Desterrar la envidia: los gastos innecesarios pueden surgir cuando vivimos muy pendientes de lo que tienen los demás y que nosotros no tenemos. Es una fuente continua de sufrimientos. Cuando nos comparamos con otras personas y deseamos tener el coche que ellos tienen; cuando vivimos en una competencia social y no podemos quedarnos atrás en gastar en restaurantes, ropa, viajes o fiestas, es entonces cuando no sabemos ser felices con lo que Dios, en su Providencia, nos ha dado para vivir. Así fácilmente podemos terminar endeudados y con serios problemas económicos. Para salir de la envidia hay que practicar la caridad, es decir, el desear y hacer el bien al prójimo en todo momento. Dios nos va a bendecir.
Combatir la avaricia: tener la aspiración a prosperar económicamente es algo legítimo, incluso deseable. Sin embargo los bienes materiales se convierten en un peligro cuando el hombre, en vez de vivir confiado en la Providencia de Dios, hace de las riquezas la razón de su vida, perdiendo la fe y cayendo en la idolatría del dinero, en el cual se busca la seguridad que solamente Dios puede dar. De esta manera las personas pueden endeudarse, meterse en negocios riesgosos o, lo que es peor, en negocios ilícitos que fácilmente conducen a la perdición eterna. O bien, muchos viven en un estrés continuo por la carrera del dinero, descuidando lo más precioso que es la paz interior y la familia. Para salir de esta tentación es necesario practicar la pobreza interior, que consiste en tener una actitud humilde de esperar la salvación que viene de Dios y no de las riquezas mundanas. Pero además la práctica de dar con gusto de nuestros bienes a otras personas que lo necesiten; es lo que se llama generosidad.
Hacer la guerra a la lujuria: hoy el sexo se explota a través de la industria de la pornografía, los anticonceptivos y hasta el aborto. El 12 por ciento de los sitios de internet son pornográficos y se gastan un promedio de tres mil dólares por segundo a través de estos sitios. La lujuria lleva a muchas personas a gastar en prostitución y vicios lascivos. O bien hay muchas personas que tienen que mantener, durante muchos años, a sus amantes y a sus hijos nacidos fuera del matrimonio. Todo ello lleva a gastar grandes sumas de dinero y a afectar seriamente a la propia familia. Quien practica la virtud de la castidad vive su vida en la templanza y en la paz interior, y sabe encauzar sus energías sexuales hacia el verdadero amor en el matrimonio.
Cerrar la garganta a la gula: comer y beber todo tipo de comida y bebida, descuidando el aspecto de la nutrición, es origen de casi todas las enfermedades, consultas a los médicos, gastos en medicinas y cirugías. Según datos de la OMS, los mexicanos varones mayores de 15 años consumen un promedio de 18 litros de alcohol al año, y el 63 por ciento de la población que en el estudio se identificó como consumidora de alcohol, son adolescentes y jóvenes entre 12 y 24 años. ¿Y la droga? El kilo de cocaína cuesta alrededor de 100 mil pesos en México, o 100 pesos el gramo. El exceso de comida, el alcoholismo y el uso de drogas son síntomas de una enfermedad existencial profunda, que se manifiesta en la angustia por la ausencia de Dios. Si no controlamos la manera de comer y de beber con la virtud de la templanza, tendremos que pagar una cara factura.
Levantar la pereza: Muchas de las crisis económicas en las familias tienen su origen en la pereza, en no querer hacer el esfuerzo de adquirir una disciplina de trabajo duro. Por la pereza podemos causar daños muy serios a los demás, por ejemplo los padres que por pereza no proveen para sus hijos, trabajadores con un alto grado de ausentismo en sus trabajos, hijos que no quieren tomar una escoba para ayudar en sus casas o que se levantan a altas horas de la mañana; personas que, en vez de ahorrar, se juegan sus ingresos en los casinos y juegos de azar, creyendo que el dinero les caerá por golpe de suerte. La pereza y la mala administración del dinero son causa frecuente de ruina económica. Con razón san Pablo decía que “quien no trabaja, que tampoco coma” (2Tes 3,10).
Nada peor hay en esta vida que adquirir un vicio. Éstos, cuando se arraigan, son muy difíciles de desterrar y suelen traernos costosas consecuencias. Vivir el cristianismo combatiendo los vicios y conquistando virtudes es el camino hacia una vida ordenada, en la paz del corazón y, ¿por qué no?: con una economía más saludable.
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