Ayer el mismo papa Francisco anunció su viaje a México, y nuestro obispo José Guadalupe hizo oficial la visita del Santo Padre a Ciudad Juárez. ¡Qué alegría más grande! A la mayoría de los juarenses el corazón se nos llena de júbilo por esta visita del pastor universal de la Iglesia Católica. Vienen bendiciones por todos lados. Veamos algunas en el orden del espíritu.
El Santo Padre viene a México en un contexto en que los mexicanos pasamos por una severa crisis espiritual y moral. Como una señal de esa crisis, recordemos que hace unos meses algunos obispos y un cardenal hicieron un exorcismo al país en la catedral de San Luis Potosí. Saben los obispos que las cosas en México son muy preocupantes. Vivimos en medio de una alarmante corrupción que es como un cáncer que todo lo va destruyendo y que impide avanzar hacia una verdadera justicia y paz social. Millones de personas viven en la extrema pobreza y existe una pérdida de respeto a la vida y a la dignidad del ser humano. La vida familiar se ha degradado progresivamente y se quiere construir una civilización en donde al bien se le llame mal y, al mal, bien.
En ese contexto de grave crisis espiritual en el país viene el papa Francisco en calidad de misionero de justicia y de paz. Viene, como sucesor de san Pedro, a confirmarnos en la fe católica, a despertar nuestra esperanza sobrenatural y a avivar nuestra caridad. Su llegada será anuncio del Dios misericordioso, del Dios que se compadece de las miserias de los hombres para acercarlos a su amor y hacerles ver que sus vidas son valiosas e importantes para Él. Viene a anunciarnos que existe una nueva manera de vivir en donde el desarrollo del hombre, creado a imagen de Dios, en todas sus dimensiones, es el que debe estar en el centro de la vida social. Vendrá a darnos luces que nos alumbren para superar la gravedad de las crisis de nuestros tiempos y para exorcizar los demonios que nos invaden.
En México el papa Francisco traerá un enorme consuelo de parte de Dios para los indígenas, para los pobres. Y en Ciudad Juárez hará cercana la misericordia de Dios para los migrantes y los familiares de las víctimas de la violencia. En años pasados miles de familias quedaron sin padre o perdieron un hijo; niños quedaron huérfanos y todos lloramos un día a algún familiar, amigo o conocido que murió asesinado. Francisco será un signo muy elocuente de la presencia de Dios que ha venido a consolar a su pueblo. “Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán consolados en Jerusalén. Al ver esto, se llenarán de gozo y sus huesos florecerán como la hierba” (Is 66, 13-14).
Nos equivocamos quienes pensamos que el papa solamente vendrá para consolar a su pueblo. El papa viene a motivar a la acción, personal y social. Francisco vive una espiritualidad que parte del encuentro con Jesucristo para hacerse vida y compromiso con las miserias de la humanidad. Es el papa de la misericordia y de las periferias existenciales. Nos señala caminos por los que nos cuesta viajar. Vendrá a invitarnos a ser portadores de la misericordia de Dios para los demás. ¿Estamos dispuestos a dejarnos interpelar por él y convertirnos en verdaderos cristianos comprometidos con el bien de su ciudad y de su país? Si así lo pensamos, entonces la visita papal a México y a Ciudad Juárez no se limitará a bellos sentimientos, sino que tendrá efectos maravillosos de compromiso y así los frutos permanecerán a través del tiempo, y para la vida eterna.
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