Cuando pensamos en el origen de la
democracia, nuestra mirada se dirige a la antigua Grecia. Sin embargo hoy los
sistemas democráticos cometen dos errores que los griegos evitaron por mucho
tiempo. El primer error es creer que el voto lo es todo, sin importar qué se
elija. Por eso decía Platón que la democracia era la forma de gobierno más
adulterada. Fue la democracia la que llevó a Atenas a ser derrotada por
Esparta. Por la democracia se dio muerte a Sócrates. Fue la democracia la que
le dio el poder a una agitada muchedumbre. ¡Qué diría Platón de nuestros
partidos, nuestras estrategias de comunicación y de nuestros sondeos de
opinión! Sin el amor a la Sabiduría, la democracia pierde la brújula… El
segundo error es creer que todas las culturas son iguales. De este error nos
damos cuenta cuando miramos el legado que Atenas nos dejó en cuestiones de
gobierno, ciencia, arte y filosofía. ¿Dónde prospera la gente, dónde disfruta
del ocio, dónde cosechan los beneficios de los grandes inventos y
descubrimientos? En aquellas tierras habitadas por los herederos de la Grecia
antigua.
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