lunes, 25 de julio de 2016

Educación sexual escolar

Hay niñas y niños que detestan sus clases de educación sexual escolar. Se quejan de que los temas los hacen sentir avergonzados y que muchas veces las imágenes los dejan perturbados. Muchas niñas se sienten incómodas al recibir la información en presencia de los niños. Hay un pudor natural que está siendo violentado por estos programas de educación sexual, que erosionan la inocencia y lastiman la sensibilidad que Dios dio a los niños.

Sabemos que hay un cierto momento en la vida de las personas en las que necesitan que se les proporcionen los detalles de cómo y para qué Dios creó el sexo. Pero el sexo el algo privado y tiene una dimensión sagrada. Es un misterio que debe de ser comprendido desde diversos ángulos como la anatomía, la fisiología, la genética, la psicología, la filosofía, la espiritualidad y la teología. Esto no ocurre en la educación escolar actual. En ésta sólo se brinda información a los niños de cómo funciona la genitalidad, se les instruye en la exploración de sus cuerpos y deseos, en el uso de anticonceptivos y se les lleva a aceptar como correctas todas las conductas.

La educación sexual es tarea primordial de los padres y sólo subsidiariamente de la escuela o de otras instituciones educativas como la Iglesia. Esto significa que, para una materia tan delicada y sensible, los padres de familia pueden delegar a terceras personas para formar a sus hijos, pero sólo conociendo quiénes son esas personas y lo que se les va a enseñar. El contenido de la materia está relacionado íntimamente con las convicciones morales y espirituales de los padres, y esto los maestros lo ignoran. Es un atropello grave a los derechos de los padres enseñar a los niños conductas morales no aprobadas por ellos.

¿Quién les enseñó a nuestros abuelos y padres educación sexual? Lo hicieron sus propios padres y bastó solamente el ejemplo de la vida cotidiana. Y lo hicieron muy bien. No hicieron falta clases. ¿Y por qué se les quiere ahora impartir desde pre-escolar, durante toda la primaria, la secundaria y la preparatoria? Son nada menos que catorce años de adoctrinamiento en la ideología de género.

Habrá hay quienes afirmen que la Iglesia no debe de meterse en esos asuntos de la vida pública. No podemos dejar de orientar a tantos padres y alumnos que han entrado en un gran confusión. Se trata de un asunto moral y, por lo tanto, la Iglesia siempre tendrá una palabra que ofrecer. Es imposible callar. Viendo las consecuencias desastrosas que ha tenido este tipo de educación en Estados Unidos y lo que se avecina en México por seguir el mismo modelo, como pastores no podemos guardar silencio. En el país del norte, desde 1960 ha habido un aumento de 600% del número de embarazos de adolescentes, un incremento de 300% en suicidio de adolescentes, 232% de aumento de homicidios cometidos por adolescentes y 400 mil abortos quirúrgicos practicados anualmente a chicas adolescentes (Datos de Vida Humana Internacional).

La Iglesia está a favor de una educación sexual mientras que ésta corresponda a una visión verdadera del hombre. “Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor –dice el papa–, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso” (AL 280).

La educación sexual escolar con perspectiva de género es una imposición ideológica que viene desde los Estados Unidos y sus organismos internacionales aliados como la ONU. Pienso que será gravemente dañina para las nuevas generaciones en su formación moral y espiritual. Y creo también que, si los padres de familia no pueden hacer nada, al menos deben luchar para que sea una materia opcional para aquellos niños o adolescentes cuyos padres se consideren incompetentes para educar a sus hijos en el amor.

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