En estos días vino a verme una señora y me compartía que, desde hace años, tiene enfermedades extrañas. Los médicos que la han examinado han sido muchos y no le han podido detectar el origen de sus males. Como dato curioso a la señora le salió un pelo en la planta del pie. La piel más gruesa de nuestro cuerpo está en la planta de los pies y es imposible que ahí salgan cabellos. Los médicos le dijeron que solamente con cirugía le podían extirpar el extraño cuerpo. Una amiga piadosa de la señora la invitó a rezar el rosario y ponerse agua bendita en la planta del pie donde estaba el cabello. Lo que los médicos no pudieron hacer lo hizo el agua santa: al poco tiempo el pelo salió solo, como si desde dentro hubiera resbalado. Medía alrededor de 10 centímetros.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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