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Razón y emoción al votar


En las calles, en reuniones y en las redes sociales las campañas políticas desatan pasiones. Hasta dentro de las mismas familias las diferencias políticas son causa de división. Mientras tanto los candidatos lanzan sus estrategias apelando más a las pasiones, sentimientos y emociones, y muy poco a la inteligencia del electorado.

A la hora de votar suele tener más peso el trabajo de marketing y las dádivas de los candidatos a sus posibles electores que lo razonable de sus propuestas. Los políticos saben que el pueblo elige a sus gobernantes estimulado más por las emociones que por otra cosa.

San John Henry Newman –quien fue converso del anglicanismo al catolicismo en el siglo XIX– decía que los seres humanos no llegamos a la verdad o a la mentira a través de muchas explicaciones. Son pocas las personas que analizan minuciosamente los argumentos para llegar a conclusiones. La mayoría de los mortales nos dejamos llevar por la persuasión o la seducción.

Cuando nos adherimos a ciertas posturas políticas o religiosas y las tenemos como firmes, no fue porque llegáramos a ellas a través del estudio, sino por una extraña combinación de palabras, sentimientos, tendencias, afectos, modas, simpatías, opinión pública, partido político al que se pertenece, gente famosa influyente, respetos humanos y otros motivos más.

Cuando a Jesucristo los fariseos y jefes del pueblo le pedían que hiciera algún milagro para creer en él, el Señor se resistía. Lo hacía por una sencilla razón: ni aunque la palabra de Cristo hubiera resucitado a un muerto enfrente de sus narices, aquellos enemigos suyos habrían creído en él. Sus pasiones los habían predispuesto a la no creencia.

Pensemos en las discusiones sobre el aborto. En ellas, las explicaciones a favor del derecho a la vida son tan contundentes y lógicas que aquellos que están a favor del aborto no logran refutarlas. No son las argumentaciones lógicas las que logran convencer del derecho a la vida; estas tienen un poder relativo. Lo que logra la adhesión a una causa es un coctel hecho de persuasión, seducción, emociones, odios, combinación de palabras y medias verdades, lo que todo mundo piensa o lo que dicta la propia ideología política. Eso nos muestra que, aunque tengamos inteligencia, lo que mueve nuestros corazones no son las razones, sino las pasiones.

Si vemos los movimientos sociales anarquistas de los últimos años –Black Lives Matter, el feminismo con sus marchas destructoras, las revueltas multitudinarias en Chile y Colombia– nos damos cuenta de que son, sin duda, revueltas e insurrecciones no basadas en la razón sino en las emociones desatadas; porque todos estos movimientos sociales carecen de una propuesta seria, articulada y constructiva. Todo lo contrario, sólo se quiere destruir y sembrar caos.

Lo que mueve, entonces, a los movimientos sociales y partidos políticos es una cuestión espiritual. San Pablo enseña que nuestra lucha no es contra la gente de carne y hueso, sino contra los poderes, potestades y espíritus tenebrosos que dominan el mundo (Ef 6, 12). 

Esto significa que toda causa política y social debe ser cribada por la mente y el corazón de los católicos. Algunas de ellas son muy beneficiosas para la sociedad, sobre todo las que respetan la dignidad de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural, la familia natural, la libertad de conciencia, la libertad religiosa y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Es importante apoyar las propuestas políticas que más se acerquen a los valores del Evangelio.

Se aproximan las elecciones y las pasiones están sueltas. ¿A quién dar nuestro voto? "Vendrá el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad" que yo les enviaré", dice Jesús. Si bien es importante utilizar la inteligencia para analizar cuidadosamente las propuestas de los partidos políticos, es también muy importante no votar arrastrados por emociones, sino en oración y discernimiento para que el Espíritu de la verdad nos descubra dónde está el espíritu malo, y así nos permita elegir con claridad la mejor opción para el progreso del país.

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