La voluntad de Dios para ti
(Rosemary Scott)
Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el Señor se vengará de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad. (1Tes 4, 3-7).
Oración: Dulcísimo Jesús, déjame renunciar a toda impureza; permíteme ser siempre un extraño a los deseos de la carne y a la lujuria de la tierra, que combaten contra el alma; y con tu ayuda, concédeme preservar la castidad sin mancha.
Oración: Dulcísimo Jesús, déjame renunciar a toda impureza; permíteme ser siempre un extraño a los deseos de la carne y a la lujuria de la tierra, que combaten contra el alma; y con tu ayuda, concédeme preservar la castidad sin mancha.
La voluntad de Dios para sus hijos es que sean santos y se abstengan de la inmoralidad. Es lo que Él quiere para nosotros, y nos ofrece la gracia para realizarlo en nuestras vidas. Ya sea que hayas buscado satisfacerte en la impureza durante algunos días o durante algunas décadas, y sin importar qué tanto te has hundido en el vicio, Nuestro Señor te sigue amando y quiere que seas puro, y puede ayudarte a obtener la santidad en tu vida. ¡Nada es imposible para Dios!
Quizá tú abrigas la esperanza de que estos abusos no sean, en realidad, pecados, y de que puedes así continuar con ellos. Podrás preguntarte: ¿Dónde la Biblia lo condena? Bien, pues el Libro del Sirácide condena los pecados solitarios de impureza: El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase (Eclo 23,16-17). También dice el Catecismo de la Iglesia:
“Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado’. ‘El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine’. Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de ‘la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero” (no. 2352).
Dios no hizo el acto sexual para nuestra gratificación egoísta, sino para ser utilizado dentro de los límites del matrimonio para dos fines: la procreación de los hijos y la unión del marido y la mujer en una sola carne. El placer que lo acompaña no es, entonces, un fin en sí mismo. El tocar tu cuerpo con impureza y el deleitarte viendo imágenes indecentes es dar un uso distorsionado y egoísta al regalo de la sexualidad que Dios te dio; es hacer del placer un fin en sí mismo, ignorando los verdaderos fines de la función sexual.
San Pablo no deja espacio para justificar nuestro pecado cuando decimos “no está mal” o “quizá no es un pecado”, o “esta será la última vez y ya nunca lo volveré a hacer”. Escribe Pablo en otro lugar:
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.
¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo (1Cor 6, 15-20).
Esta es la razón por la que tenemos que poseer nuestros cuerpos en santidad y en honor; ¡no son nuestros! Pertenecen a nuestro Creador, y son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo. Los pecados contra la pureza profanan el templo de Dios y son una especie de sacrilegio.
San Pablo también nos dice que hemos muerto al pecado en el Bautismo, y por eso no debemos continuar cometiéndolo habitualmente. El Bautismo, por el que morimos al pecado y somos hechos un cuerpo con Cristo, nos obliga a mortificar en nosotros todo placer sensual… Esta es la enseñanza de san Pablo:
Nosotros que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos vivir más en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom 6,2-4).
La inmersión en el Bautismo representa, entonces, muerte al pecado y a la concupiscencia que nos lleva a pecar. La salida de las aguas bautismales tipifica la novedad de vida que nos hace compartir en la vida de Cristo resucitado. De aquí que nuestro bautismo nos obliga a mortificar la concupiscencia que ha permanecido en nosotros, y a imitar a nuestro Señor, quien por la crucifixión de su carne mereció para nosotros la gracia de crucificar la nuestra. Los clavos con los que crucificamos nuestra carne son los varios actos de mortificación que hacemos.
Dios quiere que sus hijos bautizados sean santos y puros ante Él; no sólo en el futuro del Cielo luego de una estancia en el Purgatorio, sino ahora mismo. Si Él lo quiere, él también nos dará la gracia suficiente para lograrlo. Aunque tú estés metido en la impureza, tu santificación sigue siendo la voluntad de Dios, y ésta es posible si tú te sometes a Él y mortificas tus pasiones. ¡”Tú puedes volverte puro con la gracia de Dios!
¿Qué debe entonces hacer un cristiano con los pecados que van contra la pureza? Comienza considerando tus promesas bautismales, esas promesas que hiciste (o que tus padres hicieron en tu nombre) cuando moriste al pecado en el Bautismo. Sus formas tradicionales dicen: “¿Renuncias a Satanás? ¿Renuncias a todas sus seducciones? ¿Renuncias a todas sus vanidades? (hoy “vanidades” significa a veces “promesas vacías”). Una versión alternativa más nueva de las promesas bautismales dice:
¿Rechazas el pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
¿Rechazas las seducciones del mal y renuncias a dejarte gobernar por el pecado?
¿Rechazas a Satanás, padre del pecado y príncipe de las tinieblas?
Cada pregunta debe ser contestada de manera afirmativa. Es la única actitud que un Cristiano puede tomar hacia el pecado: ¡Recházalo! La pornografía es obra de Satanás: ¡renuncia a ella! Sus seducciones son obra del mal: ¡Recházala en el nombre del Señor! Rechaza ser manejado por el pecado, elige vivir, en cambio, una vida de libertad de los Hijos de Dios, con su gracia.
La Iglesia quiere que sus hijos renueven sus promesas bautismales cada Pascua, y también en otras ocasiones. Tú podrás renovarlas hoy, específicamente rechazando todo pecado contra la pureza. Es recomendable que te bendigas con agua bendita y renueves tus promesas, en recuerdo de tu Bautismo. Si no es posible, de cualquier manera renuévalas ahora y utiliza el agua bendita. No retrases esto, no sea que lo olvides.
Compromiso: Renueva tus promesas bautismales. Pide al Señor que deshaga en ti todo apego al pecado en tu corazón, y pide la gracia de permanecer fiel a tus promesas, desde hoy en adelante. Memoriza el texto de 1Cor 6,15-20 (arriba citado) y recita este texto para ti mismo cuando estés envuelto en tentaciones contra la pureza. Continúa en tus compromisos desde las últimas tres meditaciones; permanece cercano a Jesús, y ora con confianza filial a la Virgen, dos veces al día, y rechaza las mentiras que te mantuvieron esclavizado al pecado.
San Pablo apóstol, ruega por nosotros.
Mide tu progreso: desde que hice la última meditación,
Cuántas veces:
a. Deliberadamente me toqué impuramente al despertar
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
b. Deliberadamente vi fotografías o películas indecentes
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
c. Cometí actos impuros solo o con otras personas
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
d. Deliberadamente me deleité en pensamientos impuros
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
e. ¿Cuándo fue la última vez que fui a la Confesión? __________________
Quizá tú abrigas la esperanza de que estos abusos no sean, en realidad, pecados, y de que puedes así continuar con ellos. Podrás preguntarte: ¿Dónde la Biblia lo condena? Bien, pues el Libro del Sirácide condena los pecados solitarios de impureza: El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase (Eclo 23,16-17). También dice el Catecismo de la Iglesia:
“Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado’. ‘El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine’. Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de ‘la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero” (no. 2352).
Dios no hizo el acto sexual para nuestra gratificación egoísta, sino para ser utilizado dentro de los límites del matrimonio para dos fines: la procreación de los hijos y la unión del marido y la mujer en una sola carne. El placer que lo acompaña no es, entonces, un fin en sí mismo. El tocar tu cuerpo con impureza y el deleitarte viendo imágenes indecentes es dar un uso distorsionado y egoísta al regalo de la sexualidad que Dios te dio; es hacer del placer un fin en sí mismo, ignorando los verdaderos fines de la función sexual.
San Pablo no deja espacio para justificar nuestro pecado cuando decimos “no está mal” o “quizá no es un pecado”, o “esta será la última vez y ya nunca lo volveré a hacer”. Escribe Pablo en otro lugar:
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.
¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo (1Cor 6, 15-20).
Esta es la razón por la que tenemos que poseer nuestros cuerpos en santidad y en honor; ¡no son nuestros! Pertenecen a nuestro Creador, y son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo. Los pecados contra la pureza profanan el templo de Dios y son una especie de sacrilegio.
San Pablo también nos dice que hemos muerto al pecado en el Bautismo, y por eso no debemos continuar cometiéndolo habitualmente. El Bautismo, por el que morimos al pecado y somos hechos un cuerpo con Cristo, nos obliga a mortificar en nosotros todo placer sensual… Esta es la enseñanza de san Pablo:
Nosotros que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos vivir más en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom 6,2-4).
La inmersión en el Bautismo representa, entonces, muerte al pecado y a la concupiscencia que nos lleva a pecar. La salida de las aguas bautismales tipifica la novedad de vida que nos hace compartir en la vida de Cristo resucitado. De aquí que nuestro bautismo nos obliga a mortificar la concupiscencia que ha permanecido en nosotros, y a imitar a nuestro Señor, quien por la crucifixión de su carne mereció para nosotros la gracia de crucificar la nuestra. Los clavos con los que crucificamos nuestra carne son los varios actos de mortificación que hacemos.
Dios quiere que sus hijos bautizados sean santos y puros ante Él; no sólo en el futuro del Cielo luego de una estancia en el Purgatorio, sino ahora mismo. Si Él lo quiere, él también nos dará la gracia suficiente para lograrlo. Aunque tú estés metido en la impureza, tu santificación sigue siendo la voluntad de Dios, y ésta es posible si tú te sometes a Él y mortificas tus pasiones. ¡”Tú puedes volverte puro con la gracia de Dios!
¿Qué debe entonces hacer un cristiano con los pecados que van contra la pureza? Comienza considerando tus promesas bautismales, esas promesas que hiciste (o que tus padres hicieron en tu nombre) cuando moriste al pecado en el Bautismo. Sus formas tradicionales dicen: “¿Renuncias a Satanás? ¿Renuncias a todas sus seducciones? ¿Renuncias a todas sus vanidades? (hoy “vanidades” significa a veces “promesas vacías”). Una versión alternativa más nueva de las promesas bautismales dice:
¿Rechazas el pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
¿Rechazas las seducciones del mal y renuncias a dejarte gobernar por el pecado?
¿Rechazas a Satanás, padre del pecado y príncipe de las tinieblas?
Cada pregunta debe ser contestada de manera afirmativa. Es la única actitud que un Cristiano puede tomar hacia el pecado: ¡Recházalo! La pornografía es obra de Satanás: ¡renuncia a ella! Sus seducciones son obra del mal: ¡Recházala en el nombre del Señor! Rechaza ser manejado por el pecado, elige vivir, en cambio, una vida de libertad de los Hijos de Dios, con su gracia.
La Iglesia quiere que sus hijos renueven sus promesas bautismales cada Pascua, y también en otras ocasiones. Tú podrás renovarlas hoy, específicamente rechazando todo pecado contra la pureza. Es recomendable que te bendigas con agua bendita y renueves tus promesas, en recuerdo de tu Bautismo. Si no es posible, de cualquier manera renuévalas ahora y utiliza el agua bendita. No retrases esto, no sea que lo olvides.
Compromiso: Renueva tus promesas bautismales. Pide al Señor que deshaga en ti todo apego al pecado en tu corazón, y pide la gracia de permanecer fiel a tus promesas, desde hoy en adelante. Memoriza el texto de 1Cor 6,15-20 (arriba citado) y recita este texto para ti mismo cuando estés envuelto en tentaciones contra la pureza. Continúa en tus compromisos desde las últimas tres meditaciones; permanece cercano a Jesús, y ora con confianza filial a la Virgen, dos veces al día, y rechaza las mentiras que te mantuvieron esclavizado al pecado.
San Pablo apóstol, ruega por nosotros.
Mide tu progreso: desde que hice la última meditación,
Cuántas veces:
a. Deliberadamente me toqué impuramente al despertar
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
b. Deliberadamente vi fotografías o películas indecentes
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
c. Cometí actos impuros solo o con otras personas
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
d. Deliberadamente me deleité en pensamientos impuros
_____0 _____1 _____2 _____3 o más veces
e. ¿Cuándo fue la última vez que fui a la Confesión? __________________
f. ¿Cuándo fue la última vez que asistí a la Santa Misa?________________
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