martes, 26 de noviembre de 2024

Sanación del árbol genealógico


En las últimas décadas diversos grupos y personas en la Iglesia hacen oración para limpiar de pecados su árbol genealógico. Esta práctica es llamada "sanación intergeneracional". Incluso hay sacerdotes que la promueven haciendo misas con ese propósito. Es un grave error. Algunas conferencias episcopales como la de Francia y de Polonia, y ahora la española, se han pronunciado en contra de esta falsa doctrina y pésima práctica.

Conocida también como la "sanación del árbol genealógico", la sanación intergeneracional tuvo su origen en los escritos del misionero y terapeuta anglicano Kenneth McAll, quien trató de hacer una conexión entre ciertas enfermedades y las fuerzas del mal. En ámbito católico fueron John Hampsch y Robert DeGrandis quienes popularizaron la práctica en grupos carismáticos.

Según estos autores, existen pecados no perdonados, cometidos por los antepasados de una persona, que hoy tienen efectos perniciosos en sus descendientes y que se manifiestan a través de enfermedades físicas y psíquicas. Detectando esos pecados de los ancestros, habría que orar durante cierto tiempo para que fueran perdonados y así se limpiara el árbol familiar. A través de oraciones, exorcismos y la celebración de la Eucaristía, Dios rompería el vínculo entre la persona y el pecado de sus antepasados para alcanzar la curación de los males.

La sanación del árbol genealógico o intergeneracional es una práctica sincretista, esto quiere decir que es una mezcla de doctrina católica con elementos tomados de otras religiones. Del movimiento "Nueva era" se incorpora la creencia de que las acciones de una persona tendrán repercusión en sus vidas futuras o reencarnaciones (karma). Del judaísmo toma el relación que se hace entre el pecado cometido y el castigo generacional, superado en Ez 18, 17-18; Jer 31, 29-30.

Creer que los pecados no perdonados de familiares del pasado son causa de nuestras enfermedades quebranta la doctrina católica del purgatorio, la cual enseña que una persona que muere en estado de pecado venial pasa por un estado de purificación de sus culpas antes de entrar en el Cielo. Según la sanación intergeneracional las nuevas generaciones estarían conectadas, de alguna manera, con el purgatorio de sus parientes difuntos. Si el pecado del deudo hubiese sido mortal y quedó sin perdonar, hoy la persona estaría sufriendo en vida un poco las penas del infierno de su pariente condenado. Ello también contradice la doctrina católica de la Comunión de los Santos, en la que todos los miembros de Cristo estamos unidos espiritualmente para el bien de todos, nunca para el mal.

La antropología cristiana enseña que cada ser humano está dotado de libertad personal y que cada pecado que se comete libremente es responsabilidad exclusiva de la persona y no puede transmitirse. "El pecado en su verdadero y propio sentido es siempre un acto de una persona específica, porque es un acto de libertad de un individuo, y no un acto de un grupo o comunidad" (Reconciliación y penitencia, 16). El único pecado que se transmite de generación en generación es el pecado original, del cual se habla de manera análoga y no se trata de una culpa personal.

Además el efecto del Bautismo es la limpieza total del pecado original y, en el caso de quienes tienen uso de su libertad, también de los pecados personales pasados. ¿Cómo Cristo purificaría a una persona por el Bautismo y, al mismo tiempo, le dejaría una especie de maldición intergeneracional sufriendo castigo por pecados que no cometió? Esto contradice la doctrina de la gracia.

Lo que ciertamente puede afectar las relaciones familiares o el árbol genealógico son los malos ejemplos y costumbres viciosas que existen dentro de las familias. Suele suceder que si el abuelo fue alcohólico, es muy probable que al padre, al hijo, al nieto y al bisnieto también les guste el trago. El alcoholismo familiar no sería un castigo por el pecado del abuelo, sino una mala conducta que se arrastra en la familia por imitación de un pésimo ejemplo.

No cometamos el error de creer en la sanación intergeneracional ni perdamos el tiempo estudiando nuestro árbol genealógico para detectar, en sus pecados, la causa de nuestras dolencias como si fueran un castigo. Mucho menos participemos en misas llamadas de "sanación intergeneracional", ni siquiera en misas llamadas "de sanación" o "de liberación" porque eso desnaturaliza gravemente la celebración de la Eucaristía; así lo enseña la "Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación", publicada por Doctrina de la Fe en 2000. 

Ofrecer misas y oraciones por los muertos o por los enfermos es la manera en que la Iglesia contribuye para que la misericordia de Dios se manifieste a todos, vivos y difuntos.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Maridos en la cárcel


Son muchos los hombres que se encuentran detrás de las rejas, pagando por una culpa que no cometieron. Sus esposas los acusaron de delitos sexuales supuestamente perpetrados contra ellas o contra alguno de sus hijos. Enardecidas por el odio y por deseos de venganza contra sus maridos, y muchas veces manipulando a sus propios hijos, las señoras solamente presentaron la denuncia en fiscalía y eso bastó para que la policía los arrestara y los encarcelara, sin prueba alguna. En las cárceles abundan, sin duda, hombres culpables de delitos lujuriosos, pero también hay muchos que son víctimas de mujeres vengativas protegidas por leyes de género favorables a ellas.

Los encarcelamientos conyugales injustos por odio y venganza son un ejemplo, entre muchos otros, de la distorsión que el poder de las tinieblas ha logrado hacer en la relación del hombre y la mujer. Es una de las tragedias en que se refleja la fuerza del pecado que inició desde la caída de la humanidad de aquel estado de santidad original en que Dios creó nuestra sexualidad.

Impresiona y duele ver a los cónyuges que hoy se odian y tratan de dañarse el uno al otro. Sus heridas no se reducen a su relación y a su entorno familiar, sino que también laceran a la humanidad porque el matrimonio es la imagen más elocuente del amor que Dios tiene al ser humano. Y más doloroso es cuando los esposos tienen el sacramento del matrimonio. Al decidir casarse en el Señor, ellos se convirtieron en un signo viviente del amor de Cristo por su Esposa la Iglesia (Ef 5, 31-32).

Entre todas las relaciones interpersonales que hay en la vida, la más importante es la relación del hombre y la mujer unidos en matrimonio celebrado y consumado en la unión sexual. Es la manera más elocuente en que Dios decidió revelar su vida y su amor en el mundo.

Aunque Jesucristo es la revelación absoluta y definitiva del amor de Dios en el mundo, sin embargo la relación conyugal entre marido y mujer es la que nos prepara para comprender el amor de Jesús. San Pablo llama a esta unión conyugal "un gran misterio" porque es un signo del amor de Cristo Esposo por su Iglesia Esposa. Por eso nuestra sexualidad es preciosa y gloriosa.

Dios puso en nosotros la atracción sexual como una fuerza muy poderosa que puede conducirnos a amar como Él nos ama, así poder participar en su misma vida divina y llenar de sentido y significado toda nuestra existencia. Pero cuando la sagrada unión del matrimonio se estropea hasta el punto del odio y de llevar al cónyuge a la cárcel por un delito no cometido, es el demonio quien ríe al desbaratar ese signo sagrado.

El poder de las tinieblas hoy altera nuestras relaciones entre los sexos. Son las mujeres quienes han manipulado más a los hombres –hoy los meten a la cárcel con mucha facilidad–, aunque también reconocemos que han sido los hombres quienes históricamente han abusado más a las mujeres. En este cuadro sombrío de relaciones interpersonales retorcidas están también las violaciones y otros delitos sexuales; el sida y todas las enfermedades de transmisión sexual; madres solteras e hijos sin padre; aborto; adulterio, un escandaloso índice de divorcios; la prostitución; tráfico sexual; la multimillonaria industria de la pornografía; la cultura del sexo casual; la confusión de género. Todas estas pústulas sociales están muy lejos del ideal que nos presenta san Pablo y la teología del cuerpo.

Esa es la realidad dramática que hoy estamos viviendo, pero no podemos continuar así. La destrucción de la sociedad desde su cimiento más profundo –la relación entre el hombre y la mujer– es obra del enemigo y hemos de combatirla. La predicación del evangelio de la sexualidad, del matrimonio y la familia, y la redención traída por Cristo es la medicina que sana, desde lo profundo nuestras heridas, y abre nuestras prisiones.

lunes, 18 de noviembre de 2024

La salvación y el Año Jubilar 2025


Roma será la locura en 2025. Me refiero al enorme número de peregrinos que viajarán a la Ciudad Eterna para cruzar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Estamos ya muy cerca el inicio del Jubileo 2025. Quienes con devoción y arrepentidos de sus pecados crucen por esa bendita puerta, que el papa abre cada 25 años, es porque han escuchado el llamado de Dios que los invita a una renovación profunda en su vida espiritual y a confiar en su misericordia.

Recuerdo aquel 24 de diciembre de 1999 cuando tuve la gracia de estar presente en esa estremecedora ceremonia en la que san Juan Pablo II abrió la Puerta Santa de la basílica petrina. Fue un momento lleno de solemnidad y cargado de emoción espiritual. Tuve la sensación, al atravesar ese umbral, de dejar atrás el tiempo para pisar un pedacito de la eternidad. Sentí que era como ponerme a salvo de los peligros del mundo y entrar en un recinto sagrado, donde me aguardaba el único Salvador del mundo, el que es la Puerta por donde entran las ovejas, Jesús el Señor.

Conozco muchas personas que han abandonado toda práctica religiosa; para ellos el Año Jubilar pasará como pasan los días del calendario, sin que el tiempo signifique algo para ellos. Es penoso y hasta aterrador. Los indiferentes a la religión son como los viajeros que encuentran en su camino un río caudaloso que hay que atravesar. Ignorando los peligros de cruzar el afluente, no ponderan la profundidad del agua y se arrojan sin mirar por dónde. Lamentablemente así viven quienes no reflexionan en la gran cuestión de la salvación, y como resultado llevan una vida mundana y pecaminosa que pone en riesgo el destino supremo de sus almas.

Sería bellísimo que todos pudiéramos cruzar la Puerta Santa en Roma, pero es evidente que la mayoría nos quedaremos en nuestras ciudades y pueblos. Es en nuestras diócesis donde viviremos el Jubileo 2025. Seguramente habrá signos jubilares y actividades especiales que nos ayuden a despertar de nuestra negligencia, y descubrir que la salvación eterna del alma es lo que más importa en la vida. No podemos vivir indiferentes, como si la muerte, el juicio, el infierno, el cielo y la vida eterna no fueran verdades de fe, sino fábulas inventadas por la Iglesia. El Jubileo nos invita a confiar en la infinita misericordia de Dios que nos quiere perdonar todo.

Muchos mexicanos han puesto todas sus esperanzas en el proyecto de la Cuarta Transformación propuesta por el gobierno; son miles los ciudadanos del mundo que se postran ante Donald Trump, Milei o Bukele. Esto es peligroso. No saben que, al final, quedarán decepcionados. Ningún político puede brindar la gracia de Dios ni la salvación para la vida eterna, sino sólo Jesucristo: "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Mt 16,26).

El Jubileo 2025 tiene un lema hermoso designado por el papa Francisco: "Peregrinos de la esperanza". ¿De qué esperanza hablamos? Es cierto que tenemos esperanza en obtener salud. ¿Qué no haríamos por conservarla o recuperarla? Personas con cáncer se someten a costosos tratamientos y cirugías para erradicarlo. Muchos ponen todo su esfuerzo en adquirir conocimientos y hacer carrera. Otros piensan en su buena fama y pagan abogados por librarse de las calumnias. Hay quienes trabajan hasta el agotamiento por hacer crecer su patrimonio. Pero estas son esperanzas con "e" minúscula. Los creyentes hemos de ser portadores de la gran Esperanza de la vida, que es tener a Cristo en el corazón y dar la vida por Él.

El gran peligro es que sólo nos dediquemos a las cosas del mundo y olvidemos la razón última de nuestra existencia. San Ignacio pegó en el clavo: "El hombre fue creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden a conseguir el fin para el que fue creado". Esta no es sólo una razón sino la única razón de existir en la tierra.

El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con una fuerte llamada a la conversión, a la reconciliación con Dios y a renovar nuestra Esperanza. Nos recordará que el tiempo es fugaz y pasajero, que nuestro paso por la tierra es únicamente un ensayo y preparación para la vida que ha de durar eternamente. Sigamos con fe firme y en oración preparándonos para esa gran fecha.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Católicos y Donald Trump


El triunfo de Donald Trump como presidente electo el pasado 5 de noviembre en Estados Unidos, así como el triunfo de los republicanos en el Senado y en la Cámara de Representantes, ha de llamar a reflexión a los que somos católicos. El tema es de tanta trascendencia mundial que es preciso profundizar un poco sobre lo que implica para nuestra fe cristiana. Lo primero que hay que señalar es que el 56 por ciento de los católicos votaron por Trump y sólo el 41 por ciento lo hicieron por Harris. Algunos analistas afirman que el catolicismo estadounidense está cambiando: cada vez hay menos católicos que se parecen a Biden y a Nancy Pelosi. Es un cambio generacional.

Los medios de comunicación convencionales, más alineados al progresismo, favorecieron con su opinión a Kamala Harris durante la campaña y enfocaron sus reflectores en los defectos de Trump. De hecho las encuestas que publicaban revelaban que había un empate con una ligera delantera de Kamala. Sin embargo el triunfo de Trump sobre Kamala Harris fue apabullante. La diferencia del resultado fue abismal: 312 votos electorales de Trump y 226 de Harris. Impresiona ver el mapa de los resultados por condados, rojo casi en su totalidad. ¿A qué se debe esa grandiosa victoria de Trump?

Más allá de la preocupación por la economía, que iba de mal en peor durante el gobierno de Biden-Harris, está el hartazgo de una sociedad que tenía la sensación de despeñarse hacia un abismo de inmoralidad con la contracultura woke promovida por el Partido Demócrata, además de ver su patria amenazada por una inmigración ilegal totalmente descontrolada. El pueblo norteamericano, al verse alejado cada vez más de sus raíces cristianas y metiéndose en el pantano del relativismo moral y la inmigración sin control, votó por quien prometió combatir la degeneración social y rescatar los valores familiares.

Kamala Harris hizo descaradamente del aborto su baluarte y su bastión, al grado de ofrecer abortos gratuitos en aborterías móviles que se colocaron en las entradas del recinto donde fue nombrada como candidata el 19 de agosto en Chicago. Esa acción perversa fue como un descarado ofrecimiento de vidas humanas al Maligno a cambio de poder. Radicalmente a favor del asesinato de bebés, la ex-candidata se manifestó a favor del aborto por nacimiento parcial a los nueve meses de gestación. Tanta maldad tuvo sus consecuencias y los electores la rechazaron.

Al mismo tiempo la Harris fue especialmente hostil a la Iglesia Católica; hostigó a los Caballeros de Colón que fueran candidatos judiciales y apoyó el proyecto de ley que obligaría a los empleadores católicos a pagar impuestos por los abortos de sus empleados. Además rechazó durante su campaña la invitación que le hiciera la Arquidiócesis de Nueva York para asistir a una cena de gala, un evento benéfico al que tradicionalmente asisten los candidatos. Sólo Walter Mondale había rechazado la misma invitación en 1984 y perdió las elecciones de manera aplastante contra Ronald Reagan. Kamala debe aprender que no es saludable tener enemistad con los católicos.

Hay católicos que votaron por Kamala Harris porque consideran que ella representaba mejor algunos valores sociales como la justicia y la equidad o el trato a los inmigrantes. Sin duda estos temas tienen importancia para los católicos, pero más importante es la defensa de la vida, la familia y la libertad religiosa. El pueblo que quiere vivir con sentido común y por eso rechazaron a Kamala.

La victoria de Donald Trump es positiva por el bien que puede hacer para que se recuperen valores fundamentales –vida, familia y patria– y el combate a la ideología woke. Sin embargo el republicano no se identifica del todo con los valores católicos. Trump ha cambiado su postura sobre el aborto y lo admite en ciertos casos. Y en temas como la inmigración olvida el drama en que viven muchas personas ilegales dentro de su país que han contribuido con su trabajo a la economía nacional durante muchos años. Las políticas de Trump en contra de estas personas pueden llegar a ser muy inhumanas. También se aleja de los valores católicos con la promoción de la fecundación in vitro gratuita ya que ésta atenta contra la santidad del matrimonio y sacrifica a los embriones no implantados.

Si bien Trump no es la opción ideal para un católico, el presidente electo debe estar muy agradecido ya que su triunfo se debió, en gran parte, a los católicos que votaron por él. El trabajo de los obispos y de los católicos en Estados Unidos será convencer al gobierno de Trump de que el verdadero progreso de la nación está en la defensa y promoción de la vida, la tutela de la santidad del matrimonio y la libertad religiosa.

martes, 5 de noviembre de 2024

El acto sexual como imagen de Dios


Pregunta: Soy una persona que le gusta preguntarse el porqué de las cosas. Veo que los animales se aparean y se reproducen naturalmente mientras que los seres humanos tenemos diferentes puntos de vista sobre el sexo. Los jóvenes lo ven como algo natural que todos deben practicar, mientras que muchas personas mayores dicen que es algo sólo para los casados. Quisiera saber qué piensa la Iglesia sobre el tema.

Padre Hayen: primero, hay una enorme diferencia entre el apareamiento de los animales y las relaciones sexuales entre personas. La diferencia es la libertad. Los animales no son libres y actúan sólo por instintos mientras que los seres humanos, debido a que estamos hechos a imagen de Dios, podemos decir "sí" o "no" a ciertos actos donde se juega el bien y el mal. La sexualidad hoy es uno de los campos de batalla donde más fuertemente se libra este combate.

Dios nos creó hombre y mujer y juntos los sexos son imagen de Dios, es decir, juntos hacen visible en el mundo el misterio de Dios invisible. Este misterio del Dios invisible es el misterio del amor y de la comunión que hay entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si nosotros estamos hechos a imagen de Dios es porque estamos llamados a amar en comunión de personas, tal como Dios ama. Y nos amamos concretamente como hombres y mujeres. El varón fue diseñado –en su anatomía y en su psicología– para salir de sí mismo y entregarse a la mujer, y ella para recibir al hombre y entregarse también a él. Y el amor entre ambos es tan real y profundo que por voluntad de Dios puede convertirse en un nuevo ser humano: un bebé.

El mismo acto sexual está llamado a participar de la misma vida y el amor de Dios. El coito conyugal hace visible algo del misterio invisible de Dios. Esto no significa que Dios tiene sexo. Dios es espíritu puro y en él no hay diferencia sexual. Si nuestra sexualidad refleja en algo el misterio de la Santísima Trinidad, no significa que la Trinidad sea sexual. Dios no está hecho a semejanza de nuestra humanidad de hombres y mujeres, sino que nuestra humanidad está hecha a semejanza de Dios. El misterio de Dios está más allá de toda comparación humana.

El sexo no es algo natural que todos debamos practicar como los animales que sólo siguen sus instintos. Esta actitud liberal ha sido causa de muchísimas heridas en las vidas humanas y en las familias. Tampoco el sexo es algo sucio del que debamos reprimirnos porque tiene una bondad instrínseca: Dios todo lo hizo bueno (Gen 1,31). Sin embargo el sexo que proporciona auténtica alegría y trae plenitud a las personas es el que refleja el misterio de Dios. Cuando el sexo se practica dentro del plan de Dios, llega a satisfacer los deseos de amor del hombres y la mujer de manera profunda.

El sexo entre hombre y mujer es tan hermoso y maravilloso, que está diseñado para expresar el amor de Dios de manera libre, total, fiel y fecunda. "Matrimonio" es la otra palabra con la que podemos describir esta clase de amor. Así es: el sexo está hecho para expresar los votos que los esposos hacen en la iglesia ya que es en el lecho conyugal donde ese "sí" se vuelve carne.

Cuando se casan frente al altar, los novios se comprometen para amarse libremente, totalmente, fielmente y fecundamente hasta la muerte; luego hacen sus promesas de fidelidad y de apertura a los hijos. Más tarde y a lo largo de sus vidas, se expresan con sus cuerpos ese amor que en su boda expresaron con sus palabras. De esa manera, a través de los actos sexuales que puedan tener a lo largo de su vida de casados, completan, perfeccionan, sellan y renuevan su matrimonio.

Me alegra que te guste estudiar las cosas en su profundidad. Aprendamos entonces a ver al sexo no como algo superficial con lo que se puede jugar, tal como muchos jóvenes lo ven hoy. Tampoco hay que tratarlo con los ojos de la sospecha que en todo lo sexual ve el pecado. Al sexo hay que descubrirlo y contemplarlo desde la teología, para asombrarnos del increíble misterio que esconde: revelar el amor mismo que es Dios.

Reclutados

"Nuestra vida se salvó como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y nosotros escapamos" (Sal 124,7) "Por fa...