La pregunta: Padre, soy mamá de tres hijos jóvenes y con tristeza observo que muchas personas, sobre todo ellos, los jóvenes, viven indiferentes a la religión. Lo digo también por mis hijos que no se interesan en la Iglesia. Siento que para muchos muchachos no es algo importante en sus vidas. Nosotros los mayores somos más creyentes y vamos más a misa. En mi parroquia veo más personas mayores que jóvenes. Veo que los valores se están perdiendo y a veces pienso que la religión es algo que va a desaparecer, y esto me da angustia porque digo ¿hacia dónde va el mundo sin Dios? ¿Qué piensa usted, padre y cómo me puede iluminar?
Padre Hayen: entiendo que haya muchos jóvenes que hoy no se interesen por la religión. Cuando se entra en la adolescencia y en la juventud muchos pierden el interés por las cosas de Dios porque puede parecer aburrido. Además es la edad en que las pasiones brotan fuertemente, se quiere explorar el mundo y hay fuertes tentaciones hacia el mal. Y claro, Dios se puede ver como un aguafiestas que nos restringe la diversión.
Sin embargo, por más ruido, diversión y distracciones que llenen nuestros días, en el corazón del hombre habrá siempre una nostalgia por el infinito, un anhelo de lo eterno que tarde o temprano se manifestará. Nuestros corazones se hicieron para Dios -parafraseando a san Agustín- y siempre estarán inquietos y agitados hasta que descansen en él. Por más que se niegue la existencia de Dios, o que se viva indiferente a Él, las preguntas por el sentido de la vida volverán a martillar nuestro corazón: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí en este mundo? ¿Quién decidió mi concepción y nacimiento? ¿Hacia dónde va la vida? ¿Qué sentido tiene todo? ¿Por qué existe el mal? ¿Dónde puedo encontrar la verdadera felicidad? ¿Qué habrá después de la muerte? Son preguntas que nunca dejarán en paz a la humanidad y que sólo las religiones pueden dar las respuestas. No hacerse esas preguntas y evadir las respuestas no es de hombres.
No existe ningún período de la historia en que el hombre haya caminado sin religión. Tú piensas que eso se está terminando en los tiempos en que vivimos, y que tus hijos crecerán como animalejos que sólo comen, se reproducen y mueren. No creas que eso será así toda la vida. Llegará el día, tarde o temprano, en que ellos se harán las preguntas sobre el sentido de su vida. Es cierto que hoy ha aumentado el número de personas no creyentes, pero la religión está inscrita en nuestros genes, y por más que se niegue la existencia de Dios, tarde o temprano vuelven a surgir las preguntas sobre el sentido de la vida y la necesidad imperiosa en encontrar las respuestas. Y las respuestas no pueden venir de la ciencia, sino de la teología, es decir, del estudio de la existencia y de las cosas de Dios.
Hoy tus hijos no quieren saber nada de Dios. El ambiente se ha vuelto tan ruidoso y son tantas las cosas que distraen y las diversiones, que muchos jóvenes no encuentran silencio para hacerse esas preguntas de fuego. Pero te aseguro que ellos terminarán haciéndose las preguntas y buscarán el sentido de sus vidas, ya sea dentro de poco tiempo o cuando estén en su lecho de muerte. Yo me hice esas preguntas cuando era adolescente y empecé una búsqueda que me trajo hasta el sacerdocio.
Padre Hayen: entiendo que haya muchos jóvenes que hoy no se interesen por la religión. Cuando se entra en la adolescencia y en la juventud muchos pierden el interés por las cosas de Dios porque puede parecer aburrido. Además es la edad en que las pasiones brotan fuertemente, se quiere explorar el mundo y hay fuertes tentaciones hacia el mal. Y claro, Dios se puede ver como un aguafiestas que nos restringe la diversión.
Sin embargo, por más ruido, diversión y distracciones que llenen nuestros días, en el corazón del hombre habrá siempre una nostalgia por el infinito, un anhelo de lo eterno que tarde o temprano se manifestará. Nuestros corazones se hicieron para Dios -parafraseando a san Agustín- y siempre estarán inquietos y agitados hasta que descansen en él. Por más que se niegue la existencia de Dios, o que se viva indiferente a Él, las preguntas por el sentido de la vida volverán a martillar nuestro corazón: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí en este mundo? ¿Quién decidió mi concepción y nacimiento? ¿Hacia dónde va la vida? ¿Qué sentido tiene todo? ¿Por qué existe el mal? ¿Dónde puedo encontrar la verdadera felicidad? ¿Qué habrá después de la muerte? Son preguntas que nunca dejarán en paz a la humanidad y que sólo las religiones pueden dar las respuestas. No hacerse esas preguntas y evadir las respuestas no es de hombres.
No existe ningún período de la historia en que el hombre haya caminado sin religión. Tú piensas que eso se está terminando en los tiempos en que vivimos, y que tus hijos crecerán como animalejos que sólo comen, se reproducen y mueren. No creas que eso será así toda la vida. Llegará el día, tarde o temprano, en que ellos se harán las preguntas sobre el sentido de su vida. Es cierto que hoy ha aumentado el número de personas no creyentes, pero la religión está inscrita en nuestros genes, y por más que se niegue la existencia de Dios, tarde o temprano vuelven a surgir las preguntas sobre el sentido de la vida y la necesidad imperiosa en encontrar las respuestas. Y las respuestas no pueden venir de la ciencia, sino de la teología, es decir, del estudio de la existencia y de las cosas de Dios.
Hoy tus hijos no quieren saber nada de Dios. El ambiente se ha vuelto tan ruidoso y son tantas las cosas que distraen y las diversiones, que muchos jóvenes no encuentran silencio para hacerse esas preguntas de fuego. Pero te aseguro que ellos terminarán haciéndose las preguntas y buscarán el sentido de sus vidas, ya sea dentro de poco tiempo o cuando estén en su lecho de muerte. Yo me hice esas preguntas cuando era adolescente y empecé una búsqueda que me trajo hasta el sacerdocio.
¿Qué más te puedo decir, hija mía? Haz que tu vida, tus palabras y, sobre todo, tus ejemplos ayuden a tus hijos a cuestionarse lo que significa ser hombres. Si tú has encontrado a Dios, refléjalo en tu estilo de vida siendo feliz, porque quien se acerca a Él no podrá andar triste. Y siempre encomienda a tus hijos al buen Dios, que Él se encargará de un día de manifestarse a ellos, a fin de que lo conozcan y lo amen. Recibe, de mi parte, un fuerte abrazo y bendición.
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