La postura rebelde de este grupo de cardenales a la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia no debe de preocuparnos. En todos los sínodos participan algunos obispos disidentes que llevan sus tema a la agenda de la reunión. El italiano Bruno Forte, por ejemplo, insiste que la postura de la Iglesia debe ser más blanda hacia las parejas homosexuales, aunque jamás habla de una sacramentalidad de estas uniones. Otros llevarán a los sínodos temas como el matrimonio de los sacerdotes o el uso de anticonceptivos pidiendo que la Iglesia modifique su postura. Pero insisto en que ello no debe de ser motivo de nuestra preocupación.
Recordemos que los sínodos son solamente reuniones de un grupo de obispos con el papa con el propósito de aconsejarlo sobre cierto tema, como es el de la Familia en esta ocasión. Los sínodos jamás pueden modificar la doctrina de la Iglesia. Son solamente reuniones consultivas, no deliberativas. Generalmente el papa, tiempo después del sínodo, publica una exhortación apostólica. Lo que diga esa exhortación firmada por el Santo Padre sí tiene carácter de Magisterio de la Iglesia. Así que las posturas disidentes no nos preocupan. La doctrina de la Iglesia viene de Jesucristo y no puede ser transformada, ni siquiera por el mismo sucesor de san Pedro.
Vayamos a lo tremendamente positivo del sínodo. ¿Cuál es, entonces, el verdadero interés de este sínodo? Para entenderlo, el papa Francisco ha comparado nuestra generación con los modernos centros comerciales actuales. Antiguamente, decía, la gente compraba y vendía en las tiendas de barrio; había confianza, se fiaba la mercancía. La gente se conocía, las familias eran fuertes, y sólidas las relaciones interpersonales. La sociedad y la Iglesia apoyaban mutuamente al matrimonio y a la familia natural.
Hoy las compras –volviendo a la analogía– se realizan en los ambientes fríos de los ‘shopping malls’ donde no hay fiado, ni confianza y se compra mucho por la moda. Así se han vuelto nuestras relaciones familiares: las personas se casan y se descasan por moda, la cultura del consumismo también nos afecta. Usamos y tiramos al cónyuge y hasta los hijos con mucha facilidad. La consecuencia es una sociedad que genera una soledad aterradora y personas cubiertas de llagas emocionales.
Los jóvenes difícilmente están dispuestos a tomar un compromiso para toda la vida. En una sociedad tecnologizada y consumista, los muchachos crecen con la mentalidad del ‘descarte’ de las personas. Sin embargo sueñan con la grandeza de una familia. ¿Cómo ayudarles a descubrir la belleza de su vocación? ¿Cómo animarlos, levantarlos, curarlos de sus heridas? En otro tema, la preparación para el sacramento del matrimonio comparada con la del sacerdocio, es ridícula. Son cuatro domingos los que dura un seminario que los preparará para una difícil empresa que dura toda la vida. ¿Cómo mejorar y hacer más seria esta preparación de los novios para casarse? Otro desafío es el de muchas familias que asisten sólo a la Eucaristía dominical, hasta ahí llega su vida cristiana. ¿Cómo darles un acompañamiento más profundo que les ayude a unirse y a superar las heridas de la vida conyugal?
El Sínodo de la Familia no se reducirá a discusiones estériles sobre puntos de doctrina. El gran desafío del sínodo es brindar iniciativas valientes y propuestas pastorales creativas a los cristianos que vivimos un cambio de época, para formar a las familias que vivan el plan de Dios.
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