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Cristianismo gnóstico o cristianismo encarnado


Muchos cristianos católicos miran a Cristo Jesús solamente como un gran maestro. Conozco personas que acuden a terapias extrañas para sentirse mejor, se quitan el estrés dándose golpecitos en la cabeza y la cara; otros más buscan cursos de "coaching" y otras terapias. Reducen su relación con Jesús a un estado psicológico para sentirse mejor y poder funcionar más felices en el mundo. 

El gnosticismo ha acompañado al cristianismo de manera paralela durante 21 siglos de historia. Los gnósticos son personas que buscan conocimientos ocultos para salvarse, reservados y revelados para unos cuantos. Jesucristo y el Evangelio no tienen ese propósito. El fin del Evangelio no es adquirir un conocimiento psicológico o una terapia de superación personal para desenvolverse mejor en la vida. 

San Juan en su primera carta nos acompaña en estos días de la octava de Navidad, y nos revela a Jesús hecho hombre en la carne. Es el Verbo que puso su morada entre nosotros; pero esa carne de Cristo será preparada para su Sacrificio en la Cruz. El misterio de la Navidad nos remite al Calvario donde la carne del Hijo de Dios será inmolada y, finalmente, glorificada en la Resurrección. 

Así que Jesús es mucho más que un maestro. Es el Redentor, el Salvador del mundo. Maestros ha habido muchos en la historia: Confucio, Martin Luther King, Buda, el Dalai Lama y otros más. Pero a Jesús no podemos compararlo con ellos porque ninguno de estos gurúes o fundadores de religiones dieron su vida por nosotros. Todos estos murieron, pero sólo Jesús es Dios que resucitó. 

Como discípulos del Niño Jesús hemos de aprender a decir, junto con san Pablo: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí". (Gal 2,20). Sigamos sus pasos, aprendiendo a llevar nuestra carne por el camino de la Cruz, en la lucha contra el pecado, en el esfuerzo de amar a Dios cumpliendo sus mandamientos y viviendo en sacrificio por el bien de nuestros hermanos. Amén.

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