Por cuestiones de gustos musicales nunca fui fan de Juan Gabriel. Su música sólo la tolero. Sin embargo hay una parte muy humana de su vida que me llena de admiración. Juan Gabriel tenía todo para ser un perdedor: vivió en la pobreza, su padre que se volvió loco, su madre lo rechazaba, las burlas y los desprecios -aún de sus propios hermanos- por su particular amaneramiento, la soledad y la cárcel. ¿Qué fue lo que hizo que Alberto Aguilera no terminara en las drogas, o en los oscuros mundos depresivos que provoca vivir del aplauso y en medio de los excesos de una vida artística frívola, como sucede con tantas personas del medio del espectáculo?
Aguilera tuvo la gracia de encontrar a un hombre llamado Juan Contreras, un artesano que lo enseñó a trabajar y quien le hizo ver que su vida era valiosa. Encontró también a Andrés Puentes Vargas, director de la prisión de Lecumberri, donde el cantante estuvo preso, quien junto con su esposa creyeron en él, lo pusieron en libertad y lo presentaron a Queta Jiménez -la Prieta Linda-, que luego lo recomendó con la disquera RCA para grabar sus primeros discos.
Nada más estimulante que encontrar personas en nuestra vida que nos hagan ver que somos valiosos por dentro. Encontrar un guía espiritual es uno de los regalos más grandes que Dios nos puede hacer. Fue lo que Jesús de Nazaret hizo con sus apóstoles, al transformarlos de simples pescadores a ardientes Apóstoles, destinados a llevar el más sublime mensaje a toda la tierra. Quien tiene a un amigo, un director espiritual, un consejero o un guía que lo ayude a sacar lo mejor de sí mismo, ha encontrado un tesoro inigualable. Juan Gabriel, más tarde, desarrolló la misma mirada compasiva que otros tuvieron hacia él, y sacó a muchos cantantes del anonimato para convertirlos en grandes luminarias del espectáculo.
María, esperanza en la devastación
El huracán Harvey barrió con Houston y con otras poblaciones de Texas, el fin de semana pasado, provocando grandes incendios e inundaciones severas. La familia Rojas tuvo que evacuar su hogar al oeste de Corpus Christi antes de que Harvey azotara su pueblo, y quedaron devastados cuando supieron que el fuego había destruido su casa completamente. Hubo, curiosamente, sólo dos cosas que permanecieron intactas: dos estatuas de la Virgen María. “Algunos culpan a Dios, y otros al huracán, pero las únicas cosas que sobrevivieron a la destrucción fueron objetos sagrados”, dijo Nataly Rojas a un reportero. También expresó su gratitud por la oportuna evacuación de su familia, y reconoció que la Virgen María es un signo de esperanza para sus seres queridos en medio del dolor.
Seguramente hay personas que estarán pasando por una crisis de fe por lo ocurrido en el oeste de Texas la semana pasada. Habrá quien se pregunte cómo Dios permitió que murieran seres humanos en esta tragedia y se salvaran estatuas de la Virgen. Hay quienes cuestionan en qué clase de Dios creemos los cristianos, que consiente que sus hijos pierdan sus hogares mientras que él preserva las imágenes sagradas. Pensar así es razonable para un no creyente, pero no para un cristiano.
Los cristianos no pretendemos tener resuelto todo el misterio de la presencia del mal en el mundo. Pero lo que sí sabemos con certeza es que Dios gobierna el mundo respetando las leyes naturales que él creó, y que el hombre, con su pecado, hirió. Por eso la creación gime como con dolores de parto, esperando ser liberada de la corrupción (Rom 8, 22-25). Mientras estemos presentes en el mundo, tendremos que llevar el peso de las enfermedades, cataclismos naturales y otros males que nos afligen. Cuando somos víctimas de estos males miramos al Crucificado, quien tampoco fue librado de la muerte en Cruz por el Padre celestial. Los cristianos unimos nuestras cruces a la Cruz de Jesús para que nuestro sufrimiento sea redentor.
Las estatuas de la Virgen que quedaron de pie después del paso de Harvey por tierras de Texas son, para nosotros, un recuerdo de lo acontecido en el Calvario, donde estaba María junto a la Cruz, ofreciendo al Hijo en Sacrificio por la salvación de la humanidad. Son también un estímulo a contemplar al Crucifijo, en la esperanza de que, al final de la historia, las fuerzas del mal no prevalecerán, y sólo el amor redentor triunfará.
Cambios alimenticios
En el Seminario de Ciudad Juárez ha causado revuelo el régimen alimenticio al que los seminaristas están siendo sometidos. Porciones limitadas en las comidas, cuenta de calorías, colaciones entre comidas a base de frutas y clausura de la tienda donde antes se vendían refrescos, papas fritas y otras comidas chatarra. Además los candidatos al sacerdocio tienen ahora programas de entrenamiento físico impartidos por especialistas. El resultado es que ahora muchos de ellos empiezan a ponerse pantalones de tallas que antes no les quedaban y, lo más importante, es que están motivándose a cambiar hábitos para cuidar su cuerpo, templo del Espíritu Santo.
Mientras eso sucede, no faltan en el presbiterio los sacerdotes que ingresan al hospital por enfermedades desarrolladas por malos hábitos alimenticios. Hoy la obesidad se ha hecho un problema en la salud de nuestros curas. ¿De qué sirve que pidamos a Dios por la salud de nuestros sacerdotes cuando ellos mismos no cuidan su alimentación? A Dios se le ruega, pero también hay que darle una mano. La mejor respuesta a la oración del 'populo Dei' por la salud de sus guías espirituales es, justamente, los cambios en los hábitos alimenticios y de cuidado físico de quienes recibirán las órdenes sagradas en los próximos años.
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