Mientras que se aproxima la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la república, los católicos este domingo celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey de Universo. Se trata de una gran fiesta que tiene sus orígenes hace muchos siglos, cuando el profeta Daniel tuvo una visión. Habló de una figura de hombre que recibía el trono y la dignidad de rey. Estaba anunciando a Jesucristo que vendría a establecer su reinado en la tierra, un reinado sereno con rostro humano y portador de paz.
Antes de hablar de esa figura de hombre, el profeta en su visión contempló a varios gobiernos, imperios y reyes que vendrían a gobernar la tierra. Pudo ver que esos reinados estaban representados, no por rostros humanos sino por fieras espantosas como un cruel león, el oso implacable, un leopardo dominante y una bestia de ferocidad indescriptible. Todos estos serían reinados deshumanizadores que contrastarían con la majestad, la serenidad y la hermosura del reinado del Hijo del hombre.
El próximo 1 de diciembre llegará el nuevo presidente al Palacio Nacional con todo el poder legislativo a su favor. El pueblo de México lo recibirá con la esperanza de encontrar en López Obrador un gobierno con rostro humano y no con la ferocidad de un tigre. Sin embargo hay signos preocupantes del nuevo gobierno que nos ponen en alerta, como son la despenalización del aborto, de las drogas y del horrendo crimen de la eutanasia. Un país donde crezca el número de fetos destrozados, de jóvenes drogadictos o de padres asesinados por sus hijos sería un país gobernado por una pantera rapaz y no por el espíritu humano de un gobernante sabio y prudente que busca amor y justicia para todos.
El poder puede convertir fácilmente a las personas en seres semejantes a las fieras. En América Latina han existido regímenes de izquierdas y de derechas que desaparecieron a muchas personas. Arbitrariedades del poder también en la Iglesia han ocurrido, en diversas épocas de la historia y aún en la nuestra, donde obispos y sacerdotes se han convertido en abusadores de personas a las que ellos debieron mostrar el dulce rostro del buen pastor. Cuando un servidor público -civil o eclesiástico- no tiene la presencia de Dios en su corazón, se puede transformar fácilmente en depredador de los demás. Nos preguntamos si la militarización de la policía anunciada por el próximo presidente dará al gobierno un rostro más humano o lo hará más semejante al oso y al leopardo.
David, el bendito rey de Israel, es un modelo para cualquier gobernante. Siendo monarca nunca se olvidó de ser súbdito de Dios; siendo pastor conservó la condición de oveja. La Iglesia Católica tiene en su santoral a modelos de reyes y jefes de Estado a los que nunca se les olvidó que su autoridad venía de Dios, y que su poder era para gobernar con rostro humano. San Esteban de Hungría, san Eduardo el Confesor, Margarita de Escocia, san Luis rey de Francia, Berta de Kent, Olaf de Noruega y, más recientemente, Giorgio La Pira y Carlos Abascal en México son ejemplos de servidores públicos que hallaron en Jesucristo el modelo para el servicio público.
En estas vísperas del 1 de diciembre oramos por Andrés Manuel López Obrador y su gabinete, para que nunca nos muestren la figura del león que destroza, sino que sean reflejo del rostro sereno de Aquel que no vino a ser servido sino a servir, y a dar su vida por todos.
Antes de hablar de esa figura de hombre, el profeta en su visión contempló a varios gobiernos, imperios y reyes que vendrían a gobernar la tierra. Pudo ver que esos reinados estaban representados, no por rostros humanos sino por fieras espantosas como un cruel león, el oso implacable, un leopardo dominante y una bestia de ferocidad indescriptible. Todos estos serían reinados deshumanizadores que contrastarían con la majestad, la serenidad y la hermosura del reinado del Hijo del hombre.
El próximo 1 de diciembre llegará el nuevo presidente al Palacio Nacional con todo el poder legislativo a su favor. El pueblo de México lo recibirá con la esperanza de encontrar en López Obrador un gobierno con rostro humano y no con la ferocidad de un tigre. Sin embargo hay signos preocupantes del nuevo gobierno que nos ponen en alerta, como son la despenalización del aborto, de las drogas y del horrendo crimen de la eutanasia. Un país donde crezca el número de fetos destrozados, de jóvenes drogadictos o de padres asesinados por sus hijos sería un país gobernado por una pantera rapaz y no por el espíritu humano de un gobernante sabio y prudente que busca amor y justicia para todos.
El poder puede convertir fácilmente a las personas en seres semejantes a las fieras. En América Latina han existido regímenes de izquierdas y de derechas que desaparecieron a muchas personas. Arbitrariedades del poder también en la Iglesia han ocurrido, en diversas épocas de la historia y aún en la nuestra, donde obispos y sacerdotes se han convertido en abusadores de personas a las que ellos debieron mostrar el dulce rostro del buen pastor. Cuando un servidor público -civil o eclesiástico- no tiene la presencia de Dios en su corazón, se puede transformar fácilmente en depredador de los demás. Nos preguntamos si la militarización de la policía anunciada por el próximo presidente dará al gobierno un rostro más humano o lo hará más semejante al oso y al leopardo.
David, el bendito rey de Israel, es un modelo para cualquier gobernante. Siendo monarca nunca se olvidó de ser súbdito de Dios; siendo pastor conservó la condición de oveja. La Iglesia Católica tiene en su santoral a modelos de reyes y jefes de Estado a los que nunca se les olvidó que su autoridad venía de Dios, y que su poder era para gobernar con rostro humano. San Esteban de Hungría, san Eduardo el Confesor, Margarita de Escocia, san Luis rey de Francia, Berta de Kent, Olaf de Noruega y, más recientemente, Giorgio La Pira y Carlos Abascal en México son ejemplos de servidores públicos que hallaron en Jesucristo el modelo para el servicio público.
En estas vísperas del 1 de diciembre oramos por Andrés Manuel López Obrador y su gabinete, para que nunca nos muestren la figura del león que destroza, sino que sean reflejo del rostro sereno de Aquel que no vino a ser servido sino a servir, y a dar su vida por todos.
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