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Reconocer la hora de Dios

Ayer me visitó una señora que me narraba su experiencia espiritual. Llevaba muchos años lejos de Dios y había cometido una larga lista de pecados graves. Estuvo casada con un asesino y después se casó de nuevo. Ella comenzó a escuchar las predicaciones en audio del padre José Antonio Fortea sobre el infierno. Arrepentida de su pasado oscuro, no quiere la condenación para su vida. Anhela la salvación con una sed y hambre de Dios que me dejó impresionado.

"¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!’"(Mt 11,16)

Podemos ser como los muchachos que cuando Dios les toca la flauta y el pandero, no tienen interés en el juego. El Señor nos toca la flauta con miles de señales de amor para que entremos en una relación con él, nos invita constantemente a caminar hacia la santidad por la fe y las obras. Sin embargo con diversas excusas nos atrincheramos para resistir a su Palabra.

La señora que me visitó temía al infierno y eso la llevó a acercarse a Dios. Eso se llama atrición del corazón, es decir, por el miedo a la condenación nos acercamos a Dios. Lo perfecto es acercarnos a Él por el amor. La hora de Dios es, sobre todo, el gozo que nos trae el Evangelio. La hora de Dios es la alegría de saber que Jesús no se avergüenza de ser amigo de publicanos y pecadores. La hora de Dios es una fiesta que comienza hoy, no mañana.

Pidamos al Señor que no deje de dirigir su Palabra a nuestro corazón duro y obstinado. Que reconozcamos en este tiempo de Adviento la gracia que nos ofrece para entrar en su salvación.

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