jueves, 28 de enero de 2016

El papa en la cárcel

Los internos del Cereso –y nosotros con ellos– nos sentimos expectantes. La visita del papa Francisco al penal estatal en Ciudad Juárez mostrará la cercanía del pontífice a quienes están en prisión para darles una palabra de consuelo y esperanza. Sin embargo, que el papa visite la cárcel local no puede reducirse a un gesto conmovedor para los católicos en esta frontera. Es un signo que nos interpela y nos pide entrañas de misericordia –en este Año– santo hacia los internos del Cereso y la pastoral penitenciaria.

Es muy significativo que el Santo Padre, en algunos de sus viajes, haya visitado las cárceles. Particularmente en la de Palmasola, en Bolivia. Ahí su misma presentación ante los internos fue de profunda humildad: “Quién está ante ustedes? Podrían preguntarse. Me gustaría responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados”. Francisco no se coloca en un nivel superior a los presos, sino se sabe hacer uno igual a ellos.

Estas frases de Francisco me han hecho sentirme avergonzado, a mí que como sacerdote tantas veces me he creído alguien especial. El papa Francisco me hace comprender que yo no soy, aunque sea sacerdote, alguien más santo que los presos; soy un pecador como ellos, y si ellos están ahora privados de su libertad y yo no, es por pura misericordia de Dios. En cualquier momento puedo soltarme de la mano del Señor y consumar delitos más atroces que los que ellos han perpetrado. Si Jesús se formó en la fila de los pecadores para ser bautizado, con más razón nosotros, sus discípulos. Así que para visitar la cárcel es necesario, primero, descalzarse.

Al acercarse a las cárceles, Francisco nos invita a acercanos, nosotros también, a esta periferia existencial. Las cárceles son periferia porque suelen ser lugares que vemos lejos de la vida cotidiana. Pero para acercarnos al mundo de las penitenciarías, hemos de hacerlo con nuevos ojos. No como quienes van solamente a llevar un poco de comida, ropa o para cubrir alguna necesidad material. Quienes están internos son hermanos nuestros que necesitan ser escuchados y acompañados con regularidad.

Francisco recordaba, también en Bolivia, que san Pedro y san Pablo fueron prisioneros. ¡Nada más y nada menos que las columnas de la Iglesia! Muchos reos son hombres de Dios. Cuando alguien toca fondo en la vida, suele aferrarse a Dios como náufrago a una balsa en altamar. Muchos internos han tenido auténticas experiencias de encuentro con la misericordia de Dios y hoy viven vidas más santas que las nuestras. ¿Cómo evangelizarlos? ¿No será que son ellos los que deben evangelizarnos a nosotros? Nuestro deber es escucharles y descubrir la presencia de Dios en ellos. Porque quienes se encuentran entre rejas suelen tener el corazón más abierto al encuentro con Jesús que muchos de los que vivimos fuera.

Pero no todo es presencia de Dios en una cárcel. La situación de nuestros Ceresos es difícil. Algunos cumplen sentencias injustas. Hay otros internos que practican actos delictivos desde la prisión. Para nadie es un secreto que existen bandas rivales del narco o bandas de extorsionadores, y la vida en las cárceles puede ser un infierno. O bien los reos suelen dividirse en torno a la religión que profesan con actitudes de discriminación hacia quienes creen en Dios de manera diferente.

Del papa Francisco esperamos una palabra que ayude a mejorar la convivencia entre los convictos, una palabra que abra las prisiones de sus almas ayudándoles a vivir en una mayor libertad interior gracias a la presencia de Dios. Pero también, quizá, dará una palabra para quienes están a cargo de la institución. No pocas veces el trato es inhumano sino que la corrupción de ciertas autoridades de los penales contribuye mucho a no permitir que los Ceresos cumplan con su función de organismos de reinserción social. Pueden llegar a convertirse, incluso, escuelas de delincuencia.

La visita del papa al Cereso estatal en Ciudad Juárez marcará, de ahora en adelante, nuestra pastoral penitenciaria. La huella de su visita habrá de mover a la diócesis para llevar frutos copiosos de misericordia a nuestros hermanos después de este Año Santo.

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