sábado, 30 de julio de 2016

Pókemon go, la fiebre

La obsesión con ‘Pókemon go’ es la locura en Estados Unidos y está llegando a México. Se trata de un videojuego a través de un teléfono celular con acceso a internet. Los jugadores caminan por sus colonias, parques y vecindarios utilizando los mapas contenidos en el juego. Estos mapas son reales gracias a Google Maps. En el mapa aparecen monstruos virtuales llamados Pókemon (el nombre significa ‘pocket monster’ o monstruo de bolsillo). Los jugadores deben de caminar en el mundo real hacia donde el mapa indica que se encuentran estos pequeños engendros, y una vez que la pantalla los detecta, hay que dispararles con una pelota virtual.

El juego está basado en las caricaturas japonesas ‘Pókemon’ de los años 90, y atrae a jugadores que crecieron con ese juego cuando eran niños. ‘Pókemon go’ está hoy superando al número de usuarios de Twitter. En promedio los jugadores pasan 45 minutos al día entretenidos atrapando los monstruitos. Como se trata de un juego al aire libre, los pókemons aparecen en monumentos, sitios históricos de las ciudades y hasta en las iglesias. No será raro que pronto alguna persona entre a misa, no por devoción, sino por atrapar con su teléfono celular un pókemon ubicado en algún sitio del templo.

lgunos católicos se preguntan si tiene algo de malo jugar Pókemon go. Hagamos algunas observaciones: lo positivo, lo neutro y lo negativo. Lo positivo es que se trata de un juego al aire libre para que los jugadores caminen. Caminar es generalmente una actividad saludable para chicos y grandes. El juego ha sido causa de que las personas se reúnan en calles, parques y monumentos. Estas reuniones pueden ser buenas porque permiten conocer gente con intereses similares y hacer nuevos amigos.

Hay otras personas que se inquietan por saber si ‘Pókemon go’ es un juego relacionado con espíritus malignos o demonios, y por tanto, se preguntan si puede existir el riesgo de un daño espiritual. El juego no tiene nada que ver con la magia o la brujería, aunque algunos de los pokemones tienen habilidades psíquicas. Son criaturas animadas que no existen en el mundo real. Son mera fantasía y la fantasía no es algo condenable. Y aunque ‘Pókemon go’ nada tiene que ver con la fe católica, parece que tampoco la afecta. Por ello es un juego, en sí mismo, inofensivo, neutral.

Lo negativo de este videojuego es que muchas personas lo están jugando durante períodos de tiempo muy extensos. Mientras que la mayoría juegan un promedio de 45 minutos, otros se obsesionan durante horas. Con la mirada puesta en sus teléfonos, y no en el mundo real que los rodea, hay un riesgo de ser atropellados por un coche, tropezar en un bache o de tener algún accidente por distracción. Si el juego interfiere con el cumplimiento de responsabilidades en la escuela, en casa o en el trabajo, evidentemente jugar ‘Pókemon go’ se vuelve una actividad dañina a la persona.

Hay que observar que en este juego se mezclan el mundo real con el mundo virtual. El mundo real pasa a segundo plano porque se vuelve un escenario del juego. El jugador entra al escenario del juego en su pantalla e involuntariamente está en la realidad. Se abre una distancia que aleja al jugador de la realidad que lo rodea. ¿Qué pasa cuando una persona que atrapa pokemones, su pantalla lo lleva hasta un barrio muy pobre de la ciudad, lleno de hambre y miseria, indicándole que ahí, entre niños de la calle y prostitutas, están escondidos los monstruos? El dramático mundo real pasa a segundo plano mientras que satisfacer una fantasía se vuelve lo más importante. La realidad, entonces, es distorsionada.

Los videojuegos son parte de nuestro mundo actual y lo seguirán siendo. Para utilizarlos con sabiduría son útiles los consejos de san Francisco de Sales. En la Introducción a la Vida Devota, el santo obispo nos ofrece tres criterios para nuestras recreaciones. Primero, éstas son necesarias para rejuvenecer el cuerpo y la mente. Segundo, la recreación en forma de juegos y competencias requiere tener habilidades. Tercero, la recreación debe de ser moderada para no convertirse en ocupación. Los videojuegos deben, entonces, ser sana diversión y no ocupación.

San Francisco de Sales no conoció los videojuegos ni los pokemones. Si los hubiera conocido, quizá hubiera agregado un cuarto criterio para utilizarlos: que no nos hagan insensibles al mundo real donde hay tanto sufrimiento que remediar, y donde está esperándonos, entre luces y sombras, la presencia de Dios. Esa sí vale la pena atrapar.

Diócesis en camino

“Hagan lo que Él les diga” es el lema episcopal que nuestro obispo Guadalupe eligió para su ministerio. Desde su llegada a Ciudad Juárez dejó muy claro que su prioridad sería la nueva evangelización, la comunión y la misión. El obispo trae una nueva visión para dinamizar a la diócesis y está apostando para que seamos una Iglesia evangelizadora y misionera. Ante un plan diocesano que se promulgó hace 20 años y que muchos hoy consideran desfasado o caduco, don Guadalupe es el primer entusiasmado para darle actualidad al plan anterior o promulgar uno nuevo.

La Diócesis de Ciudad Juárez, urbana en su mayoría, cuenta con alrededor de un millón y medio de habitantes y con 99 sacerdotes diocesanos y 32 religiosos. Tenemos alrededor de 109 seminaristas y un laicado entusiasta que quiere salir a evangelizar. El obispo, siguiendo el espíritu de la Conferencia de Aparecida, se ha puesto el propósito de que más y más católicos en esta frontera pasen, de ser receptores de sacramentos, a convertirse en discípulos misioneros a los pies de Jesucristo, Divino Maestro.

El camino que nos indica para convertirnos en una Iglesia en misión permanente es, primero, organizar la vida pastoral de nuestras parroquias según el esquema de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Nos ha propuesto que las antiguas áreas de pastoral que tenía el plan pastoral diocesano anterior, dejen de llamarse ‘áreas’ y sean ahora ‘comisiones’.

No es tan complicado. Son seis comisiones y cada una tiene diversas dimensiones. Son: Pastoral profética (incluye las dimensiones de evangelización y pastoral catequética, animación bíblica y misiones); Pastoral litúrgica (liturgia, música y pastoral popular); Pastoral social (Cáritas, Justicia, Paz y reconciliación); Vocaciones y ministerios (pastoral vocacional); Familia, Juventud, Laicos y Vida (pastoral familiar, pastoral juvenil, laicos y promoción de la vida humana); y Pastoral de la comunicación (prensa escrita, radio y televisión, cultura digital, vocería). Cada persona integrada al servicio de la parroquia deberá ubicarse dentro de una de las comisiones, según sea su ministerio.

Este nuevo lenguaje y visión de las cosas empieza a ser familiar en la vida de nuestras comunidades. Algunas de ellas han comenzado a hacer asambleas parroquiales para familiarizarse con esta nueva estructura. No sólo eso. Es preciso comprender el espíritu que anima esta nueva forma de trabajar a través del documento llamado “Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna” de los obispos mexicanos. Es decir, los discípulos misioneros estamos llamados a conocer la realidad del país para incidir en ella, viviendo nuestro cristianismo para ser agentes de transformación de la sociedad y la cultura.

Además el obispo Guadalupe nos está exhortando a conformar, cuanto antes, los consejos parroquiales que incluirán miembros de las comisiones y dimensiones, así como los consejos de economía, compuestos por el párroco y dos o tres laicos con habilidades en asuntos económicos, con el propósito de ayudar a las parroquias a tener los recursos para la evangelización. Así lo establece el Derecho Canónico.

Todo esto puede parecer novedoso a muchos y, quizá confuso para otros. Pero no perdamos de vista que se trata de pasos que vamos dando, como Iglesia diocesana, hacia la actualización del plan diocesano de pastoral o la elaboración de uno nuevo. Ese es el objetivo último que nos permitirá después conformarnos con el modelo de Iglesia que Jesús quiere que seamos.

Recordemos que Jesús dijo: “Vayan, bauticen, hagan discípulos, enseñarles lo que les he mandado”. Nuestra diócesis hoy bautiza y enseña pero, ¿qué tanto forma discípulos? Estamos entrando en la lógica de la nueva evangelización, lo que puede resultar difícil para quienes están habituados a tener una pastoral dispensadora de sacramentos, y no parroquias vivas formadoras de discípulos misioneros, organizados de una manera más eficaz.

Aunque es tiempo de vacaciones y el trabajo parroquial se vuelve más lento, no debemos dejar de caminar –unos más aprisa, otros a paso lento– hacia las metas que don Guadalupe, nuestro obispo, nos va señalando y que, entre todos, nos vamos trazando. El parto de un nuevo plan diocesano de pastoral puede ser trabajoso pero al final será obra del Espíritu, y eso será alegría de nuestra Iglesia.

Con brújula y con mapa

Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja.  San Agustín

Hace unos años conocí a un joven que llegó a la parroquia hecho un andrajo físico, espiritual y moral. Venía del oscuro mundo de las drogas, el sexo y el alcohol. Los vicios lo habían dejado muerto en vida durante muchos años. A través de repetidos encuentros donde conversamos de la vida espiritual, y haciendo un camino de levantadas y caídas, el muchacho fue poniendo su vida de pie.

Pasaron los años y le perdí la pista. Me alegró encontrarlo nuevamente hace unos meses, convertido en un profesionista exitoso, casado y con hijos. Me reveló que, desde que dejamos de vernos, jamás tuvo una caída en su antiguo libertinaje. Fue la Palabra de Dios la que terminó de obrar el milagro en su vida. A fuerza de crucificar su carne, memorizando y repitiendo versículos bíblicos, logró vencer las artimañas del Engañador.

Hoy aquel amigo dejó de ser católico para pasar a las filas del mundo evangélico. Luego de su recuperación, pasó años leyendo y estudiando la Biblia. Pero le sucedió lo que a muchos incautos: se internaron en un denso bosque sin una brújula y sin mapa, y ahí se extraviaron. Hace más de 450 años, un hombre llamado Martín Lutero los empujó a entrar en la arboleda diciendo que la única instrucción para caminar entre aquellas montañas era tener mucha fe.

Hoy encontramos dentro de esos paisajes de las Sagradas Escrituras a más de 30 mil comunidades y personas que caminan entre la floresta, discutiendo unas con otras, muchas de ellas enemistadas entre sí y sin ponerse de acuerdo sobre la interpretación correcta para tener una visión conjunta de la espesura. Aunque mi amigo disfruta mirando los paisajes, montañas, árboles, lagos y ríos, no logra descifrar sus secretos más profundos ni tener una visión coherente de la tierra que pisa. Es la confusión protestante.

La Biblia es una obra muy compleja que comprende a numerosos autores, libros y géneros literarios, y que se formó durante muchos siglos, en tiempos muy remotos y en una cultura muy diferente a la nuestra. Para una correcta interpretación el primer paso es “investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos –autores sagrados– y quiso Dios manifestar con las palabras de ellos” (Dei Verbum 12). Esto se llama ciencia exegética. Si no se da importancia a ella, se corre el riesgo de no comprender la intención del autor sagrado y de colgarle significados diversos de los que él pretendía.

Para comprender la intención de los autores sagrados, se deben tomar en cuenta las condiciones de sus tiempos y cultura, además de los géneros literarios, es decir, los modos de expresarse de los autores de la época. Es de ingenuos creer que basta con establecer el significado literal del texto para comprender la Sagrada Escritura.

Se debe tomar en cuenta otro principio de recta interpretación, no menos importante que el precedente. La Biblia debe de ser leída e interpretada con la ayuda del Espíritu Santo que la inspiró. Esto quiere decir que la ciencia exegética sirve de poco si no existe una fe viva, una humildad profunda, el deseo de santidad y la oración continua. Hay que recordar que toda la Biblia tiene una unidad. Hay un único plan de salvación de Dios cuyo centro es Jesucristo. De hecho toda la Palabra de Dios tiene coherencia sólo después de la Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios.

Es necesario leer la Biblia en la Tradición viva de la Iglesia Católica. Es ingenuo pretender interpretar los Textos Sagrados sin una referencia continua a la fe de la Iglesia, “la cual lleva en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios y es el Espíritu Santo que le dona la interpretación según su sentido espiritual” (Orígenes). Es un bien que mi amigo se haya acercado personalmente a los Libros Sagrados, pero debió haberlos leído y comprendido con la misma fe con que los interpreta la Iglesia. Decía san Agustín: “No creería en el Evangelio si no me condujera a la autoridad de la Iglesia Católica”.

Las verdades de la Biblia son como piezas de un maravilloso mosaico. O para decirlo con la analogía anterior, son como los componentes de un bosque bellísimo. No se pueden hacer afirmaciones singulares sacándolas de todo el conjunto. Todas se armonizan admirablemente y se iluminan unas con otras, formando el único y grandioso proyecto de la Divina Revelación.

Sacerdotes de garra y temple

Alrededor de cien muchachos de Ciudad Juárez se esperan esta semana para iniciar el Pre-Seminario. Dios, sin duda, sigue llamando a muchos jóvenes al sacerdocio. ¿Por qué la diócesis, entonces, da tan pocas vocaciones al servicio del altar? No es porque Dios calle y no los llame. El ‘Ven y sígueme’ que el Señor dijo a Mateo Leví sigue resonando. El problema es la sordera de los jóvenes. Inmersos en una cultura ruidosa, materialista y frenética que idolatra la diversión y lo efímero, no hay espacios suficientes de silencio y reflexión para escuchar la voz de Dios.

La vida del sacerdote diocesano no es una vida fácil y requiere buena capacidad de sacrificio. Se necesita equilibrio y madurez afectiva, espíritu de abnegación, disciplina, vida de oración y otras virtudes para ejercer el ministerio sacerdotal. Me decía la señora que nos asiste en la cocina de la casa parroquial de Catedral: “yo veo que ustedes, los sacerdotes, no tienen vida propia”. Es cierto, nuestra vida está hipotecada. Nos ordenaron sacerdotes para entregar la vida al servicio de Jesucristo y de su Iglesia, y en esa entrega somos, la mayoría, felices.

Los candidatos al sacerdocio provienen de la cultura banal y materialista en que vivimos. Muchos tuvieron experiencias de familias disfuncionales y han vivido una diversidad de pruebas que los han dejado malheridos. Es el material humano que llega hoy a los seminarios. ¿Cómo trabajarles su parte humana, su corazón, para hacer de ellos nuevos cristos para el mundo? Es el difícil y complejo desafío que tiene el Espíritu Santo y los equipos formadores de seminarios.

Los antiguos jesuitas –hablo de los tiempos de san Ignacio de Loyola, su fundador– tenían una formación muy particular que forjó un cúmulo de sacerdotes santos e intrépidos, y que dejaron, muchos, una honda huella social. Me pregunto si un joven de nuestros seminarios actuales sería capaz de soportar aquella disciplina y vida espiritual. Para empezar, la formación sacerdotal iniciaba con el retiro en silencio de un mes de duración –los Ejercicios Espirituales– en los que los novicios discernían la presencia de Dios en su vida y donde confirmaban o no su vocación.

Durante su preparación al sacerdocio tenían que trabajar en hospitales, limpiando y cuidando a enfermos con grandes sufrimientos y dolores severos. Además debían hacer un mes de peregrinación, en grupos de tres y con muy poco dinero, para que tuvieran que pedir limosna y depender de la bondad de personas extrañas. También tenían que pasar por la experiencia de hacer tareas poco nobles y humildes como barrer y trapear, lavar su ropa y limpiar inodoros. Parte de su formación era enseñar catecismo a los niños y practicar el arte de hablar en público.

El horario en el Seminario era fuertemente regulado y con sentido penitencial. Desde que se levantaban a las seis de la mañana, hasta que se iban a descansar a las 10:30 de la noche, casi cada cuarto de hora estaba asignado a alguna actividad como la limpieza, las comidas, la oración de la Liturgia de las Horas o la oración personal, los estudios de latín y griego, el conocimiento de las Reglas de la Orden, el Ángelus, el Rosario, la Misa, las meditaciones, la adoración eucarística, la lectura de vidas de santos.

Lo más importante era la práctica del Examen tres veces al día, para examinar la conciencia. Para alentar la penitencia y la humildad, se hacía el ejercicio de ‘la Culpa’, donde el maestro de novicios elegía a uno de ellos e invitaba a los demás a criticarlo. Y, por supuesto, existía la mortificación de la carne con el uso del cilicio, que era una banda de metal con púas que se ponía en el muslo varias horas a la semana, y la autoflagelación con un pequeño látigo para someter la carne al señorío del espíritu.

Mucho han cambiado los tiempos, y la formación actual es diversa. Pasó la época del cilicio y de pedir limosna en tierras extrañas para forjarse en la humildad y en el carácter. Los antiguos jesuitas daban aquella formación a quienes provenían de una cultura cristiana y aspiraban al sacerdocio. Hoy que la cultura es neopagana y los candidatos llegan al Seminario salidos de las aguas del materialismo y del hedonismo, habrá que replantearse continuamente la formación que se les ofrece para hacer de ellos líderes espirituales de garra y temple, apasionados por Dios y por la salvación de los hombres.

Esta semana estarán tocando a las puertas del Seminario 70 u 80 muchachos, quizá cien, provenientes de la cultura ‘light’ en que vivimos. Oremos por ellos, pero sobre todo por el equipo formador del Seminario para que, colaborando con el Espíritu, puedan transformar, a los que ingresen, en nuevos cristos para bendición de nuestra diócesis.

lunes, 25 de julio de 2016

Batallas por la vida

Esta semana un grupo de activistas pro-vida tenían el plan de plantarse ante los señores magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Su propósito sería hacerles escuchar cómo late el corazón de un niño no nacido. Querían ver si escuchando los latidos de un bebé en el vientre materno, gracias a una ecografía y magnificado 10 mil veces, les remordería la conciencia. Todo porque los magistrados se hacen sordos y nada les remuerde el alma ante la vida no nacida.

Es una batalla durísima entre el mandamiento ‘No matarás’ y el ‘Seréis como dioses’ del demonio. Algo ocurrió en días pasados que los magistrados echaran marcha atrás al proyecto que el ministro Arturo Zaldívar tenía cocinando en el horno para declarar inconstitucional la prohibición del aborto en México. Zaldívar alega que prohibir el aborto anula de manera absoluta los derechos de las mujeres porque, según él y las feministas de género, afecta los derechos sexuales y reproductivos, el derecho al libre desarrollo de la personalidad de las mujeres y estropea los planes que ellas deseen realizar.

Otras excusas para este proyecto abortista ya las conocemos: daños psicológicos permanentes a las damas si se les prohíbe abortar, féminas que arriesgan su salud y vida practicándose un aborto clandestino y blablablá. La conclusión es que el Estado mexicano debe garantizar un aborto seguro y gratuito en las instituciones de salud pública. El colmo es que el ministro Zaldívar apela a regular “sin discriminación y con perspectiva de género, esto es, libre de prejuicios y estigmatizaciones”. No cabe, según él, calificar al aborto como incorrecto o inmoral; piensa que abortar es algo así como ir con el dentista a sacarse una muela.

Con el aborto no termina el problema de una mujer con embarazo no deseado; es justamente con el aborto cuando comienzan los problemas para la mujer. Alguien que ha abortado, de pronto comienza a tener reacciones emocionales inesperadas. Vienen a la memoria reminiscencias de la experiencia abortiva. Con frecuencia sueñan con bebés. También son más propensas a la promiscuidad sexual y a sufrir abusos. La depresión suele acompañarlas durante años.

Estudios han demostrado que las mujeres que han tenido alguno o varios abortos, con frecuencia sufren lo que se conoce como el desorden de estrés post-traumático. Este es un síndrome emocional que han experimentado los soldados que regresan conmocionados de la guerra. ¿Por qué las mujeres que han tenido abortos reaccionan como veteranos de guerra? Simplemente porque ambos han visto violencia. Los soldados suelen ser testigos de violencia y muerte, han visto estallar bombas que acaban con la vida de seres humanos, ahí frente a sus ojos.

Sin embargo para las mujeres, la violencia del aborto ocurre dentro de sus cuerpos. Desde el momento en que la mujer está embarazada se convierte en madre. Una vida humana crece dentro de ella. Cuando descubre que está encinta, esa vida humana tiene ondas cerebrales, late su corazón, tiene brazos y piernas. El niño se mueve, patalea, duerme y despierta. También puede sentir dolor. Es un ser humano y no simple material biológico. El aborto invade su cuerpo y mata a su niño.

La marcha atrás que dieron los magistrados a la iniciativa de Zaldívar, hizo que la cultura de la muerte perdiera una batalla en la Suprema Corte. Pero no cantemos victoria ni bajemos la guardia, tanto en la oración como en la lucha pro-vida. Nos estamos jugando la paz en México. Si los pro-abortistas avanzan, crecerá la violencia en el país, tanto en sus calles como en los vientres de las mujeres mexicanas.

No podemos permitir que el Estado mexicano invada bruscamente los cuerpos de sus ciudadanas, mate a sus hijos y las envíe a casa creyendo que con eso les solucionará sus problemas. Sabemos que el aborto no es la solución para la mujer. Es el crimen que las arroja a una pesadilla que apenas comienza.

Tolerancia en una sociedad democrática

Un obispo de México, hace unos días, criticó despectivamente al presidente de la república Enrique Peña Nieto, por su iniciativa de ley sobre los matrimonios igualitarios. Su comentario, dicho en tono jocoso, insinuaba que nuestro mandatario pudiera ser gay. El hecho se hizo viral en las redes sociales, y la crítica al obispo no se hizo esperar. Políticos y periodistas se fueron contra el obispo –con justa razón– y, de pasada, contra el episcopado. Muchos católicos, lejos de festejar el chiste del prelado, nos sentimos avergonzados de su imprudencia.

Por otra parte, Omar Mateen, un joven estadounidense de 29 años, que se confesó partidario del Estado Islámico, acabó con la vida de 49 homosexuales masacrándolos en un antro gay de Orlando Florida. Este fue un caso de intolerancia extrema que rayó en la locura más espantosa. Después de ese hecho, personas del colectivo LGBTI de Ciudad Juárez arremetieron contra la Iglesia Católica alegando que es la institución que propaga el odio contra los homosexuales, y nos pedía un ¡basta ya! de tanto rechazo y persecución contra ellos.

Las personas solemos chocar unas con otras por defender nuestras ideas, y con frecuencia cometemos el error de arremeter contra el otro porque no estamos de acuerdo con su manera de pensar o de vivir. Las pasiones nos ganan por defender nuestro pensamiento y, en esa defensa, terminamos atacando al que piensa diferente. Esto lo podemos hacer desde un comentario ofensivo hasta el extremo de odiar y querer acabar con la vida del contrario.

Nos preguntamos, ¿cómo podemos convivir entonces en una sociedad democrática en la que existen tantas corrientes de pensamiento, tan contradictorias, y grupos con intereses tan opuestos? Jesús nos dice: “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados” (Lc 6,37). ¿Qué significan estas palabras en el contexto de una convivencia tolerante?

Si un grupo como el LGBTI, o el mismo presidente Peña Nieto, están proponiendo que el concepto de matrimonio se amplíe para incluir a personas del mismo sexo, ¿debemos de estar de acuerdo con ellos y decir que su propuesta es legítima? Por supuesto que no. Un católico no debe de renunciar a una verdad que conocemos por la recta razón y que ha sido revelada por Dios. Como seres inteligentes estamos llamados a discernir entre el grano y la paja, entre la verdad del error, y vivir en la verdad.

En nuestro mundo las ideas deben de ser juzgadas, y la verdad debe ser defendida y propagada. Pero a las personas no las podemos juzgar. Desconocemos el fuero interno de cada alma. Es algo que sólo Dios y ella misma conocen. Cada persona tiene una historia que la acompaña, a veces con muchos sufrimientos y condicionamientos, y su búsqueda de la verdad puede estar ofuscada. Hay muchas personas que podemos estar viviendo en una mentira.

Cuando vemos que alguien camina en el error, debemos de corregirle. Los LGBTI tratan de corregir a los católicos porque piensan que nuestro concepto de matrimonio es discriminatorio. Y los católicos queremos corregir a los LGBTI porque pensamos que son ellos quienes están en el error. ¿Debemos lastimarnos, ofendernos para defender nuestras posturas? Absolutamente no. Decía san Juan Crisóstomo: “Sí, corrígele en hora buena, pero no como quien declara la guerra, no como enemigo que le pide cuentas, sino como médico que le prepara una medicina. Porque no nos dijo –el Señor– que no apartáramos al hermano del pecado, sino que no le juzguemos, es decir, que no seamos para él un juez duro”.

“Ustedes los católicos están propagando el odio con su postura sobre el matrimonio”, decía una activista LGBTI. Yo no lo creo. Decir que no estoy de acuerdo contigo no significa que te odie. Al contrario, te amo aunque no pienses como yo, y porque te amo seguiré invitándote a reflexionar en la verdad. Pero si te digo la verdad enojado, entre gritos e insultos, mi amor por ti será falso. Tenía razón san Francisco de Sales cuando enseñaba que la verdad que no es caritativa procede de una caridad que no es verdadera.

P. D.: Aunque el obispo cometió una grave falta en criticar con burla al presidente, hizo un gran acto de virtud al enviarle luego una carta pidiéndole perdón. No nos quedemos viendo la humareda de su error; veamos mejor el sol de su gesto de humildad.

Educación sexual escolar

Hay niñas y niños que detestan sus clases de educación sexual escolar. Se quejan de que los temas los hacen sentir avergonzados y que muchas veces las imágenes los dejan perturbados. Muchas niñas se sienten incómodas al recibir la información en presencia de los niños. Hay un pudor natural que está siendo violentado por estos programas de educación sexual, que erosionan la inocencia y lastiman la sensibilidad que Dios dio a los niños.

Sabemos que hay un cierto momento en la vida de las personas en las que necesitan que se les proporcionen los detalles de cómo y para qué Dios creó el sexo. Pero el sexo el algo privado y tiene una dimensión sagrada. Es un misterio que debe de ser comprendido desde diversos ángulos como la anatomía, la fisiología, la genética, la psicología, la filosofía, la espiritualidad y la teología. Esto no ocurre en la educación escolar actual. En ésta sólo se brinda información a los niños de cómo funciona la genitalidad, se les instruye en la exploración de sus cuerpos y deseos, en el uso de anticonceptivos y se les lleva a aceptar como correctas todas las conductas.

La educación sexual es tarea primordial de los padres y sólo subsidiariamente de la escuela o de otras instituciones educativas como la Iglesia. Esto significa que, para una materia tan delicada y sensible, los padres de familia pueden delegar a terceras personas para formar a sus hijos, pero sólo conociendo quiénes son esas personas y lo que se les va a enseñar. El contenido de la materia está relacionado íntimamente con las convicciones morales y espirituales de los padres, y esto los maestros lo ignoran. Es un atropello grave a los derechos de los padres enseñar a los niños conductas morales no aprobadas por ellos.

¿Quién les enseñó a nuestros abuelos y padres educación sexual? Lo hicieron sus propios padres y bastó solamente el ejemplo de la vida cotidiana. Y lo hicieron muy bien. No hicieron falta clases. ¿Y por qué se les quiere ahora impartir desde pre-escolar, durante toda la primaria, la secundaria y la preparatoria? Son nada menos que catorce años de adoctrinamiento en la ideología de género.

Habrá hay quienes afirmen que la Iglesia no debe de meterse en esos asuntos de la vida pública. No podemos dejar de orientar a tantos padres y alumnos que han entrado en un gran confusión. Se trata de un asunto moral y, por lo tanto, la Iglesia siempre tendrá una palabra que ofrecer. Es imposible callar. Viendo las consecuencias desastrosas que ha tenido este tipo de educación en Estados Unidos y lo que se avecina en México por seguir el mismo modelo, como pastores no podemos guardar silencio. En el país del norte, desde 1960 ha habido un aumento de 600% del número de embarazos de adolescentes, un incremento de 300% en suicidio de adolescentes, 232% de aumento de homicidios cometidos por adolescentes y 400 mil abortos quirúrgicos practicados anualmente a chicas adolescentes (Datos de Vida Humana Internacional).

La Iglesia está a favor de una educación sexual mientras que ésta corresponda a una visión verdadera del hombre. “Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor –dice el papa–, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso” (AL 280).

La educación sexual escolar con perspectiva de género es una imposición ideológica que viene desde los Estados Unidos y sus organismos internacionales aliados como la ONU. Pienso que será gravemente dañina para las nuevas generaciones en su formación moral y espiritual. Y creo también que, si los padres de familia no pueden hacer nada, al menos deben luchar para que sea una materia opcional para aquellos niños o adolescentes cuyos padres se consideren incompetentes para educar a sus hijos en el amor.

Estados pintados de azul

Nuestra felicitación sincera se dirige hoy a los triunfadores de la contienda electoral del domingo 5 de junio, Javier Corral como gobernador electo y Armando Cabada como jefe del ayuntamiento de Ciudad Juárez. La participación ciudadana fue más alta que otras veces, alrededor del 50 por ciento del electorado que salió a votar, excepto en Ciudad de México donde ganó el abstencionismo. Cifras semejantes de elevada participación también se reflejaron en otros estados de la república.

Los resultados también fueron inauditos. El triunfo de Acción Nacional ha sido asombroso, al menos en Veracruz, Tamaulipas, Quintana Roo y Durango, que siempre fueron gobernados por el PRI. En Chihuahua podemos decir lo mismo. Muchos tenían al PAN como un partido sumido en una profunda crisis de la que sería difícil levantarse. Rondan, pues, dos preguntas en el ambiente: ¿por qué un partido en crisis arrasó en las elecciones y tumbó al PRI?, y ¿por qué despertaron muchos mexicanos apáticos a las elecciones y fueron a sufragar?

He leído a varios analistas políticos y casi todos coinciden en que el pueblo de México está harto de la corrupción en el gobierno. También culpan al presidente Enrique Peña Nieto y su desempeño en los últimos años, sobre todo por los sonados escándalos de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y de la mansión de siete millones de dólares. La pobreza de millones de mexicanos también se menciona como una posible causa de las derrotas del PRI.

Sin embargo hay algo que nadie se atreve a decir por considerarse políticamente incorrecto. Un par de semanas antes de las elecciones, el presidente Peña Nieto hizo pública su iniciativa de ley, y sin hacer una consulta popular, sobre el matrimonio igualitario. La noticia provocó el aplauso de quienes simpatizan por los derechos de los grupos LGBTTI pero causó conmoción en la mayoría de las familias mexicanas que sintieron la propuesta como un atentado contra la Familia natural. En más de 14 ciudades de México y en embajadas de nuestro país en el extranjero hubo protestas multitudinarias contra Peña Nieto por su pretensión de alterar la naturaleza del matrimonio.

Este dato a muchos les parece inverosímil y hasta estúpido. No se cree que esta pueda ser la causa de las derrotas del PRI y del acercamiento del electorado hacia el PAN, un partido que, al menos en sus principios filosóficos, defiende la vida y la familia. ¿Por qué la gente, si se dice que está harta de los mismos partidos políticos PRI y PAN, no sacó su frustración votando por el PRD o por Morena? Por la razón de que la gente busca, en los gobiernos que respetan la vida y la familia natural, una estabilidad y un futuro seguro para sus hijos. El mensaje es claro para el presidente: en México no queremos proyectos de ingeniería social dictados por Estados Unidos y organismos internacionales; en cambio sí queremos la estabilidad del matrimonio y la familia natural, que son los cimientos de la civilización humana a lo largo de su historia.

No termino de entender por qué el presidente Peña Nieto, dos semanas antes de las elecciones, anunció con bombo y platillo su iniciativa del matrimonio igualitario. Electoralmente hablando, era el peor momento para hacerlo. Si no quiere hacerse el harakiri completo, Peña deberá dar marcha atrás a su propuesta y meterla en el congelador. De lo contrario seguirá pintando a los estados de azul.

Imposición ideológica de Peña Nieto

Los Pinos se iluminó con los colores de la bandera LGBT el día en que el presidente Peña Nieto anunciaba una serie de medidas para asegurar en México la diversidad sexual y la no discriminación por preferencia sexual. Nos preguntamos por qué la ideología de género está siendo impuesta a todos los mexicanos. No sólo a los mexicanos, sino que se quiere imponer desde Europa y Estados Unidos a todo el mundo.

Como Iglesia queremos construir una sociedad para todos, en la que nadie se vea discriminado. Las personas con tendencia homosexual son parte de ella y no deben sufrir discriminación. Sin embargo afirmar que el matrimonio es de hombre y mujer no es discriminar a nadie. Es simplemente señalar que el matrimonio entre hombre y mujer es naturalmente complementario, es la institución natural que hace posible la continuidad de la humanidad y donde se educan los hijos y esto exige absoluto respeto.

Es cierto que en una democracia nadie puede prohibir que los homosexuales vivan en pareja. Pero si empezamos a decir que ese tipo de uniones u otros tipos de convivencia se llaman matrimonio, habremos perdido el juicio.

Para asegurar el éxito de este proyecto de ingeniería social en nuestro país, el presidente ha decidido crear un comité con grupos totalmente adheridos a la ideología de género para que revisen toda las normas federales, estatales y municipales y así, desde la cúpula, se imponga esta ideología en los tres órdenes de gobierno.

Además se pretende cambiar el procedimiento de la emisión de pasaportes para adecuarla a esta ideología. Esto significa que quien tramite este documento podrá identificarse con uno de los más de 30 géneros que existen actualmente, desde el simple homosexual o lesbiana hasta los intersexuados, polisexuales, asexuales, queers, bisexuales, transgéneros, travestis y un largo etcétera.

Peña Nieto también ha decidido crear un comité para que esta ideología permee todo el sistema educativo, y ha afirmado que México ya forma parte de los países que han adoptado y promoverán esta agenda en el mundo. Así la República Mexicana será ‘modelo’ en políticas de género para el resto de América Latina.

En el siglo pasado hubo épocas oscuras y dramáticas. El comunismo fue una ideología atea que vio en la lucha de clases el motor de la historia y sembró el terror para ser implantado dejando un saldo de decenas de millones de muertos. El nazismo en Alemania hizo una lectura de la historia desde la selección de las razas y así acabó exterminando a millones de personas que no pertenecían a la raza aria. Fueron ideologías que permearon en la sociedad y que luego las llevaron al borde de la locura.

La ideología de género hace una lectura del hombre equivocada. Parte de la premisa de que nacemos con un sexo biológico o genético de varón o mujer, y sin embargo cada persona decide su género según sus sentimientos internos. Es la biología la que establece el sexo, y es la cultura la que determina el género. El hombre, desde esta perspectiva, es visto como libertad pura, como alguien que no tiene naturaleza propia sino que la puede crear y reinventar. Pero cuando el ser humano no vive según su naturaleza empiezan en su vida todo tipo de trastornos.

El presidente Peña Nieto, actuando como siervo de la ideología de género, se está comportando –más que como un presidente que custodia el bien de las familias, de la niñez y la juventud mexicana– como un dictador que no mira la realidad de la historia de su pueblo y que la violenta imponiendo una cultura extraña a la naturaleza. Está jugando con fuego. De esta manera el presidente está contribuyendo a corromper, desde sus cimientos, la institución natural de la Familia en México, así como la niñez y la juventud.

El presidente Peña Nieto obedece a una política internacional creada por grandes organizaciones internacionales –ONU, UNICEF, Banco Mundial, OMS y otras más– y empresas trasnacionales que tienen como meta crear un nuevo orden mundial, un nuevo status quo, donde haya desaparecido la familia natural, donde exista el aborto libre, la eutanasia, las drogas y toda forma de anticoncepción. El proyecto es, a todas luces, demoniaco.

La pregunta es si después de todo lo que la ideología de género ha logrado permear en la cultura –gracias al lavado de cerebro que los medios de comunicación nos han hecho en las últimas décadas– habrá personas en el mundo capaces de reaccionar a esta imposición ideológica, a esta dictadura universal. ¿Nos quedaremos adormecidos y soñolientos mientras que la noche avanza, o seremos capaces de mantener encendida la lámpara de nuestra fe y atrevernos a alumbrar con ella la oscuridad?

El catolicismo y la carne

El aspecto más distintivo del cristianismo sobre otras religiones es la encarnación de Dios en la raza humana. Las demás religiones se escan...