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Confesionario sin absolución: si soy jurado, no sé si debo votar por la pena de muerte

La pregunta: Hola padre, El día de ayer me surgió la siguiente duda. Si me toca ser jurado en un juicio en el que se está pidiendo la pena capital, y si yo voto a favor, ¿estoy violando el quinto mandamiento?

Respuesta: gracias por tu pregunta que me parece muy seria y, a la vez, no fácil de responder. La moral católica ha sido partidaria de la pena de muerte en ciertos períodos de la historia. En algunos pasajes bíblicos del Antiguo Testamento el pueblo hebreo la aplicaba a ciertos casos, sobre todo al homicidio. El libro del Levítico es muy duro al respecto: "El que hiera mortalmente a cualquier otro hombre morirá (Lev 24,17). En aquellos tiempos se vivía en un régimen de "venganza privada". La famosa "Ley del talión", la del "ojo por ojo, diente por diente", era una norma para tratar de evitar que se cometiera el mal.

San Pablo también justificaba la pena capital. En Rom 13,14 el apóstol la justifica por origen divino y sentido de la autoridad: "Haz el bien y tendrás su aprobación. Pero, si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro De Dios, vengador para castigo del que obra el mal". Es posible que San Pablo haya estado influenciado por las costumbres de la época y no haya precisado toda la novedad de los valores cristianos.

Para darte una respuesta yo contemplo, sobre todo, la vida y obra de Jesús de Nazaret. Su Sermón de la Montaña, cuyas enseñanzas son el punto más alto de la moral cristiana, su actitud de perdonar al enemigo y orar por él, el mandamiento de la caridad, la negativa ante el uso de la violencia como respuesta al prendimiento en Getsemaní y la frase "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", pronunciada en la Cruz, es lo que nos hace pedir al cielo la virtud de la prudencia a la hora de tomar postura sobre la aplicación de la pena capital.

Las enseñanzas de los papas han variado con el tiempo. Ejecutar a un sentenciado se consideró lícito bajo ciertas circunstancias, sobre todo en la Edad Media. Santo Tomás de Aquino enseñaba que el precepto "no matarás", además de aplicarse sólo entre seres humanos, no era un absoluto moral, y que cabe una sentencia judicial que condene a muerte a "los hombres inicuos". Santo Tomás afirma que sólo la autoridad competente tiene el poder de aplicar la pena capital.

A partir del siglo XVIII hay juristas y teólogos que impugnan las doctrinas de legitimidad de la pena de muerte diciendo que ni los gobiernos tienen la autoridad para ejercitarla, porque nadie puede disponer de la vida de un súbdito. A partir de ese siglo ha crecido la oposición a esta práctica con diversos argumentos como es la intimidación al criminal, la legítima defensa de la sociedad, la restauración del orden jurídico quebrantado gravemente, el sentido de retribución al daño causado y el considerar que quien comete un delito grave él mismo se autoexcluye de la existencia.

Aunque posturas hay a favor y en contra, desde Pío XII ningún papa ha vuelto a argumentar a favor de la pena de muerte al considerar que toda vida humana es sagrada. La mayoría de las conferencias de obispos hoy son recelosas a favor de este máximo castigo, y así también la mayor parte de la opinión pública. Todos los argumentos a favor concluyen diciendo que se trata de algo lícito. Sin embargo hoy la Iglesia se pregunta: ¿es necesaria?

El Catecismo de la Iglesia en su número 2266 enseña la licitud de la pena capital cuando la sociedad no tiene otro modo de defenderse –como podría suceder durante una situación de guerra–, pero enseguida explica que si la autoridad pública dispone de medios incruentos para proteger el orden público y la seguridad ciudadana, la autoridad debe posponer ese castigo y utilizar medios que respeten más la dignidad del delincuente.

Así que si te eligen como honorable miembro del jurado en algún juicio donde se pida la pena de muerte, considera muy bien estas enseñanzas y, sobre todo, evita dar tu voto impulsada por un deseo de venganza contra el reo. Recuerda que Dios hace salir su sol sobre buenos y malos, y que ahí donde sigue vigente, la pena de muerte no ha logrado reducir los crímenes. Te invito, más bien, a que contemples las enseñanzas de Jesús y consideres la aplicación de la cadena perpetua, para casos de gravedad extrema.

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