Uno de los aspectos más atractivos de la personalidad del papa Francisco, motivo por el cual se ha ganado el cariño del pueblo católico, es su sencilla humanidad. Muchas personas tienen la idea de que el papa está tan encumbrado que es una especie de criatura semi-angélica. “Debemos aprender a ser normales”, señaló Francisco en una entrevista. Y su humanidad la ha dejado ver sirviéndose su propia comida todos los días en el bufet del comedor de Santa Marta, recogiendo su bandeja después de comer, llamando a sus amigos por teléfono, viajando en su Ford Focus azul y pasando ratos con los ancianos, vagabundos e inmigrantes de Roma. Francisco sigue haciendo lo posible para librarse de un papado estilo principesco, sacudiéndose de aquellas cosas que le obstaculizan su contacto con el pueblo sencillo. 
 La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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