La bomba atómica de los 60
En
1945 los japoneses comprobaron los devastadores efectos de la bomba atómica
sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Innumerables vidas humanas se
perdieron y los gobiernos aprendieron que aquella guerra era una locura
mundial. En la década de los años 60 una nueva bomba atómica estalló, esta vez
no con energía nuclear sino con energía sexual. Ningún otro evento ha
trastornado tanto las relaciones entre los sexos como la Revolución Sexual. Lo
asombroso es que, a pesar de sus resultados catastróficos, la mayoría piensa
que no se puede vivir de otra manera.
El
invento de la píldora anticonceptiva en aquellos años desencadenó el libido de
la humanidad, y todos los tabúes fueron cayendo, uno por uno, sobre todo tipo
de prácticas de la sexualidad fuera del matrimonio.
Muchos
observadores sociales coinciden en que la Revolución Sexual es anarquía sexual.
Y que de ahí se nos colaron toda clase de males sociales, incluyendo disparo
del divorcio, hijos fuera del matrimonio, abandono y descuido de los niños, incluso
un incremento en los desórdenes mentales. “La obsesión sexual –dice Sorokin–
nos bombardea continuamente, desde la cuna a la tumba, desde todos los puntos
de nuestro espacio, y casi en todo paso de nuestra actividad, sentimiento y
pensamiento”.
Hoy
se afirma que la Revolución Sexual fue un paso gigante hacia adelante, una
liberación para la mujer porque la eximió de la esclavitud de estar pariendo
hijos y en cambio le trajo oportunidades de desarrollo profesional. Se proclama
que el hombre se vio desobligado de tomar responsabilidad de su compañera
sexual y de los hijos que nacieran de esa unión. Se dice que trajo alegría a
los hijos por haberles salvado de tener una familia numerosa y por sacarlos de
la pobreza con una mejor calidad de vida.
¡Cuántas
mentiras nos contaron! Una y otra vez escuchamos aquello de que “la familia
pequeña vive mejor”, ¿recuerda usted la frase? Sin embargo nunca nos dijeron
que la Revolución Sexual sería una bomba atómica para innumerables varones y
mujeres, ni tampoco que el precio más caro lo pagarían los no nacidos, los
niños y los jóvenes, es decir, los más débiles de la sociedad. Nunca revelaron
que los hombres divorciados serían más propensos a la depresión y al
alcoholismo. Tampoco dijeron que las mujeres más depresivas serían las que
abortarían o las que tuvieran que criar solas a sus hijos, ni que las mujeres
sexualmente liberales serían las que más batallarían para encontrar a un hombre
que se acercara a ellas con amor verdadero.
En
aquellos años 60, 70 y 80 nadie imaginaba que la promiscuidad sexual entre los
jóvenes iría de la mano con la deserción escolar, con la inmadurez, el
divorcio, la esterilidad, las enfermedades sexuales, el abuso del alcohol y las
drogas. Numerosos autores han demostrado que el alto índice de divorcios y de
nacimientos fuera del matrimonio no sólo quebrantan las vidas de las personas,
sino que la sociedad debe pagar un alto costo por ello.
Muchas
letras de canciones del rock y del rap nos hablan del gran fracaso de la
Revolución Sexual; en ellas predominan los temas de hogares rotos, familias
disfuncionales, los novios abusivos que tiene mamá, depredadores sexuales y
todo el resto de los efectos de la revolución.
Vivimos
bajo los trágicos efectos familiares, económicos, sociales y morales de la
Revolución Sexual, la bomba atómica de los años 60. A pesar de las evidencias,
muchos viven con ojos cerrados, indispuestos a cambiar. Otros, los más
perversos, afirman que las consecuencias son buenas y que vamos caminando en la
dirección correcta. Pero ante tantos cadáveres a nuestro lado, no podemos sino
querer regresar a los tiempos anteriores al desastre.
El sexo y la televisión han sido durante muchos años quienes mantienen ocupada la atención de la mayoría de nosotros, ahora debemos agregar también la gran influencia que tiene en nosotros el uso y mayormente el abuso de las redes sociales,afortunadamente contamos con herramientas para hacer frente a este problema, tales como el respeto, la debida información, la monogamia, etc. Y sobre todo con el apoyo de Dios y su enseñanza.
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