jueves, 31 de mayo de 2018

Paso del Norte

Tom Lea es uno de los más grandes artistas que la ciudad de El Paso Texas ha dado al mundo. Cuando visites esta ciudad podrás contemplar este mural llamado “Paso del Norte”, que fue pintado por el artista en 1938. Se encuentra en el Edificio Federal de la Corte, en el número 511 de la calle San Antonio, en el centro de El Paso. Esta es sólo una parte del mural, el cual en su totalidad presenta a los grandes hombres y mujeres que dieron origen e historia a nuestra región: los indígenas que habitaban estas tierras, los españoles, los frailes franciscanos, el ranchero mestizo y los colonizadores anglosajones de Norteamérica. En el centro del mural en la parte superior hay una leyenda que emociona a quienes nacimos en la región de Paso del Norte:
“¡Oh Paso del Norte! Ahora los antiguos gigantes han desaparecido. Nosotros, hombres pequeños, vivimos donde los héroes, una vez, caminaron en la tierra inviolada”. 

SOS: vicio de las redes sociales

Estoy convencido de que una de los peores males que existen para la vida personal y familiar es la adquisición de un vicio. Cualquiera que sea: tabaquismo, alcohol, drogas, medicinas, obsesiones sexuales, trabajo, juegos de azar. Hoy ha aparecido uno que pone en peligro la paz mental de millones de personas. Hablo de la adicción a internet y las redes sociales.

Quienes alguna vez fuimos fumadores recordamos nuestros primeros cigarrillos. Creíamos vernos como Rodolfo Valentino o Sofía Loren, atractivos e interesantes ante los demás, hechando fumarolas por boca y nariz. Al principio estaba en nuestro control. Al poco tiempo, y sin darnos cuenta, ya no eran tres cigarros al día sino seis o siete, luego doce y finalmente los veinte que contiene una cajetilla. Quizá más. Algunos llegaron al punto de ya no fumar entre comidas sino de comer entre fumadas.

El vicio de las redes sociales comenzó cuando abrimos una cuenta de correo electrónico. Nada malo había en ello; hasta las mismas instituciones nos lo pedían como requisito para hacer trámites. Luego pasamos a crear la página de Facebook, abrimos cuenta en Twitter y ahora estamos en Instagram. ¿Vicio? De ninguna manera. Todo bajo control.

Aparecieron después algunos síntomas de que algo se estaba escapando de nuestras manos: angustia si se nos olvidaba el teléfono celular en la casa; curiosidad que nos fue llevando a consultar continuamente el móvil para ver si nuestros seguidores habían dejado un mensaje; interrupción del estudio, la lectura y el trabajo para responder mensajes; pérdida de la concentración en nuestras ocupaciones habituales por estar con un ojo en alguna de las redes; enfrascamiento en polémicas estériles con desconocidos por alguna opinión controvertida, quedando nuestro corazón con inquietud y hasta con enojo; sensación de falta de oxígeno cuando, en los lugares a los que llegábamos, no había servicio de güifi; susto si nos quedaba poca batería por no tener un cargador a la mano.

Las redes sociales aparecieron en el mundo sin que estuviéramos preparados para saberlas utilizar. No hubo ningún adulto que nos enseñara, como cuando una persona mayor acompaña a un adolescente durante sus clases de manejo. Nunca antes habíamos tenido tan bajas las defensas de la voluntad para no adquirir un vicio.

A pesar de todo ello, estoy convencido de que internet y las redes sociales son un don de Dios muy positivo para la humanidad. Desde los inversionistas de bolsa en Wall Street hasta los campesinos africanos buscan las redes para hacer sus transacciones y ofrecer sus productos. Ricos y pobres se benefician por igual. Hay pocas evidencias de que internet sea una cosa horrible. La mayoría lo utilizamos y hasta el papa Francisco, quien tiene una cuenta de Twitter, ha dicho que si no logramos captar este don, fallamos a nosotros mismos, a nuestro pueblo y a nuestro Dios, que nos ha dado como mandato cuidar lo que nos ha dado.

Sin embargo, si utilizamos las redes sin discernimiento ni dominio, habrá dolores de cabeza para muchas personas. Hay investigadores de varios países que advierten a los padres y maestros de conductas destructivas en los niños, tales como el acoso escolar y el intercambio de fotos pornográficas, propias y ajenas, entre numerosos adolescentes y jóvenes. También hoy se afirma que el cerebro se afecta negativamente por el uso excesivo de las redes, sobre todo si se utilizan a edades muy tempranas y con demasiada frecuencia. Y si pensamos que los sacerdotes somos inmunes a este problema, estamos en un error. Un buen porcentaje de los ministros de culto de todo tipo de religiones, más de 30 por ciento, admite tener problemas de adicción a internet.

Hay muchos jóvenes y adultos a los que hoy les cuesta mucho conversar cara a cara porque en la conversación no existe página para cerrar ni se puede bloquear al interlocutor. Los psicólogos advierten también que los adictos a internet están más predispuestos a padecer trastornos mentales como la depresión o el déficit social. Algo verdaderamente sorprendente es que los investigadores están empezando a ver vías neuronales en el cerebro que imitan las adicciones a las drogas con el consumo de pornografía cibernética. Todo ello lleva a hacerse inmunes al tiempo y al espacio, a perder contacto con la realidad.

La pregunta es cómo podemos tener dominio sobre nosotros mismos frente a las redes sociales. Propongo cinco caminos. Para quienes están perdiendo el control, lo primero es reconocer que existe un problema de vicio con internet. Sólo quien reconoce su enfermedad puede pedir ayuda y recuperar la paz mental. Un segundo momento es meditar con frecuencia, cómo las redes o internet están afectando la vida propia, la de la familia, el trabajo o el apostolado. Esto con el propósito de desarrollar una aversión a este desorden y cultivar el amor a una vida ordenada. Meditar estas verdades nos motivará a salir del vicio. Tercero, orar para pedir fuerzas a Dios todopoderoso. Nuestras defensas están bajas para vencer, que nadie, sin la ayuda del Señor, saldrá adelante. Cuarto, acudir con frecuencia al sacramento de la Reconciliación, que no es sólo un sacramento en el que Dios perdona, sino en el que cura y fortalece el alma. Una quinta propuesta es dejar alguna red social. Nuestra capacidad de recibir información tiene límites y a menudo sucede que ya ni siquiera sabemos dónde vimos tal o cual información.

"Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”. Por conservar el señorío sobre nosotros mismos vale la pena el esfuerzo.

Podemos también hacer algunas cosas prácticas como establecer un horario diario para subir a la red, por ejemplo media hora, quizá cuarenta y cinco minutos durante el día. O bien, cuando estemos en una comida familiar todos podemos poner el móvil en una canasta para no atender mensajes ni llamadas. Hay amigos que salen a cenar y acuerdan que el primero que mire su celular, paga la cena.


miércoles, 23 de mayo de 2018

Campañas políticas y símbolos religiosos

Estamos en plenas campañas políticas para elegir presidente de la república, alcaldes y diputados. Mientras las encuestas hacen sus pronósticos -fallidos tantas veces- las estrategias para ganar votos o para desacreditar a los adversarios están a la orden del día. Recientemente aparecieron 30 millones de panfletos firmados por una confraternidad de iglesias evangélicas en los que acusa a la Iglesia Católica de ser parte de “la mafia en el poder”. Esto no debe ser ofensivo para los católicos porque se trata de una mentira, producto además de mentes ignorantes.

Sin embargo las expresiones sobre la Virgen de Guadalupe que utilizaron en el panfleto han molestado a millones de católicos que tenemos a Nuestra Señora del Tepeyac como nuestra Madre y Reina. Ello hiere las normas básicas de la convivencia social porque hace burla de uno de los símbolos religiosos más importantes del pueblo católico de México, como es la Virgen de Guadalupe. Tan grave fue la osadía que los mismos obispos mexicanos han exigido públicamente el respeto a la sagrada imagen y a no utilizarla como instrumento de discordia. Han pedido a las autoridades competentes que no se permita ningún tipo de propaganda electoral con imágenes o símbolos religiosos venerados por gran parte del pueblo de México, ya que sólo se genera malestar entre muchos ciudadanos creyentes.

Aquí en Ciudad Juárez uno de los candidatos a la alcaldía ha utilizado como imagen personal una fotografía en la que aparece junto al papa Francisco y con la frase “Paz para Juárez”. Ello ha provocado malestar en algunos partidos políticos que piden la destitución del candidato por promoverse fuera de los tiempos de campaña y con la imagen del pontífice, lo que además supondría una violación al estado laico.

La Diócesis de Ciudad Juárez se ha deslindado de estos hechos. La Iglesia local no tiene derechos sobre las fotografías del papa Francisco, ni considera que se trata de una falta de respeto a la imagen del Santo Padre. Son los partidos políticos y la ciudadanía a quienes corresponde protestar por este acontecimiento, no a la Iglesia. 

Los políticos de muchas partes del mundo procuran posar junto a la figura del papa para dar una buena imagen delante de sus ciudadanos. Jefes de Estado, gobernadores y presidentes municipales no dudan en conseguir una audiencia con el Santo Padre en el Vaticano, o un saludo de mano después de las Audiencias generales de los miércoles. Así las cámaras pueden captar el momento, para luego hacer circular las fotos entre el pueblo y provocar una buena impresión en sus gobernados. Lo hicieron Evo Morales, Enrique Peña Nieto, Cristina Fernández de Kirchner y hasta César Duarte Jáquez. Muchos lo hacen y lo seguirán haciendo. En política una imagen puede valer más que mil palabras.

La Iglesia sigue muy de cerca el proceso político que vivimos hoy en México, en una prudente distancia para no apoyar ni descalificar a partido político alguno. Como institución nos corresponde solamente promover la participación ciudadana, ya que se está jugando el bien del hombre y de la sociedad. Ha habido épocas en las que la relación con el Estado ha sido de mucha hostilidad; basta recordar lo que sucedió en 1926, cuando se decretó la suspensión del culto público en el país y la guerra cristera que le siguió. Pero también en otras épocas la Iglesia ha vivido tan unida al Estado que casi eran una y la misma cosa, lo que también se ha pagado con un precio muy costoso. Ambos extremos han sido experiencias muy negativas.

La Iglesia católica y el Estado mexicano son independientes y autónomos. Cada una tiene su ámbito de competencia, aunque los dos están al servicio del bien personal y social del hombre. Por eso es necesaria una cooperación entre las dos instituciones, lo que no significa que se confundan. Ni el Estado debe identificarse con una religión concreta, ni la Iglesia debe tener preferencia por un partido político específico. Cada cristiano es libre de adherirse al partido que, en su conciencia, crea que es mejor. Esto no debe hacerse a la ligera, ya que la Iglesia nos dice que hay temas que son fundamentales para el bien personal, familiar y social, y que todo católico, en conciencia, debe apoyar: el respeto a la vida humana desde el vientre materno hasta su muerte natural, el matrimonio exclusivo entre el hombre y la mujer, y la libertad religiosa.

Por la armonía de estos tiempos electorales exhortamos, pues, a los candidatos a no confundir a la ciudadanía, respetando la saludable autonomía entre ellos y la Iglesia Católica, así como a los católicos a participar en la contienda electoral con responsabilidad y espíritu de cooperación para el buen funcionamiento de nuestra comunidad política.

jueves, 17 de mayo de 2018

Democracia o demagogia


Uno de los aspectos más preocupantes de las elecciones 2018 es que el pueblo no vote con la cabeza sino con el corazón. Como muchacha ingenua y enamorada que siente pero no piensa, así los mexicanos tenemos el riesgo de tomar una mala decisión el próximo 1 de julio, que después sea causa de grandes dolores de cabeza. No me refiero a ningún candidato en particular sino a todos en general, porque hasta hoy todos han caído en ese juego peligroso que se llama demagogia, juego que enciende las pasiones y nubla el buen juicio.

La demagogia es una deformación de la democracia. Se trata de una estrategia política para endulzar el oído del pueblo llenándole la cabeza de halagos y falsas promesas. La demagogia pretende conseguir la atención el pueblo promoviendo ideas radicales en las masas. El político demagogo va por la conquista de los sentimientos de los ciudadanos. Manipula la emoción y no estimula la razón.

Esta semana el periodista Sergio Sarmiento denunciaba las promesas de dinero que algunos candidatos están haciendo por conquistar a los electores. Uno de ellos ha prometido dar 1200 pesos mensuales a las jefas de familia; otro ofrece 3600 pesos al mes para los que ni estudian ni trabajan; otro más ha prometido un ingreso fijo para todos por el sólo hecho de ser mexicanos. Sin embargo ninguno de los candidatos explica cómo será todo eso posible, qué gastos y programas se recortarán para financiar el dinero regalado, cuáles impuestos tendrán un incremento y a cuánto subirá la deuda pública. A ninguno le importan los vicios que sus ofrecimientos puedan engendrar. Todo es demagogia que no mide las consecuencias de las promesas. Concluye el periodista diciendo: “Estamos camino al precipicio, pero no parece haber vuelta atrás. Las elecciones se compran con promesas irresponsables. Para impulsar políticas públicas sensatas, primero hay que llegar al poder”.

Es muy fácil que el pueblo se deje embelesar por soluciones fáciles y simplistas para los grandes problemas que aquejan al país. El político demagogo aprovecha los odios del pueblo, sus deseos recónditos, sus sueños y temores. Pero también un político se vuelve demagogo cuando durante su campaña se ocupa de subrayar los problemas y conflictos que se desatarán en caso de que no se vote por él sino por su rival. Todo ello se hace con el propósito de despertar el temor de los ciudadanos. Eso también es demagogia.

Recordemos cómo en el mundo han desfilado famosos personajes en los últimos tiempos: Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, la pareja Kirchner en Argentina y Donald Trump en Estados Unidos. No importa si son de izquierdas o de derechas: todos ellos manipularon los sentimientos y sueños de sus pueblos, sembraron odios y creyeron que eran ellos los únicos capaces de interpretar los deseos de las masas. Lenin y Hitler también fueron demagogos. La demagogia es una constante de la historia. Ya en la antigua Grecia, Platón y Aristóteles advirtieron que de este tipo de políticos nace el autoritarismo que conduce a los países hacia gobiernos tiránicos y dictatoriales.

Es fácil detectar a los políticos demagogos. Se parecen a los encantadores de serpientes cuya música de su flauta los delata. Lo realmente difícil es que las masas no se dejen hechizar por su discurso, especialmente en tiempos de crisis. Y cuando las masas aplauden al demagogo, el riesgo de un estallido social se vuelve muy grave.

El próximo domingo veremos el segundo debate entre los cuatro candidatos (Margarita Zavala ya declinó). Hasta hoy han predominado los discursos demagógicos y los ataques personales entre los contendientes. Necesitamos ya escuchar argumentos serios y bien razonados que nos permitan discernir quién puede hacer el mejor papel como presidente de México. Estaremos muy atentos a lo que ocurrirá en Tijuana para ver si lo que proponen es razonable y posible, o si detrás de sus palabras se esconde esta forma de manipulación labiosa, y que puede llevar al país por el despeñadero.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Cultura del faje y su efecto en el varón

Esta semana estuvo en Ciudad Juárez María Judith Turriaga, experta en educación de la afectividad y la sexualidad. Su cátedra de 25 horas para instruir a maestros en el curso “Formando corazones” logró cautivarnos por su manejo de conceptos y ejemplos sobre antropología. María Judith demostró cómo a través de las ciencias se puede lograr una formación adecuada en la virtud de la castidad en las nuevas generaciones. Ahí donde “Formando corazones” se ha implementado, los embarazos de adolescentes y jóvenes casi ha desaparecido, así como la violencia y el bullying.

En una de sus charlas la señora Turriaga explicó cómo los varones hoy estamos pasando por una crisis sin precedentes en la historia de la humanidad. Engancharse con otras personas en eso que llamamos “ligue” (hook up), o “faje”, que desde hace 30 o 40 años está presente en nuestra cultura, sobre todo en círculos juveniles, y que son encuentros ocasionales de tipo sexual, ha convertido a los varones en seres más inmaduros y violentos.

María Judith tiene razón. Actualmente ha crecido mucho el número de blogs, programas de televisión, libros y artículos que hablan de la crisis del varón. Todos afirman que el hombre de hoy se parece más a Peter Pan que a un hombre verdadero. Es decir, nos hemos convertido en adolescentes permanentes. Hemos dejado de ser esposos, padres y guardianes de nuestras familias para convertirnos en hombres aniñados, adictos a los videojuegos y vestidos casi siempre con una cachucha hacia atrás.

En su libro “Adam and Eve after the pill” (Adán y Eva después de la píldora anticonceptiva), Mary Eberstadt sostiene que la causa principal de la atrofia de la madurez varonil se debe a la revolución sexual de los años 60. Ésta ha conducido a que el instinto protector del hombre no se desarrolle. Inmerso en el ambiente del “ligue” y del sexo casual, el hombre se queda sin nada qué proteger. El varón, creado por naturaleza para custodiar y brindar protección a una mujer y a sus hijos, se acostumbra a tener relaciones sexuales recreativas, lúdicas, sin compromiso; y así deja de tener relaciones sexuales sin el fin de procrear. Dice un dicho: “Los adultos no hacen a los bebés; los bebés hacen a los adultos”.

Otra razón por la que los varones hemos perdido madurez afectiva es porque el sexo y el romance los hemos convertido en objeto de consumo. El amor, el sexo y la transmisión de la vida son cosas que precisan de un elevado discernimiento, pues en ello nos jugamos la felicidad a largo plazo. En cambio cuando nos dejamos llevar por el sexo pasajero, motivo de cacería fugaz, de esa manera se deteriora nuestra capacidad de amar a por tiempo prolongado en el futuro.

María Judith Turriaga sostiene que esta cultura del ligue o del faje, afecta a la mujer a corto plazo, y al varón, a largo. Envuelta en relaciones pre-matrimoniales o precoces, la mujer pierde su autoestima, su fama, se siente utilizada como objeto de recreo, sufre depresiones. En cambio los efectos que estas conductas sexuales tendrán en el mundo varonil serán más atroces años más tarde. Muchas esposas terminan echando fuera de la casa a sus maridos por considerarlos no funcionales, insoportables, violentos o inmaduros. Fuera de su hogar, los hombres se van a vivir solos, o consiguen otra pareja o terminan viviendo en casa de sus papás. Muchos de ellos acaban siendo mendigos en las calles.

Hoy el feminismo radical presenta a la mujer como víctima de una cultura machista y patriarcal. Sin embargo quien está en verdadera crisis es el varón. Las mujeres tienen su derecho al voto, estudian carreras universitarias y tienen buenos puestos de trabajo. En caso de separación o divorcio el Estado las favorece y se han creado leyes que las protegen de la violencia. En cambio, al hombre no se le escucha. De esa manera el varón, habiendo perdido sus cualidades de líder, custodio, marido responsable, educador y protector de una familia se ha quedado fuera, propenso a las depresiones y a sentirse un inútil. Son las terribles consecuencias de una sexualidad desenfrenada, de vicios adquiridos desde la niñez o adolescencia como la pornografía, de esa ‘obesidad sexual’ de que está enferma nuestra cultura.

Es preciso regresar a recuperar lo que hemos perdido. Términos como ‘castidad’, ‘virginidad hasta el matrimonio’ o ‘fidelidad’ están fuera del léxico de nuestra cultura laicista. Sin embargo en ellos se esconde el camino que lleva a la alegría y al gozo verdadero de la vida.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Decididos a participar en las próximas elecciones

El próximo 1 de julio los mexicanos iremos a las urnas para elegir al presiente de México. Mientras los cinco candidatos llevan a cabo su campaña, la sociedad mexicana tiende a polarizarse según los proyectos de nación que los candidatos proponen para el país. Las circunstancias apuntan para que al final de las contiendas electorales sean dos los contendientes fuertes en los que se decida la elección. Ello seguramente suscitaría apasionamientos y radicalismos que podrían dividir a los mexicanos.

Los obispos de México, preocupados por una de las elecciones más competitivas de las últimas décadas, nos invitan a razonar el voto y a no dejarnos guiar únicamente por nuestras emociones o sentimientos. Sabemos que ninguno de los candidatos es perfecto, pero no por ello estamos llamados a votar por ‘el menos peor’, sino por aquel que pueda hacer el máximo bien posible. Hemos de preguntarnos si con tal presidente habrá más paz, más seguridad, menos crimen organizado, mejor educación y desarrollo humano integral.

Los católicos hemos de tener en consideración algunos criterios que son fundamentales para el bien común de los mexicanos. En primer lugar el respeto que merece todo ser humano desde el vientre materno y hasta su muerte natural; también la definición inalterable del matrimonio, que es entre un hombre y una mujer. Asimismo, el derecho que tenemos todos a la libertad religiosa, es decir, a vivir personal y de manera comunitaria la religión. Algo fundamental es también la búsqueda del bien de los más pobres y excluidos de nuestro país. Por eso hemos de preguntarnos si con tal o cual candidato la vida será respetada, el matrimonio se reconocerá como monógamo y heterosexual, si la Iglesia gozará de libertad para cumplir su misión evangelizadora y si habrá procesos reales y no varitas mágicas para ayudar a combatir la miseria, la violencia y la corrupción.

Al sufragar el próximo 1 de julio, conviene que lleguemos a las urnas bien rezados, sabiendo que con nuestra decisión estamos haciendo la voluntad de Dios. Los obispos nos invitan a no dejarnos manipular para votar en bloque, y mucho menos dejarnos corromper por la compra de votos. Recordemos que las elecciones no son solamente para presidente de la república, sino para senadores, diputados federales, algunos gobernadores y más de mil presidentes municipales. Por ello hemos de votar por las personas concretas que puedan realizar, en lo posible, el auténtico bien de la sociedad. En todos los partidos y las alianzas existen candidatos que pueden aportar al bien común.

El ambiente de ataques entre candidatos y la polarización del electorado pueden hacer percibir que las cosas están pésimas en México, lo que podría llevarnos a vivir en la desesperanza. Pero la desmoralización no debe ser una actitud de católicos. El cristiano católico es, ante todo un optimista, alguien que sabe descubrir oportunidades y retos aún en las circunstancias más difíciles, alguien decidido a participar activamente en la transformación de su patria. Es saludable, entonces, agradecer a Dios por la oportunidad de trabajar por el bien de nuestro país y redescubrir tantas cosas buenas que se han logrado en los últimos años.

Preparemos desde hoy nuestro voto orando por el proceso electoral del 1 de julio. Sirva la oración que los obispos mexicanos han preparado con este motivo:

Dios Uno y Trino, invocamos tu asistencia amorosa a favor de nuestra nación en este año que ejerceremos nuestra responsabilidad ciudadana como una expresión de compromiso y participación en la construcción de nuestra Patria.
Padre eterno y bondadoso, ayúdanos a discernir con tu sabiduría para elegir a aquellos ciudadanos que puedan ejercer las funciones de gobierno con conocimiento, sensibilidad, competencia, honestidad y que sean constructores de la paz y la reconciliación.

Hijo único del Padre, que te encarnaste y asumiste un contexto histórico, en medio del pueblo de Israel, que tu ejemplo nos comprometa con nuestro propio pueblo para que ofrezcamos nuestra aportación constante en la participación y el compromiso ciudadano.

Espíritu Santo, fuente del amor del Padre y del Hijo, ilumina nuestra mente e inspira nuestros afectos, para que todos los habitantes de México seamos corresponsables y construyamos una nación donde reine el diálogo, la verdad, la justicia y la paz, que nos haga merecedores de la Patria del Cielo.

Todo esto, Dios Uno y Trino, lo suplicamos amparándonos en la intercesión maternal de Santa María de Guadalupe, Madre de todos los mexicanos, por Jesucristo nuestro Señor, amén.

La tortura de las lavativas

Uno de los recuerdos no gratos de mi niñez fueron las lavativas. Era la panacea universal que curaba muchos males. Apenas enfermábamos de alguna fiebre o de algún mal de estómago, mi madre llamaba a mi abuela por teléfono para solicitar un consejo, y el remedio era casi siempre el mismo: un enema, y si era con un huevo crudo, mejor. Era ya un tormento psicológico ver, mientras uno se bajaba los pantalones, cómo mamá preparaba aquella bolsa de hule con esa cánula amenazadora, lista para ser conectada al cuerpo por las partes más recónditas y respetables, y después ver cómo aplastaba el contenedor con los dedos mientras gritaba “no te muevas”. Entonces entraban violentamente torrentes de agua a los pobres intestinos en sentido contrario, casi medio litro por segundo, arrasándolo todo. Al sentirnos ahogados por dentro, corríamos al baño tratando de contener las aguas caudalosas que reclamaban su salida.

Son anécdotas de mi niñez que hoy recuerdo con una sonrisa, pero que en su momento fueron un verdadero suplicio. Hoy, gracias a Dios, es prácticamente imposible llegar al baño de una casa y ver colgada la bolsa de plástico con la cánula, lo que hace apenas unas décadas era la curación para muchos males. Pero antes no fue así. En tiempos de mis abuelos y más atrás, dejar de ir al baño un solo día era considerado gravemente anormal, por lo que las lavativas estaban a la orden del día. Se utilizaban enemas con manzanilla, con leche, miel, caldo de res y vino blanco, azafrán, clavo y canela; o bien, las naturales de agua con sal.

Uno de los culpables de mis sufrimientos en la infancia provocados por los enemas, fue el doctor John Kellog, quien junto con su hermano, en 1898 fue el creador de los cereales que desayuné durante muchos años antes de ir a la escuela. Sí, ese doctor era gran aficionado a los enjuagues intestinales porque creía que el colon era fuente permanente de intoxicación de la sangre. Por eso hizo esta práctica muy popular y fue el inventor del aparato que me dio tanto terror cuando era niño. Dicen que el artefacto que se inventó, lograba que 50 litros de agua entraran en el cuerpo en pocos segundos. Es increíble que la gente sobreviviera a ese salvajismo. Curioso, el señor Kellog nos motivaba a consumir cereales por la mañana y con sus inventos de los lavados de intestino nos hacía expulsarlos a veces por la noche.

Según José Alberto Palma, la época dorada de las lavativas fue el siglo XVII en Francia, donde se desató una verdadera fiebre y gusto por ellas. Fue el siglo de los enemas, en todas las clases sociales. Se cuenta que Luis XIV, conocido como el Rey Sol, era tan aficionado a la cánula que se la colocaban incluso cuando despachaba los asuntos en la corte. Del rey hicieron burla Moliere y Cervantes, pero al monarca poco le importaban las mofas. Estaba orgulloso del trato que daba a su trasero y a ello atribuía su salud y larga vida. Fueron 72 años de reinado, uno de los más largos de la historia.

Hoy las lavativas se siguen empleando para limpiar el colon de parásitos, desinflamarlo y remediar el estreñimiento severo. Sin embargo no se deben aplicar sin el consejo de los médicos, ya que puede haber efectos secundarios o contraindicaciones. Lo mejor es ir creando en nuestras familias una cultura de la prevención de enfermedades del colon, primeramente tomando suficiente agua para estar bien hidratados. La ingesta de fibra con alimentos como frutas frescas, hortalizas y legumbres, así como los cereales integrales, también previene las enfermedades del intestino. Y, por supuesto, educar a los hijos a que tengan buenos hábitos evacuatorios, enseñándoles que cuando las tripas llaman, hay que atender con prontitud: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Procuremos evacuar siempre a la misma hora y realizar algún ejercicio físico.

Si nuestras madres y abuelas, hace cuarenta años, hubieran tenido la cultura de la nutrición que hoy está emergiendo, muchos no habríamos conocido el tormento de la cánula, y nunca habríamos salido corriendo despavoridos cuando escuchábamos “pónganle una lavativa al niño”.

El catolicismo y la carne

El aspecto más distintivo del cristianismo sobre otras religiones es la encarnación de Dios en la raza humana. Las demás religiones se escan...