Miles de viajeros han escapado de sus ciudades durante la Semana Santa. Sin embargo la civilización del ruido los ha perseguido. Hasta las charolas que se usan para colocar los artículos para las revisiones de rayos X en los aeropuertos ahora están llenas de publicidad. Muchos se llevaron sus pantallas y estuvieron pendientes de las notificaciones en las redes sociales. El silencio es un privilegio que pocos hoy se pueden dar. En salas VIP de ciertos aeropuertos no hay publicidad y se observa un riguroso silencio relajante. Es decir, el silencio se comercia como un bien de lujo cuando es algo necesario para vivir una vida equilibrada y serena. Nos permite meditar –decía Benedicto XVI– y dar mayor contenido a nuestra comunicación. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; en él nace y se profundiza el pensamiento, y elegimos cómo expresarnos. Quien en su vida encuentra frecuentes momentos de silencio encuentra las condiciones para descubrir tesoros escondidos.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
Si bien como diría Mario Benedetti “Qué espléndida laguna es el silencio”, pero mi pregunta es: ¿En qué momento el silencio pasa der ser un momento reconfortante para uno mismo a ser ese espacio en el que se siembra la semilla de la ociosidad?
ResponderBorrarTodo en la vida se puede viciar. La oración puede convertirse en ensimismamiento, el trabajo puede volverse vicio, el comer puede transformarse en gula. Hemos de aprender a vivir en la virtud y la virtud, enseñaba Aristóteles, radica en el justo término medio, el cual es un tipo de sabiduría práctica guiada por la virtud de la prudencia.
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