viernes, 17 de julio de 2015

El fracaso del Chapo

La impunidad es un agujero que lleva a una sociedad hacia el abismo
La fuga del Chapo Guzmán, por segunda ocasión, de un penal de altísima seguridad, nos descubre nuevamente la desgracia de vivir en el país más impune del mundo. ¡Oh, qué miserables somos los mexicanos! Quizá seamos uno de los países que, por sus altos grados de corrupción, envíen más gente al infierno después de la muerte, aunque la mayoría se confiese creyente. “La ausencia de castigo –dice Hadjadj– es el peor de los castigos: nos deja sin corrección, corrompiéndonos en el mal”.

Según los resultados, con una puntuación de 0 a 100, los países con índices más altos de impunidad son Filipinas con una calificación de 8.0 puntos; México ocupa un infame segundo lugar, evaluado con 75.7; Colombia tiene el tercer lugar con 75.6, Turquía el cuarto con 68.7 y Rusia el quinto con 67.3 puntos.

Es lamentable la fuga del Chapo por el Chapo mismo. Su escape lo está conduciendo al fracaso total de su vida. En el silencio de su celda, Joaquín Guzmán tenía la oportunidad de meditar sobre su historia y de pedir perdón a Dios por los males cometidos. Es cierto que debe dar vértigo mirar la propia vida y revisar páginas y páginas de crímenes, sangre y delitos abominables. Pero esa era la gran oportunidad para el Chapo. Dios lo estaba llamando a recapacitar través del silencio de su celda. El Chapo jamás hallará a Dios en el fuego ni en el huracán del mundo criminal, pero en una humilde celda bien podría haber percibido la suave brisa del Horeb. Sin embargo decidió escapar para corromperse más.

¿Será tan horrible estar en la cárcel para un delincuente como el Chapo? Le dolió más poner la verdad de su vida en la presencia de Dios que fugarse hacia su perdición. “Los hombres que tienen éxito de esa manera, querido amigo mío –dijo Sócrates– se encuentran poco más o menos en el mismo estado que un hombre que, corroído por las más graves enfermedades, consiguiera no ser castigado por los males de su cuerpo, no hacerse sangrar por los médicos, porque, puerilmente, tuviera miedo de sufrir una incisión o cauterización, bajo pretexto de que tales cosas son dolorosas”.

La fuga del Chapo es un triunfo para los corruptos y un fracaso de humanidad. Cuentan que Polos era un orador en la antigua Grecia y un día hablaba de Arquelao, rey de Macedonia, como el modelo de un hombre de éxito. El éxito de Arquelao eran sus intrigas sangrientas que lo hicieron ascender desde la esclavitud hasta el trono. Pero Sócrates no veía a Arquelao con los mismos ojos que Polos. Por eso le respondió diciendo que Arquelao era el más desgraciado de los hombres, porque era un criminal tranquilo e impune. Así, la impunidad en México nos hace ser un pueblo desventurado en el que muchos se animan a delinquir porque saben que no les harán nada, o que pueden escapar de la justicia a cambio de dinero.

En cambio aquellos que no quieren nada con la corrupción, los que tratan de vivir una vida honesta de cara a la verdad y ganar el pan con honradez y sudor, son unos fracasados en un país como el nuestro. Son como aquel médico del que hablaba Platón, acusado por un confitero ante un tribunal de niños: “¡Niños, éste es el hombre que los hace sufrir a ustedes, que los hiere, que los ahoga, que los obliga a beber brebajes amargos! ¡Y no como yo, que les ofrezco montones de cosas buenas y agradables!”. No aceptar sobornos y rechazar prebendas en México es de gente tonta, incluso es exponerse a ser acusado de aguafiestas o del malo de la película.

El Chapo Guzmán y todos los corruptos que lo dejaron salir de la cárcel, así como toda la gente involucrada en el mundo del mal, tendrán que enfrentar la muerte, tarde o temprano. Ésta será su última oportunidad para sentir la necesidad de agua viva. Pero si ellos continúan huyendo del castigo que les corresponde, podrían dormirse por tiempo indefinido en la mezquindad y en la soberbia. Sólo ante el silencio y frente a la miseria de su nada podrían emprender el camino hacia una vida verdaderamente humana.

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