de dos mil años la Iglesia Católica ha crecido como un riquísimo y maravilloso mosaico. Un mosaico que comprende la cátedra de los Papas, la sabiduría de los Santos Padres, una amplia gama de corrientes de espiritualidad, órdenes religiosas y movimientos eclesiales, riquísimas vidas de santos, maestros de oración, teólogos y místicos que nos han contado las maravillas de aquella Tierra prometida por Jesús, que nos espera en el mundo de la resurrección.
Desafortunadamente hoy muchos católicos no saben aprovechar este espléndido patrimonio doctrinal y espiritual de la Iglesia, y prefieren satisfacer sus necesidades espirituales en el gran supermercado religioso del mundo. Les gusta llenar el carrito con doctrinas llamativas y extrañas que combinan con algunas prácticas de vida cristiana. De esa manera pueden asistir a Misa y practicar el tai-chi o el reiki; combinar la lectura de la Biblia con los libros de Paulo Coelho y la Metafísica de Conny Méndez; o rezar el Rosario y poner en práctica el control mental.
Tomemos como ejemplo los libros de Deepak Chopra, el gurú que vende libros como pan caliente y que ha logrado construir un imperio millonario a base de mezclar verdades con errores. Sus recetas hablan de cómo enfrentar situaciones de tensión, cómo conocerse y lograr mejoras en la vida, aumentar la autoestima y conseguir la paz y la armonía. Su éxito consiste en combinar la física y la filosofía, la sabiduría oriental y la ciencia de occidente.
Yo personalmente, para todo católico que quiera tener una sólida vida espiritual lejos de todo error y confusión, desaconsejo la lectura de los libros de Deepak Chopra. Tengo tres razones para hacerlo. La primera es que Chopra es hinduista y como tal niega la divinidad de Jesucristo. Para él Jesús fue sólo un gran líder espiritual que quiso llevar a la humanidad a encontrar a Dios, pero sin reconocer que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre y de quien depende la salvación de todo el género humano.
El segundo motivo es consecuencia del primero: si Jesús no es Dios, entonces la Iglesia Católica no es el Cuerpo Místico de Cristo y su interpretación del mensaje cristiano está equivocado. En una entrevista, Chopra afirmaba: “Creo que la Iglesia Católica necesita seriamente una reforma… El tiempo obligará a la Iglesia a ajustar su posición en cuestiones como la ordenación de mujeres, el problema del aborto... La clonación tiene enormes beneficios médicos, y no hay modo de impedirla… Hay una gran ansia espiritual. Las preguntas eternas persisten: si tenemos alma, si Dios existe, cuál es el significado de la muerte y de la vida... Pero las respuestas que nos brinda la religión institucionalizada no son satisfactorias”. Con estas declaraciones es absolutamente imprudente para un católico serio alimentarse de las ideas de Chopra.
La tercera razón por la que nunca compraré libros de Chopra ni de ningún otro “iluminado” del New Age, es por lo que he dicho al iniciar este artículo: nuestra herencia cristiano-católica es un cofre lleno de auténticas joyas y tesoros de vida espiritual, fruto del Espíritu Santo y elaborado por auténticos maestros llenos de sabiduría. Preferir a Chopra o a Coelho y no a santa Teresa o a san Juan de la Cruz; cambiar la Liturgia de las Horas por clases de yoga; buscar conferencias de la New Age y olvidar los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola; leer “Las siete leyes espirituales del éxito” de Chopra o “El secreto” de Rhonda Byrne y dejar a un lado La Biblia, “La imitación de Cristo” de Kempis o la “Historia de un alma” de santa Teresita del Niño Jesús, es como preferir beber agua estancada de los charcos y rechazar el agua viva que brota de la fuente de Jesucristo.
La riqueza bimilenaria de la Iglesia Católica está repleta de tesoros, vetas y piedras preciosas que se han extraído, y se siguen extrayendo, de la mina infinita que es Jesucristo. Nunca podremos apreciar el inconmensurable patrimonio que tenemos en la mesa de la Iglesia para enriquecer nuestras vidas. Todo ese caudal es aquel “mucho” del que hablaba Jesús, y que sería revelado por el Espíritu Santo para conducir a los hombres a la verdad completa (Jn 16,12-13).
A los otros gurús san Pablo los llama falsos hermanos y falsos apóstoles. San Pedro los llama falsos doctores. Prestar oídos a sus doctrinas sólo traerá confusión para los católicos. Guardarse de ellos y redescubrir las maravillas de nuestra fe es principio de la Sabiduría.
Desafortunadamente hoy muchos católicos no saben aprovechar este espléndido patrimonio doctrinal y espiritual de la Iglesia, y prefieren satisfacer sus necesidades espirituales en el gran supermercado religioso del mundo. Les gusta llenar el carrito con doctrinas llamativas y extrañas que combinan con algunas prácticas de vida cristiana. De esa manera pueden asistir a Misa y practicar el tai-chi o el reiki; combinar la lectura de la Biblia con los libros de Paulo Coelho y la Metafísica de Conny Méndez; o rezar el Rosario y poner en práctica el control mental.
Tomemos como ejemplo los libros de Deepak Chopra, el gurú que vende libros como pan caliente y que ha logrado construir un imperio millonario a base de mezclar verdades con errores. Sus recetas hablan de cómo enfrentar situaciones de tensión, cómo conocerse y lograr mejoras en la vida, aumentar la autoestima y conseguir la paz y la armonía. Su éxito consiste en combinar la física y la filosofía, la sabiduría oriental y la ciencia de occidente.
Yo personalmente, para todo católico que quiera tener una sólida vida espiritual lejos de todo error y confusión, desaconsejo la lectura de los libros de Deepak Chopra. Tengo tres razones para hacerlo. La primera es que Chopra es hinduista y como tal niega la divinidad de Jesucristo. Para él Jesús fue sólo un gran líder espiritual que quiso llevar a la humanidad a encontrar a Dios, pero sin reconocer que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre y de quien depende la salvación de todo el género humano.
El segundo motivo es consecuencia del primero: si Jesús no es Dios, entonces la Iglesia Católica no es el Cuerpo Místico de Cristo y su interpretación del mensaje cristiano está equivocado. En una entrevista, Chopra afirmaba: “Creo que la Iglesia Católica necesita seriamente una reforma… El tiempo obligará a la Iglesia a ajustar su posición en cuestiones como la ordenación de mujeres, el problema del aborto... La clonación tiene enormes beneficios médicos, y no hay modo de impedirla… Hay una gran ansia espiritual. Las preguntas eternas persisten: si tenemos alma, si Dios existe, cuál es el significado de la muerte y de la vida... Pero las respuestas que nos brinda la religión institucionalizada no son satisfactorias”. Con estas declaraciones es absolutamente imprudente para un católico serio alimentarse de las ideas de Chopra.
La tercera razón por la que nunca compraré libros de Chopra ni de ningún otro “iluminado” del New Age, es por lo que he dicho al iniciar este artículo: nuestra herencia cristiano-católica es un cofre lleno de auténticas joyas y tesoros de vida espiritual, fruto del Espíritu Santo y elaborado por auténticos maestros llenos de sabiduría. Preferir a Chopra o a Coelho y no a santa Teresa o a san Juan de la Cruz; cambiar la Liturgia de las Horas por clases de yoga; buscar conferencias de la New Age y olvidar los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola; leer “Las siete leyes espirituales del éxito” de Chopra o “El secreto” de Rhonda Byrne y dejar a un lado La Biblia, “La imitación de Cristo” de Kempis o la “Historia de un alma” de santa Teresita del Niño Jesús, es como preferir beber agua estancada de los charcos y rechazar el agua viva que brota de la fuente de Jesucristo.
La riqueza bimilenaria de la Iglesia Católica está repleta de tesoros, vetas y piedras preciosas que se han extraído, y se siguen extrayendo, de la mina infinita que es Jesucristo. Nunca podremos apreciar el inconmensurable patrimonio que tenemos en la mesa de la Iglesia para enriquecer nuestras vidas. Todo ese caudal es aquel “mucho” del que hablaba Jesús, y que sería revelado por el Espíritu Santo para conducir a los hombres a la verdad completa (Jn 16,12-13).
A los otros gurús san Pablo los llama falsos hermanos y falsos apóstoles. San Pedro los llama falsos doctores. Prestar oídos a sus doctrinas sólo traerá confusión para los católicos. Guardarse de ellos y redescubrir las maravillas de nuestra fe es principio de la Sabiduría.
Cierto! gracias por iluminar nuestro camino, padre Hayen. Lo comparto a muchas personas que se ha dejado confundir.
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