Hoy el hombre católico parece estar en extinción. Fácilmente elige la cultura de la muerte antes que la cultura de la vida. Elige la tibieza y no la grandeza. La Iglesia ha perdido muchos varones. Alrededor del 60 o 70 por ciento de sus feligreses son mujeres, lo que nos hace preguntarnos ¿dónde están los caballeros? La mayoría de ellos no asisten a su iglesia y, en cambio, son moldeados por la cultura secular que los anima al adulterio y a la porno, al alcohol, a la anticoncepción y la vivencia de un amor subjetivo y de poco compromiso. Ello lleva sólo a desastres familiares.
Cuando una feminista lee el texto de San Pablo a los Efesios capítulo 5, piensa seguramente que es cierta la acusación a la Iglesia de ser patriarcal y machista. Frases. como estas: "El marido es cabeza de la mujer" y "Mujeres, sométanse a sus maridos", pueden aterrar a cualquiera que le guste moverse al ritmo del himno feminista. Sin embargo los textos de San Pablo son todo lo contrario a promover machos dictadores, egoístas e irresponsables.
La Palabra de Dios es muy exigente con el varón porque le recuerda que sea él cabeza de la mujer como Cristo es cabeza de la Iglesia. Es decir, pide a los maridos que amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia. Les pide que lo hagan con amor de sacrificio. Ningún texto bíblico es tan exigente para los varones como este. Ser cabeza de una mujer y unos hijos significa ser fuente de luz y guía, ser hombre de virtudes, ser principio de unidad y ser líder digno de ser seguido.
Felicidades a tantos varones comprometidos fuertemente con sus esposas y sus hijos, con sus parroquias y apostolados. Son ellos ejemplo de madurez y reciedumbre. Son ellos orgullo de nuestra Iglesia. Oremos para que más hombres conozcan a Dios y se dejen moldear por el Evangelio.
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