Ir al contenido principal

Ricos y pobres en la Iglesia

Cristianos de ayer, cristianos de hoy

El cristianismo es una religión que ha conquistado a personas de todos los estratos sociales, desde gente culta y gente ignorante, desde personajes de gran influencia social como políticos, artistas y escritores, hasta los mortales de las clases más humildes. Así fue en la vida de las primeras comunidades cristianas y así sigue siendo hoy. Cristo Jesús sigue siendo el gran seductor de almas de toda clase y condición para crear la fraternidad.

Cuando el historiador Plinio el Joven rindió su informe al emperador Trajano sobre la vida de los cristianos en las comunidades de Asia Menor, le dijo que encontró fieles de todas las edades, desde jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, esclavos y ciudadanos romanos. Señaló que aquellos cristianos eran muy numerosos y de diversa procedencia social.

Aunque la gente de condición humilde fue la primera en acoger el Evangelio, pronto los vestidos de lana de los esclavos se rozaban con los trajes de la gente noble del imperio. Ya desde el siglo II empezó a haber cristianos en la corte del emperador y en la guardia imperial. Nombres como el del cónsul Clemente y Domitila, su esposa; Carpóforo, Evelpisto y Apolonio mártir; miembros de la familia noble de los Pomponii fueron cristianos que trabajaron en la casa del César.

Lo maravilloso de aquel escenario del siglo II fue que todos aprendieron a reconocerse como hermanos. Mientras que la sociedad romana había levantado muros entre las clases sociales, los cristianos fueron aboliendo dichas defensas. Aquila y Priscila tenían una casa en Roma y otra en Éfeso para acoger a la iglesia local. Lo inexplicable para los paganos de la época fue que amos y esclavos, patricios y libertos, ricos y pobres, comenzaron a llamarse 'hermanos'.

Las familias cristianas acomodadas crearon fondos de ayuda para proveer a las necesidades de los hermanos. Había que sostener a los huérfanos y a las viudas de las comunidades. Había grandes diferencias entre los ricos y los pobres del imperio romano, pero la fraternidad cristiana hacía que, en las diversas comunidades, se buscara repartir en justo equilibrio. Describía san Justino: "Quienes están en la abundancia y quieren dar, dan libremente, cada cual lo que quiere, para asistir a los huérfanos, a la viudas, a los enfermos, a los pobres, a los prisioneros, a los huéspedes y a todos los que están necesitados".

Jesús de Nazaret vino a romper las barreras sociales. Pío y Calixto habían sido esclavos y llegaron a ser obispos de Roma. Imaginemos a las familias nobles de la época, como los Pomonii y los Caecilii recibiendo la bendición de un papa que llevaba en su cuerpo la marca de su viejo amo. Así era y así es la fuerza del Evangelio que conquista el corazón de los hombres y funde los estratos de la sociedad en una comunión de hermanos.

Hoy en la Iglesia -por supuesto en nuestra diócesis- también Jesús continúa derribando prejuicios clasistas y hace que nos tratemos con la dignidad de hermanos. En nuestra Iglesia diocesana existen personas inmensamente ricas que han construido parroquias completas y que han hecho obras de remodelación de instituciones católicas como el Seminario y la Casa del Migrante. Muchas mujeres que trabajan como empleadas domésticas son tratadas con amor y respeto por sus patrones.

Hay agrupaciones cristianas de hombres de negocios que aplican la Doctrina Social de la Iglesia en sus empresas, y ponen en práctica la responsabilidad social. Empresas y particulares aportan sus donativos para obras de caridad como el Centro de Ayuda para la Mujer o el Asilo de Ancianos Santa María. Los ejemplos son muy abundantes. Pero además los ricos reciben la bendición, la absolución y los consejos para su vida espiritual por parte de obispos y sacerdotes que, por lo general, vienen de clases pobres.

Cristo Jesús ha demostrado que el camino para construir una sociedad cada vez más justa es la fraternidad que proclama el Evangelio. El Señor nos ha enseñado a reconocer su presencia en cada hombre que sufre en el alma y en el cuerpo. "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25.40).

El camino para crear una sociedad cada vez más en armonía es la fraternidad cristiana: que los que tienen más, creen las oportunidades para que los pobres puedan tener mejores condiciones de vida. Otras recetas para crear justicia social no toman en cuenta el dato originario de que Dios nos hizo iguales en dignidad y en derechos, pero no en talentos y capacidades. Por ello siempre habrá quienes tengan más recursos y quienes tengan menos. 

La caridad es la llave para vivir en un auténtico progreso. Abolir las diferencias entre ricos y pobres a través de la lucha de clases es un camino que violenta la naturaleza humana, y cuyas consecuencias las vemos hoy en Venezuela.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Católicos y rituales paganos

La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...

La muerte del padre Rafael, mi vicario

La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...

Sanación del árbol genealógico

En las últimas décadas diversos grupos y personas en la Iglesia hacen oración para limpiar de pecados su árbol genealógico. Esta práctica es llamada "sanación intergeneracional". Incluso hay sacerdotes que la promueven haciendo misas con ese propósito. Es un grave error. Algunas conferencias episcopales como la de Francia y de Polonia, y ahora la española, se han pronunciado en contra de esta falsa doctrina y pésima práctica. Conocida también como la "sanación del árbol genealógico", la sanación intergeneracional tuvo su origen en los escritos del misionero y terapeuta anglicano Kenneth McAll, quien trató de hacer una conexión entre ciertas enfermedades y las fuerzas del mal. En ámbito católico fueron John Hampsch y Robert DeGrandis quienes popularizaron la práctica en grupos carismáticos. Según estos autores, existen pecados no perdonados, cometidos por los antepasados de una persona, que hoy tienen efectos perniciosos en sus descendientes y que se manifiestan a tr...