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Confesionario sin absolución: soy homosexual y sufro mucho

La pregunta: soy un hombre homosexual que toda su vida ha sufrido por tener esta condición. He sido despreciado por mi propia familia por ser así. Muchas veces ellos me han dicho que me voy a condenar en el infierno. Es cierto que en mi vida he tenido muchos hombres, de hecho soy portador de VIH. Uno de los golpes más duros lo recibí de un sacerdote cuando me confesé. Me dijo que yo era abominable y que estaba fuera de la Iglesia. Me sentí como una basura. Gracias a Dios conocí a otro sacerdote que no es de esta ciudad y que ha sido el único que me ha hecho sentir bien. Él me habló del amor de Dios por mí y lo mucho que valgo como persona, aunque nunca me aconsejó que dejara a mi pareja. Quiero cambiar. De Dios no me quiero separar y estoy dispuesto a darle un nuevo giro a mi vida. Estoy cansado de sufrir y también estoy confundido porque unos me dicen que debo seguir siendo como soy, y otros me dicen que cambie. ¿Usted qué opina?

Padre: es hermoso ver cómo el Espíritu Santo está trabajando en ti. "Quiero cambiar", "Estoy dispuesto a darle un nuevo giro a mi vida", dices en tu mensaje. Esto significa que no estás satisfecho del todo con tu vida y la voz de Dios está resonando dentro de ti para llevarte a dar pasos adelante en tu camino de conversión.

Me alegro que hayas encontrado a un sacerdote que te habló del amor de Dios hacia ti y de lo valioso que eres como hijo de Dios. Acerca del primer sacerdote que te habló con palabras fuertes e hirientes, trata de no permanecer en el dolor y que eso no te haga daño. Perdona de corazón a tu hermano y ruega a Dios por él. El estar con "muchos hombres", como tú dices, es una conducta que te estaba destruyendo; de hecho adquiriste VIH por mantener ese comportamiento. Date cuenta de que tener condición homosexual no es ningún pecado, aunque sí es una herida o un desorden en tu naturaleza masculina que te puede llevar a cometer actos homosexuales, los cuales son sí son pecado. ¿Por qué son pecado? Porque no son expresión auténtica de tu naturaleza varonil, la cual tiene como complemento a la naturaleza femenina.

No cometas el error de definirte como homosexual. La Iglesia Católica no clasifica a las personas según su condición sexual. Eres, ante todo, un hombre hijo de Dios. Como cristiano estás llamado a la santidad, y el camino de la santidad empieza por combatir el pecado para crecer después en las virtudes. Solamente si tú quieres, puedes ir dejando atrás tu condición homosexual e ir recuperando tu verdadera identidad masculina. Lo primero que te aconsejo es cortar tus vínculos con tu antiguo ambiente gay. Hay que dejar los lugares que te llevan a conductas homosexuales como son bares, baños, parques y todo lugar que se preste a ese tipo de actividad.

También es necesario cortar con relaciones interpersonales que te lleven a la práctica homosexual, así como todo vínculo con la pornografía. Quita de tu vida periódicos, revistas y medios de comunicación que apoyen y animen al comportamiento homosexual. Todo esto puede parecerte muy radical, pero es absolutamente necesario si quieres un verdadero cambio en tu vida y una curación de tus heridas. Necesitas rodearte de amistades nuevas heterosexuales, gente que sea positiva y te llene de esperanza. Solamente las relaciones saludables, de cariño y no sexuales son adecuadas para satisfacer tus necesidades más profundas. Las relaciones interpersonales sanas irán reemplazando a las conductas y fantasías sexuales nocivas.

El camino no será fácil, seguramente, pero si te acercas a la Iglesia contarás con la guía de Jesús, el buen pastor. Tu acercamiento a Cristo en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios, en los sacramentos y en la comunidad parroquial será decisivo para superar esa condición. Te aconsejo que busques un confesor o director espiritual para que sea él quien te dé consejos prácticos de espiritualidad que te ayuden a caminar en una vida nueva, en Cristo. Dios te bendiga y recuerda que en el Cielo hay una habitación preparada por Jesús para ti. Sólo llegan a las moradas eternas los que han pasado por la gran tribulación y son revestidos de la gracia de Dios.

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