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Mi columneja


8 de marzo y 19 de marzo
En el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, el feminismo radical celebra el día de las mujeres contra los hombres. Es vergonzoso ver cómo algunas, como hienas enloquecidas, buscando las cámaras, muestran sus cuerpos desnudos y pintarrajeados, gritan blasfemias e insultos a la sociedad y a la Iglesia Católica.

Mientras ellas promueven una guerra de sexos obedeciendo los principios de un marxismo cultural, muchos hombres han agachado la cabeza, como avergonzados de ser lo que son: varones. Temerosos de ofender a las leonas, muchos de ellos han cambiado su modelo de masculinidad por otro más débil de carácter en el que hay que parecer más afeminado. Es lo que quiere el nuevo marxismo: una sociedad de hombres mujerujos y de mujeres hombrujas donde todos seamos iguales.

¡Qué diferente es, en cambio, el 19 de marzo! Es el día de san José. La fiesta nos enseña la verdadera complementariedad del hombre con la mujer. Como esposo de la Virgen y padre adoptivo de Jesús, san José nos ofrece un equilibrado modelo de masculinidad en el que el rol del varón, a diferencia del rol femenino, es dar seguridad, bienestar, defender y custodiar a la esposa, a la familia y a la Iglesia. San José nos dice que nacer varón encierra una dignidad y una misión que vienen de Dios, y que no es un pecado, como hoy la cultura nos lo recalca.

El Popo y el infierno
Al ver el majestuoso y terrorífico espectáculo del volcán Popocatépetl en erupción el pasado lunes 18 de marzo, que sembró el pánico en las comunidades aledañas, no podemos dejar de imaginar la furia del infierno. ¿Se trata de un estado del alma o de un lugar? Hoy la teología concibe el infierno como un estado del alma, ya que todavía nuestros cuerpos no han resucitado. Pero a partir de la resurrección del último día, cuando las almas de toda la humanidad se reúnan con sus cuerpos, el infierno será un lugar, ya que la extensión de los cuerpos así lo exige por su misma naturaleza.

La Biblia describe el infierno como lugar de tormentos y fuego que no se extingue. Los Santos Padres de la Iglesia predicaron que se trata de un lugar de horror, desorden espantoso, ciudad del odio eterno y universal donde todos los condenados permanecerán en el ambiente más depravado y antipático que podamos imaginar, donde estarán las heces y la podredumbre de toda la humanidad.

Días antes de la erupción, un grupo de incautos alpinistas, poniendo su vida en peligro, llegó a la cima del Popo donde tomaron fotos del cráter, que apenas empezaba a humear. Al infierno nos acercamos por el pecado mortal, del cual podemos arrepentirnos mientras seamos viajeros en esta vida. Una vez que con la muerte el alma cruza el umbral de la eternidad, queda fosilizada en el fin que libremente eligió: con Dios o contra Dios.

Mirar al rostro
Mientras que los gobiernos municipal, estatal y federal miran hacia otra parte para evadir la mirada de tantos inmigrantes que están en la ciudad, la población civil, impulsada por la caridad, se atreve a mirar a la cara a los centroamericanos y caribeños que piden ayuda. Sí, los migrantes no son mercancía sin rostro que han invadido la ciudad; son personas humanas con nombres y apellidos concretos que buscan abrirse un futuro mejor.

Observemos que en la historia del evangelio del rico epulón y el mendigo que pedía limosna a su puerta, el rico no tiene nombre. Sólo el pobre aparece con su nombre y se llama Lázaro. Esto es muy significativo. Cuando no nos sentimos pobres ni necesitados, carecemos de rostro y de nombre delante de Dios. Solamente a aquellos que reconocen sus miserias y se sienten necesitados, Dios los conoce por su nombre, los mira con ternura y les abre un camino al Cielo.

La Cuaresma es ocasión propicia para mirar el rostro de los pobres. Los desequilibrios que tiene el mundo, tales como la migración, se deben en buena parte a que hemos dejado de mirar el rostro de los demás y así no los reconocemos como hermanos. Sigamos ayudando a los migrantes que encontremos. Quizá un día, cuando tengamos que emigrar de este mundo, ellos nos den la mano para llegar a las moradas eternas.

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