E l doctor Bert Keizer llegó puntual a la cita para provocarle la muerte a su paciente. Lo había hecho tantas veces que ya era su costumbre inyectarlos y verlos morir. Kaizer trabajaba para Levenseindekliniek , que significa "Clínica para morir" institución privada en Holanda que en 2017 aplicó la eutanasia a 750 personas. Ahí los pacientes solicitan la muerte a domicilio y cualquiera de los 60 médicos de la clínica acude a cumplir la demanda. Aquel día Kaizer se estremeció. Al llegar acompañado de una enfermera a la casa del paciente, encontró a más de 30 personas que animadamente bebían, charlaban, gritaban y reían. "Con este ruido, ¿cómo lo hago?", pensó. El hombre que iba a morir alzó la voz para callar a todos: "Muy bien, chicos". Todos entendieron, guardaron silencio, sacaron a los niños de la habitación y el doctor Kaizer aplicó la inyección. En la parte final de un documental de YouTube sobre dicha clínica, se muestra también a un médico que aplica...
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