martes, 3 de septiembre de 2019

Marco y su opresión diabólica

A los demonios se les compara con serpientes. Estos reptiles son astutos, sigilosos, silenciosos, atacan por sorpresa y suelen ser venenosos. Así también es el enemigo de Dios. Hoy quiero contar la historia de un muchacho que conocí en días pasados, y que fue mordido por la Serpiente Antigua.

Marco (omito su verdadero nombre por motivos confidenciales), había estado en el Ejército de los Estados Unidos. Desde que dejó de pertenecer al Army se dedica a trabajar en una bodega en El Paso Texas. Aunque tiene los sacramentos de iniciación cristiana, él no es un católico practicante. En varias ocasiones visitó a una curandera porque se sentía "salado"; nada le salía bien. Marco piensa que su vida ha estado marcada por el fracaso; por eso recurrió a la curandera quien le hizo limpias con huevo y le puso un extraño paño rojo sobre el pecho.

Hoy Marco, a sus 32 años de edad, nunca ha usado drogas ni ha abusado del alcohol, ni tiene tatuajes en el cuerpo. El muchacho está desesperado porque, además de que lo que emprende nada le sale bien, tiene visiones y locuciones interiores. Sueña con demonios y tiene premoniciones. Asegura que, con sólo ver a los ojos de una persona, sabe si la persona está próxima a la muerte. Le ha sucedido con algunos familiares y personas conocidas. Sin estar deprimido, el muchacho ha pensado varias veces quitarse la vida. Ronda por su cabeza la idea del suicidio.

Aunque su problema de visiones y locuciones internas puede ser mental, le he sugerido que es preciso consultar con un neurólogo. No obstante afirma que las voces y ruidos que a veces escucha en casa, otras personas también las perciben.

Durante las oraciones de liberación que le hice, Marco se mostró en parte tranquilo. Al finalizarlas, me reveló que durante la oración sentía una opresión en el cuello y que tenía deseos de devolver el estómago. Decidí repetir las oraciones poniendo mi mano izquierda sobre su cabeza y la derecha sobre la parte posterior de su cuello. El muchacho agachó la cabeza y comenzó a hacer emitir extraños, parecidos al siseo de las serpientes, mientras que arrojaba saliva por el suelo. Al final lloró y me reveló que sentía una inmensa paz.

Creo que el problema de Marco puede deberse a su escasa práctica religiosa y a sus visitas a curanderos. A mi juicio se trata, no de una posesión, sino de una opresión demoniaca, es decir, de ataques de demonios desde su interior, provocándole visiones, locuciones y cierta obsesión por el suicidio. Continuaremos las sesiones de liberación de Marco, mientras que le he pedido que prepare una buena confesión de sus pecados. Es Jesús el que libera el alma de opresiones diabólicas, pero sobre todo la libera del peor mal de la humanidad y del triunfo de Satanás, que es el pecado.

Relato esta historia real no para suscitar la curiosidad o la morbosidad de las personas que leen estos artículos, sino para colaborar con Jesucristo en su misión de evidenciar al enemigo. Cuando el Señor vino a la tierra, fue tanta su santidad, su pureza y verdad, su humildad e inocencia, su caridad y el fuego del Espíritu, que Satanás se vio descubierto. La serpiente, que antes de la Encarnación del Hijo de Dios obraba casi inadvertida, con la presencia del Cristo no pudo esconderse más.

Los cristianos, especialmente los sacerdotes y teólogos, tenemos el deber de prolongar la misión de Cristo. Hemos de desenmascarar la presencia del Adversario de Dios. De otra manera, si lo ocultamos, si afirmamos que se trata sólo de un símbolo del mal y no de una persona real, o si negamos su existencia, estaremos colaborando con ese mismo Adversario para que siga actuando en la oscuridad. El papa Francisco y sus predecesores han enseñado que el diablo existe como ser personal. Lo que la Iglesia ha enseñado en veinte siglos está fuera de discusión.

La historia de Marco sirva para poner en evidencia a la Serpiente, y para advertir sobre las consecuencias de la ignorancia religiosa y de la brujería. Sirva también para orar, hacer penitencia y luchar contra el mal.

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