H ay luto en la ciudad. La muerte ha visitado a numerosas familias. El rostro sombrío del Hades ronda especialmente en los hospitales donde también médicos y enfermeros, que luchan por salvar vidas, han terminado contagiados y algunos de ellos han perdido la batalla. Para las personas que mueren en casa no hay funeraria que los atienda y los cadáveres se pueden quedar hasta dos días dentro del hogar. Hay miedo a contaminarse, miedo a presentar dificultades para respirar y de que no haya hospital con camas disponibles. El dolor se multiplica cuando a un contagiado de Covid-19 se lo llevan al sanatorio. Muchos ya no regresan y se marchan sin tiempo para la despedida. A la familia se le avisa del estado del paciente y cuando les dan la noticia de que le será colocado un respirador, las esperanzas se derrumban porque saben que sólo dos de cada diez personas intubadas viven para contarlo. Los enfermos mueren solos, deseando quizá que algún médico o enfermera les brinde alguna palabra de ali...
Vida católica: frontera México-Estados Unidos