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El ataque del diablo a la mujer

El sistema educativo hoy es opresivo para muchos niños varones. La escuela mixta trata a todos por igual, ignorando que los niños y las niñas aprenden de manera diferente. Como resultado, los niños permanentemente obtienen más bajas calificaciones que las niñas; son más propensos a reprobar que ellas. Además en Estados Unidos el 77% de los expulsados de las escuelas son niños, y el 76% de los diagnosticados con problemas emocionales son también niños.

Según un estudio de la Universidad de Michigan, el número de niños que dijeron que no les gustaba la escuela creció 71% entre 1980 y 2001. El fracaso escolar parece ser un asunto eminentemente masculino. Hay una crisis de la masculinidad. Las políticas de género que han invadido el sistema educativo están oprimiendo a todo el que tenga energía física, sobre todo a los varones. Hacen todo lo posible por neutralizar la virilidad.

El feminismo radical se empeña por reprimir la agresividad de los varones, cuando sabemos que la psicología masculina está teñida, naturalmente, de espíritu de competencia, de querer ganar, de conquistar el espacio físico, de ser activamente virtuosos. Muchos adultos hombres recordamos los juegos de la infancia; eran juegos de guerras, de luchas y aventuras. Hoy de aquello queda poco y los niños actuales deben aprender lo que es la masculinidad solamente a través del cine. Me decía una madre de familia que ella no permitía que su niño tomara clases de box porque así fomentaba la violencia en él. Pobre niño, pensé; su madre le castra su desarrollo masculino.

Los varones y la mujeres somos creados a imagen de Dios, y cada sexo refleja específicamente una dimensión del ser divino. El varón es reflejo de la vida exterior de Dios, es decir, de esa parte de Dios que sale de sí mismo para crear una multiplicidad de seres. Los genitales masculinos bien pueden simbolizar esta dimensión que sale de sí mismo para crear. Por eso el varón, en su psicología, busca dominar el espacio, hacer un proyecto fuera de su casa, proteger y defender las obras que Dios le dio para administrar.

La mujer, en cambio, es imagen de Dios porque señala la vida interior de Dios. Ella indica el misterio de la comunión eterna de amor y de vida que hay en el seno de la Trinidad. Las mujeres están más proyectadas psicológicamente hacia la vida interior, hacia las relaciones interpersonales para custodiar la comunión y el amor. Recibir y gestar la vida. El mismo aparato genital femenino bien lo señala. El amor de Dios se establece, primero, en el corazón de la mujer. Es ella la que tiene una relación especial con el Espíritu Santo, que el hombre no entiende del todo.

Satanás, narra el capítulo 3 del Génesis, dirigió su ataque, primeramente a Eva, la mujer. El Maligno sembró la duda y la confusión en ella, haciendo que dudara de la autoridad de Dios en su vida: "¿Cómo es que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?”... De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gen 3,1-5). Con estas palabras el diablo distorsionó el mandato del Señor, y a través de la mujer, hirió gravemente a la familia.

El feminismo radical es la prolongación de aquel ataque que la serpiente antigua dirigió a la mujer en el jardín del Edén. Esta ideología feminista está convirtiendo al varón en un mujerujo, en un ser débil y afeminado, de poco carácter, que ante el mandato que Dios le dio de crear, administrar, custodiar su Creación, responde de manera inadecuada. Se nos recrimina la agresividad, se nos dice que somos culpables de haber creado una sociedad hetero-patriarcal corrupta, por el hecho de ser hombres. Y se nos dice que no se nos ocurra intentar avanzar o prosperar porque podemos ser cómplices de esta tiranía que oprime a las mujeres. El resultado es que muchos hombres hoy se sienten desmoralizados, perdidos, sin rumbo ni objetivos, atrapados en vicios y conductas destructivas.

Este nuevo tipo de hombre afeminado que el feminismo radical contribuye a crear, es también perjudicial para las mismas mujeres. Una mujer, lo que en realidad desea, es un hombre de verdad que la quiera y la respete, que sea su líder, que la proteja, se sacrifique por ella y por sus hijos. Ninguna mujer sensata querrá compartir la vida con un medio hombre que huya de los problemas y sea un egoísta, o un inmaduro. Ninguna.

La salida de esa situación es que los varones aprendamos a mirar a Jesucristo -hombre perfecto-, quien ha venido a redimir las relaciones entre el hombre y la mujer. Si Adán no supo ser responsable de la misión que Dios le encomendó, Jesucristo vino a mostrarle que Él venía a llevar adelante el plan del Padre Celestial, hasta entregarse en la Cruz y dar su vida por la esposa. Nuestra misión como maridos, padres y sacerdotes es amar a nuestras esposas como Cristo ama a su Iglesia. Estamos llamados a servir a nuestras familias y comunidades parroquiales como jefes y sacerdotes, como Jesús vino a servir.

Comentarios

  1. Excelente articulo...soy testimonio fehaciente del feroz ataque vs. la figura paterna por parte del sistema legal y religioso pentecostal de USA en favor de delirantes acusaciones de una feminista transtornada....hay que emprender una lucha sin cuartel contra la desintegracion de la sociedad tal cual la concibio Dios

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