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Batallas por la vida

Esta semana un grupo de activistas pro-vida tenían el plan de plantarse ante los señores magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Su propósito sería hacerles escuchar cómo late el corazón de un niño no nacido. Querían ver si escuchando los latidos de un bebé en el vientre materno, gracias a una ecografía y magnificado 10 mil veces, les remordería la conciencia. Todo porque los magistrados se hacen sordos y nada les remuerde el alma ante la vida no nacida.

Es una batalla durísima entre el mandamiento ‘No matarás’ y el ‘Seréis como dioses’ del demonio. Algo ocurrió en días pasados que los magistrados echaran marcha atrás al proyecto que el ministro Arturo Zaldívar tenía cocinando en el horno para declarar inconstitucional la prohibición del aborto en México. Zaldívar alega que prohibir el aborto anula de manera absoluta los derechos de las mujeres porque, según él y las feministas de género, afecta los derechos sexuales y reproductivos, el derecho al libre desarrollo de la personalidad de las mujeres y estropea los planes que ellas deseen realizar.

Otras excusas para este proyecto abortista ya las conocemos: daños psicológicos permanentes a las damas si se les prohíbe abortar, féminas que arriesgan su salud y vida practicándose un aborto clandestino y blablablá. La conclusión es que el Estado mexicano debe garantizar un aborto seguro y gratuito en las instituciones de salud pública. El colmo es que el ministro Zaldívar apela a regular “sin discriminación y con perspectiva de género, esto es, libre de prejuicios y estigmatizaciones”. No cabe, según él, calificar al aborto como incorrecto o inmoral; piensa que abortar es algo así como ir con el dentista a sacarse una muela.

Con el aborto no termina el problema de una mujer con embarazo no deseado; es justamente con el aborto cuando comienzan los problemas para la mujer. Alguien que ha abortado, de pronto comienza a tener reacciones emocionales inesperadas. Vienen a la memoria reminiscencias de la experiencia abortiva. Con frecuencia sueñan con bebés. También son más propensas a la promiscuidad sexual y a sufrir abusos. La depresión suele acompañarlas durante años.

Estudios han demostrado que las mujeres que han tenido alguno o varios abortos, con frecuencia sufren lo que se conoce como el desorden de estrés post-traumático. Este es un síndrome emocional que han experimentado los soldados que regresan conmocionados de la guerra. ¿Por qué las mujeres que han tenido abortos reaccionan como veteranos de guerra? Simplemente porque ambos han visto violencia. Los soldados suelen ser testigos de violencia y muerte, han visto estallar bombas que acaban con la vida de seres humanos, ahí frente a sus ojos.

Sin embargo para las mujeres, la violencia del aborto ocurre dentro de sus cuerpos. Desde el momento en que la mujer está embarazada se convierte en madre. Una vida humana crece dentro de ella. Cuando descubre que está encinta, esa vida humana tiene ondas cerebrales, late su corazón, tiene brazos y piernas. El niño se mueve, patalea, duerme y despierta. También puede sentir dolor. Es un ser humano y no simple material biológico. El aborto invade su cuerpo y mata a su niño.

La marcha atrás que dieron los magistrados a la iniciativa de Zaldívar, hizo que la cultura de la muerte perdiera una batalla en la Suprema Corte. Pero no cantemos victoria ni bajemos la guardia, tanto en la oración como en la lucha pro-vida. Nos estamos jugando la paz en México. Si los pro-abortistas avanzan, crecerá la violencia en el país, tanto en sus calles como en los vientres de las mujeres mexicanas.

No podemos permitir que el Estado mexicano invada bruscamente los cuerpos de sus ciudadanas, mate a sus hijos y las envíe a casa creyendo que con eso les solucionará sus problemas. Sabemos que el aborto no es la solución para la mujer. Es el crimen que las arroja a una pesadilla que apenas comienza.

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