Ir al contenido principal

Fórmula de la felicidad

El cristianismo que nos invita vivir el papa Francisco no es un cristianismo de emociones, sino de solidaridad con los necesitados. Y nos está poniendo el ejemplo. Ante el drama de los refugiados provenientes del Medio Oriente que huyen de la crueldad fanática y demencial del Estado Islámico, el papa pide a todas las parroquias, comunidades religiosas, monasterios y santuarios de Europa vivir el Evangelio acogiendo a una familia de refugiados. Francisco mismo pone el ejemplo y abre las puertas de dos parroquias del Vaticano a dos familias.


“¿Quién dice la gente que soy yo?” Preguntó Jesús un día. Pedro se emocionó y dijo: “Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Muchos de nosotros, cristianos de hoy, nos emocionamos cuando estamos con Jesús en íntima oración, cuando le tenemos cerca en la Eucaristía, cuando nos desbordamos en cánticos y alabanzas. Le decimos con lágrimas en los ojos, como Pedro: “Tú eres mi rey, mi Señor, el Mesías”. Pero esta no es una respuesta suficiente.

La respuesta más auténtica y verdadera que podemos ofrecer a Jesús acontece, sobre todo, con acciones concretas de caridad que se prolongan durante toda la vida. Caridad a todos, sin distinción. Así lo señalaba san Juan Crisóstomo: Cuando veas a un hombre sufrir, no digas que es malo. Sea pagano o judío, si necesita de tu misericordia, no huyas.

Podría ser muy incómodo acoger a familias que vienen de Irak o de Siria en la parroquia o cerca de la propia casa. De hecho no todos los cristianos están de acuerdo con la iniciativa del papa Francisco y piensan que son los gobiernos quienes deben hacerse cargo de los refugiados. Se trata de católicos de cristianismo cómodo, que piensan que Dios existe sólo para resolver todos sus problemas. Por eso se acercan esporádicamente a Misa o rezan de vez en cuando. “Que Dios cure a mi hijo enfermo muy grave; que Dios rescate a mi esposo que es alcohólico; que sea Dios quien me consiga trabajo, pero que no me pida ponerme un delantal para trabajar por los demás”, y así reducimos a Dios a una especie de máquina de refrescos que tiene que darnos el producto que le pedimos.

 
¿No será que también a nosotros, que hemos creído que Jesús es una especie de rey Midas, nos dice el Señor: “Apártate de mí, Satanás, porque tú no piensas según Dios, sino según los hombres”? Son palabras durísimas que nos advierten del peligro de caer en un cristianismo de mera evasión espiritual y sin compromiso con las necesidades de nuestros hermanos que sufren diversas clases de pobreza. San Pedro hubiera preferido un Mesías más cómodo, y por eso tenía miedo de sufrir con su Maestro. Pero ese era el camino de la mediocridad que lo habría llevado a cavar su propia ruina.

¿Dónde está entonces la fórmula de la felicidad? ¿En el orgullo o en la humildad? ¿En el acumular o en el desprendimiento? ¿En la prepotencia o en la mansedumbre? ¿En la diversión desenfrenada o en el sacrificio y la entrega de uno mismo? Jesús nos dice que el camino que lleva a la alegría auténtica es la caridad, las obras de amor que podamos a ser por Dios a nuestros hermanos. El morir al propio egoísmo y aprender a ser generosos con los demás. No hay otra receta. Jesús nos invita a salir del egoísmo porque es causa de infelicidad y de ruina. Fuimos creados a imagen de Dios, y Dios es amor: entonces seremos felices viviendo solamente en la caridad, como Dios la vive.

Cuando la Virgen María se apareció en 1858 a santa Bernardita Soubirous en la gruta de Lourdes, le manifestó: “No te prometo hacerte feliz en esta vida, sino en la otra”. Quiso decirnos a todos la Madre de Dios que la felicidad plena no existe en este mundo, sino en el Cielo. Sin embargo quien aprende a vivir una vida sacrificada por amor a Dios y a sus hermanos, encontrará, en esta tierra, la felicidad, aunque todavía imperfecta; y la felicidad plena en la vida eterna. El egoísta, por el contrario, estará creando para la eternidad un enorme vacío que acabará por devorarlo, y ese tormento inicia también desde aquí, en la tierra.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Católicos y rituales paganos

La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...

La muerte del padre Rafael, mi vicario

La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...

Sanación del árbol genealógico

En las últimas décadas diversos grupos y personas en la Iglesia hacen oración para limpiar de pecados su árbol genealógico. Esta práctica es llamada "sanación intergeneracional". Incluso hay sacerdotes que la promueven haciendo misas con ese propósito. Es un grave error. Algunas conferencias episcopales como la de Francia y de Polonia, y ahora la española, se han pronunciado en contra de esta falsa doctrina y pésima práctica. Conocida también como la "sanación del árbol genealógico", la sanación intergeneracional tuvo su origen en los escritos del misionero y terapeuta anglicano Kenneth McAll, quien trató de hacer una conexión entre ciertas enfermedades y las fuerzas del mal. En ámbito católico fueron John Hampsch y Robert DeGrandis quienes popularizaron la práctica en grupos carismáticos. Según estos autores, existen pecados no perdonados, cometidos por los antepasados de una persona, que hoy tienen efectos perniciosos en sus descendientes y que se manifiestan a tr...