miércoles, 5 de junio de 2019

Arturo Zaldívar, la vida y el Espíritu

Arturo Zaldívar, desde enero de 2019 es presidente de la SCJN
El presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, ha escrito un artículo titulado "El derecho fundamental a interrumpir el embarazo", en el que sostiene que un bebé en gestación no es persona y, por lo tanto, el Estado no tutela sus derechos. La postura del ministro Zaldívar, además de ser contraria a la demostración científica de que el embrión es persona desde el momento de la concepción, contradice también al Espíritu Santo el cual, como decimos en el Credo, es Señor y dador de vida.

Para el presidente de la SCJN la calidad de vida seguramente se refleja en términos de salud y bienestar. Hoy se propone huir de toda molestia y sufrimiento y abrazar el ideal de la salud y la belleza como medidor de nuestra calidad de vida. La obsesión por la esbeltez, el auge de los gimnasios, las dietas y la comida orgánica, la industria cosmética y las cirugías estéticas proyectan nuevos valores. Se adora la vida joven y saludable para dar la ilusión de que los años no pasan. Esta es la vida que el espíritu del mundo defiende.

La defensa de la vida que hace el Espíritu Santo es muy diversa. En Pentecostés redescubrimos que la presencia del Espíritu de Dios se manifiesta, entre otras muchas formas, en la protección de la vida débil, la del embrión, la vida con discapacidad o amenazada. Siguiendo el principio bíblico de morir a uno mismo para que vivan los demás, el Espíritu Santo nos empuja a promover y custodiar la vida de los demás, tanto la física como la espiritual.

Nuestro modelo supremo es Jesús, quien murió para dar la vida al mundo y renunció a su gozo de vivir, para que el gozo de los demás fuera completo. Los cristianos defendemos la vida, no sólo por ser el derecho humano fundamental, sino por una última razón de fe: la vida humana está llamada a recibir la forma de Jesucristo, a la que Dios la ha destinado. Por ese motivo último decimos no a las drogas, no al aborto, ni a la eutanasia y sí a la vida.

Mientras que el artículo de Arturo Zaldívar adjudica al hombre el poder egoísta de decidir quiénes nacen y quiénes no, Pentecostés nos descubre la acción del Espíritu en muchos cristianos que saben mortificar su cuerpo renunciando a sus goces para ser generosos en aliviar el sufrimiento del cuerpo de sus hermanos, en todas sus formas: minusvalía, enfermedad, hambre, lepra, sida. El Espíritu Santo nos muestra en ellos que sólo se puede decir "sí" a los hermanos cuando estamos dispuestos a decir "no" a nosotros mismos. Es ello lo que humaniza y trae alegría a nuestro país.

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