En centros comerciales, plazas, iglesias y hospitales de nuestras ciudades se presentan, por esta época del año, diversos coros para cantar villancicos navideños. Llevan la alegría de la Navidad ahí donde se concentra la gente o donde están las personas tristes. Pero hay lugares oscuros donde los villancicos han resonado con un dramatismo especial, y estos son las clínicas de aborto. Diversos grupos pro-vida han tomado la iniciativa de cantar ‘Venid fieles todos’ o ‘El niño del tambor’ en las afueras de estos lugares de muerte. Y han encontrado a muchos hombres y mujeres que, después de entrar a la clínica, sólo después de haber escuchado algunas notas de ‘Noche de paz’ se arrepintieron y desistieron de abortar a sus hijos. Me alegra sobremanera esta iniciativa de gente pro-vida. Con razón el mundo odia a los cristianos.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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