Ciudad Juárez se vistió de morena el domingo pasado. Así quedó manifiesto en las casillas electorales. La elección de Andrés Manuel López Obrador y Javier González Mocken es el efecto de un deseo profundo de cambio político y social, luego muchos años de insatisfacción con los partidos que nos gobernaron. El poder que tendrá el nuevo presidente de la república nos hace recordar los años del presidencialismo mexicano de hace unos años, donde el primer mandatario ostentaba un poder absoluto. Con mayoría en las dos cámaras legislativas, López Obrador tendrá un poder omnímodo, con pocas instituciones que le hagan contrapeso. Ante el nuevo panorama político que se abre en México, como católicos hemos de tener, a mi juicio, cuatro actitudes.
La primera es colaborar con todo lo positivo que venga de su gobierno. El presidente electo tiene, en su programa, propuestas interesantes como la de crear cortinas de desarrollo en diversos puntos del territorio nacional para darle oportunidades a las personas y evitar la migración forzada. Crear una sociedad más equitativa y menos corrupta son objetivos a los que los cristianos hemos de dar nuestra colaboración. La manera en cómo lo logrará se lo dejamos a él y a sus colaboradores, y será la sociedad civil --no la Iglesia-- la que se encargue de juzgar sus acciones a través de una prensa libre.
La segunda actitud cristiana es el rechazo a todo lo que sea moralmente inaceptable. El nuevo gobierno introducirá al país a navegar por las aguas de la izquierda política, y ello tiene sus peligros, así como las derechas tienen los suyos. Los gobiernos inspirados originalmente en el marxismo y después en los socialismos derivados de aquel, han sido gobiernos que niegan la Ley de Dios y la sustituyen por sus propias leyes. Cuando el hombre deja de creer en el Dios que se hizo hombre, empieza a creer en el hombre hecho dios.
Hoy, por ejemplo, la lucha de clases que inspiró el marxismo, con el tiempo se ha transformado en lucha de sexos. Impulsada por el feminismo radical y la ideología de género, la izquierda política es fuertemente impulsora de esta agenda en el mundo. De esa manera pretende construir una nueva sociedad combatiendo a la familia tradicional; cambiar la educación por el adoctrinamiento para aceptar la homosexualidad y el aborto libre; transformar la cultura y perseguir a la religión, especialmente a la Iglesia Católica, cuyos valores son, precisamente la familia, la vida y el matrimonio, entre otros.
La oración por el nuevo gobierno debe ser también una actitud permanente del cristiano. Los hombres que dirigen la sociedad no son dioses ni ángeles. Son propensos a cometer errores en sus decisiones, tienen ambiciones internas que deben combatir y muchas tentaciones qué superar. No podemos dejarlos solos. La Iglesia enseña que Dios estableció que el gobierno del mundo fuera a través de jerarquías. Oremos para que estas jerarquías funcionen en armonía con la Sabiduría que viene de lo Alto. No queremos que se corrompan y, en cambio, sirvan para edificar el bien común el cual, finalmente, está ordenado a conseguir la salvación eterna de las almas. Nuestra oración debe acompañar, desde ahora, al próximo gobierno lopezobradorista.
Finalmente, cultivemos un gran amor a nuestra Iglesia Católica y una escucha permanente de sus enseñanzas. En lo que concierne a la fe y a la moral, ella es luz de la Verdad y del bien, presencia segura de Jesucristo en el mundo. Por eso la Iglesia, cuando sea necesario, deberá emitir juicios sobre la moralidad de las acciones del próximo gobierno, así como lo ha hecho con los gobiernos anteriores. Pobre de nuestra sociedad si, entre tantos errores, no existiera la luz del Magisterio de la Iglesia, si en la confusión de tantos caminos perdidos no resonara la voz de la Iglesia, que es la misma voz de Jesucristo.
El pueblo de México eligió a Andrés Manuel López Obrador como su próximo presidente. Lo lamentan muchos de los que no votaron por él. En cambio quienes le dieron su voto tienen gran esperanza. Hay quienes, incluso, lo han convertido en una especie de deidad, en una encarnación de Huitzilopochtli. Evitemos los extremos y con nuestra fe católica por delante, avancemos hacia los tiempos que se aproximan, confiados en Jesús, que con su vara y su cayado nos dan seguridad; y en Santa María de Guadalupe que intercede por sus hijos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario