lunes, 18 de noviembre de 2024
La salvación y el Año Jubilar 2025
Roma será la locura en 2025. Me refiero al enorme número de peregrinos que viajarán a la Ciudad Eterna para cruzar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Estamos ya muy cerca el inicio del Jubileo 2025. Quienes con devoción y arrepentidos de sus pecados crucen por esa bendita puerta, que el papa abre cada 25 años, es porque han escuchado el llamado de Dios que los invita a una renovación profunda en su vida espiritual y a confiar en su misericordia.
Recuerdo aquel 24 de diciembre de 1999 cuando tuve la gracia de estar presente en esa estremecedora ceremonia en la que san Juan Pablo II abrió la Puerta Santa de la basílica petrina. Fue un momento lleno de solemnidad y cargado de emoción espiritual. Tuve la sensación, al atravesar ese umbral, de dejar atrás el tiempo para pisar un pedacito de la eternidad. Sentí que era como ponerme a salvo de los peligros del mundo y entrar en un recinto sagrado, donde me aguardaba el único Salvador del mundo, el que es la Puerta por donde entran las ovejas, Jesús el Señor.
Conozco muchas personas que han abandonado toda práctica religiosa; para ellos el Año Jubilar pasará como pasan los días del calendario, sin que el tiempo signifique algo para ellos. Es penoso y hasta aterrador. Los indiferentes a la religión son como los viajeros que encuentran en su camino un río caudaloso que hay que atravesar. Ignorando los peligros de cruzar el afluente, no ponderan la profundidad del agua y se arrojan sin mirar por dónde. Lamentablemente así viven quienes no reflexionan en la gran cuestión de la salvación, y como resultado llevan una vida mundana y pecaminosa que pone en riesgo el destino supremo de sus almas.
Sería bellísimo que todos pudiéramos cruzar la Puerta Santa en Roma, pero es evidente que la mayoría nos quedaremos en nuestras ciudades y pueblos. Es en nuestras diócesis donde viviremos el Jubileo 2025. Seguramente habrá signos jubilares y actividades especiales que nos ayuden a despertar de nuestra negligencia, y descubrir que la salvación eterna del alma es lo que más importa en la vida. No podemos vivir indiferentes, como si la muerte, el juicio, el infierno, el cielo y la vida eterna no fueran verdades de fe, sino fábulas inventadas por la Iglesia. El Jubileo nos invita a confiar en la infinita misericordia de Dios que nos quiere perdonar todo.
Muchos mexicanos han puesto todas sus esperanzas en el proyecto de la Cuarta Transformación propuesta por el gobierno; son miles los ciudadanos del mundo que se postran ante Donald Trump, Milei o Bukele. Esto es peligroso. No saben que, al final, quedarán decepcionados. Ningún político puede brindar la gracia de Dios ni la salvación para la vida eterna, sino sólo Jesucristo: "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Mt 16,26).
El Jubileo 2025 tiene un lema hermoso designado por el papa Francisco: "Peregrinos de la esperanza". ¿De qué esperanza hablamos? Es cierto que tenemos esperanza en obtener salud. ¿Qué no haríamos por conservarla o recuperarla? Personas con cáncer se someten a costosos tratamientos y cirugías para erradicarlo. Muchos ponen todo su esfuerzo en adquirir conocimientos y hacer carrera. Otros piensan en su buena fama y pagan abogados por librarse de las calumnias. Hay quienes trabajan hasta el agotamiento por hacer crecer su patrimonio. Pero estas son esperanzas con "e" minúscula. Los creyentes hemos de ser portadores de la gran Esperanza de la vida, que es tener a Cristo en el corazón y dar la vida por Él.
El gran peligro es que sólo nos dediquemos a las cosas del mundo y olvidemos la razón última de nuestra existencia. San Ignacio pegó en el clavo: "El hombre fue creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden a conseguir el fin para el que fue creado". Esta no es sólo una razón sino la única razón de existir en la tierra.
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con una fuerte llamada a la conversión, a la reconciliación con Dios y a renovar nuestra Esperanza. Nos recordará que el tiempo es fugaz y pasajero, que nuestro paso por la tierra es únicamente un ensayo y preparación para la vida que ha de durar eternamente. Sigamos con fe firme y en oración preparándonos para esa gran fecha.
miércoles, 13 de noviembre de 2024
Católicos y Donald Trump
El triunfo de Donald Trump como presidente electo el pasado 5 de noviembre en Estados Unidos, así como el triunfo de los republicanos en el Senado y en la Cámara de Representantes, ha de llamar a reflexión a los que somos católicos. El tema es de tanta trascendencia mundial que es preciso profundizar un poco sobre lo que implica para nuestra fe cristiana. Lo primero que hay que señalar es que el 56 por ciento de los católicos votaron por Trump y sólo el 41 por ciento lo hicieron por Harris. Algunos analistas afirman que el catolicismo estadounidense está cambiando: cada vez hay menos católicos que se parecen a Biden y a Nancy Pelosi. Es un cambio generacional.
Los medios de comunicación convencionales, más alineados al progresismo, favorecieron con su opinión a Kamala Harris durante la campaña y enfocaron sus reflectores en los defectos de Trump. De hecho las encuestas que publicaban revelaban que había un empate con una ligera delantera de Kamala. Sin embargo el triunfo de Trump sobre Kamala Harris fue apabullante. La diferencia del resultado fue abismal: 312 votos electorales de Trump y 226 de Harris. Impresiona ver el mapa de los resultados por condados, rojo casi en su totalidad. ¿A qué se debe esa grandiosa victoria de Trump?
Más allá de la preocupación por la economía, que iba de mal en peor durante el gobierno de Biden-Harris, está el hartazgo de una sociedad que tenía la sensación de despeñarse hacia un abismo de inmoralidad con la contracultura woke promovida por el Partido Demócrata, además de ver su patria amenazada por una inmigración ilegal totalmente descontrolada. El pueblo norteamericano, al verse alejado cada vez más de sus raíces cristianas y metiéndose en el pantano del relativismo moral y la inmigración sin control, votó por quien prometió combatir la degeneración social y rescatar los valores familiares.
Kamala Harris hizo descaradamente del aborto su baluarte y su bastión, al grado de ofrecer abortos gratuitos en aborterías móviles que se colocaron en las entradas del recinto donde fue nombrada como candidata el 19 de agosto en Chicago. Esa acción perversa fue como un descarado ofrecimiento de vidas humanas al Maligno a cambio de poder. Radicalmente a favor del asesinato de bebés, la ex-candidata se manifestó a favor del aborto por nacimiento parcial a los nueve meses de gestación. Tanta maldad tuvo sus consecuencias y los electores la rechazaron.
Al mismo tiempo la Harris fue especialmente hostil a la Iglesia Católica; hostigó a los Caballeros de Colón que fueran candidatos judiciales y apoyó el proyecto de ley que obligaría a los empleadores católicos a pagar impuestos por los abortos de sus empleados. Además rechazó durante su campaña la invitación que le hiciera la Arquidiócesis de Nueva York para asistir a una cena de gala, un evento benéfico al que tradicionalmente asisten los candidatos. Sólo Walter Mondale había rechazado la misma invitación en 1984 y perdió las elecciones de manera aplastante contra Ronald Reagan. Kamala debe aprender que no es saludable tener enemistad con los católicos.
Hay católicos que votaron por Kamala Harris porque consideran que ella representaba mejor algunos valores sociales como la justicia y la equidad o el trato a los inmigrantes. Sin duda estos temas tienen importancia para los católicos, pero más importante es la defensa de la vida, la familia y la libertad religiosa. El pueblo que quiere vivir con sentido común y por eso rechazaron a Kamala.
La victoria de Donald Trump es positiva por el bien que puede hacer para que se recuperen valores fundamentales –vida, familia y patria– y el combate a la ideología woke. Sin embargo el republicano no se identifica del todo con los valores católicos. Trump ha cambiado su postura sobre el aborto y lo admite en ciertos casos. Y en temas como la inmigración olvida el drama en que viven muchas personas ilegales dentro de su país que han contribuido con su trabajo a la economía nacional durante muchos años. Las políticas de Trump en contra de estas personas pueden llegar a ser muy inhumanas. También se aleja de los valores católicos con la promoción de la fecundación in vitro gratuita ya que ésta atenta contra la santidad del matrimonio y sacrifica a los embriones no implantados.
Si bien Trump no es la opción ideal para un católico, el presidente electo debe estar muy agradecido ya que su triunfo se debió, en gran parte, a los católicos que votaron por él. El trabajo de los obispos y de los católicos en Estados Unidos será convencer al gobierno de Trump de que el verdadero progreso de la nación está en la defensa y promoción de la vida, la tutela de la santidad del matrimonio y la libertad religiosa.
martes, 5 de noviembre de 2024
El acto sexual como imagen de Dios
Pregunta: Soy una persona que le gusta preguntarse el porqué de las cosas. Veo que los animales se aparean y se reproducen naturalmente mientras que los seres humanos tenemos diferentes puntos de vista sobre el sexo. Los jóvenes lo ven como algo natural que todos deben practicar, mientras que muchas personas mayores dicen que es algo sólo para los casados. Quisiera saber qué piensa la Iglesia sobre el tema.
Padre Hayen: primero, hay una enorme diferencia entre el apareamiento de los animales y las relaciones sexuales entre personas. La diferencia es la libertad. Los animales no son libres y actúan sólo por instintos mientras que los seres humanos, debido a que estamos hechos a imagen de Dios, podemos decir "sí" o "no" a ciertos actos donde se juega el bien y el mal. La sexualidad hoy es uno de los campos de batalla donde más fuertemente se libra este combate.
Dios nos creó hombre y mujer y juntos los sexos son imagen de Dios, es decir, juntos hacen visible en el mundo el misterio de Dios invisible. Este misterio del Dios invisible es el misterio del amor y de la comunión que hay entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si nosotros estamos hechos a imagen de Dios es porque estamos llamados a amar en comunión de personas, tal como Dios ama. Y nos amamos concretamente como hombres y mujeres. El varón fue diseñado –en su anatomía y en su psicología– para salir de sí mismo y entregarse a la mujer, y ella para recibir al hombre y entregarse también a él. Y el amor entre ambos es tan real y profundo que por voluntad de Dios puede convertirse en un nuevo ser humano: un bebé.
El mismo acto sexual está llamado a participar de la misma vida y el amor de Dios. El coito conyugal hace visible algo del misterio invisible de Dios. Esto no significa que Dios tiene sexo. Dios es espíritu puro y en él no hay diferencia sexual. Si nuestra sexualidad refleja en algo el misterio de la Santísima Trinidad, no significa que la Trinidad sea sexual. Dios no está hecho a semejanza de nuestra humanidad de hombres y mujeres, sino que nuestra humanidad está hecha a semejanza de Dios. El misterio de Dios está más allá de toda comparación humana.
El sexo no es algo natural que todos debamos practicar como los animales que sólo siguen sus instintos. Esta actitud liberal ha sido causa de muchísimas heridas en las vidas humanas y en las familias. Tampoco el sexo es algo sucio del que debamos reprimirnos porque tiene una bondad instrínseca: Dios todo lo hizo bueno (Gen 1,31). Sin embargo el sexo que proporciona auténtica alegría y trae plenitud a las personas es el que refleja el misterio de Dios. Cuando el sexo se practica dentro del plan de Dios, llega a satisfacer los deseos de amor del hombres y la mujer de manera profunda.
El sexo entre hombre y mujer es tan hermoso y maravilloso, que está diseñado para expresar el amor de Dios de manera libre, total, fiel y fecunda. "Matrimonio" es la otra palabra con la que podemos describir esta clase de amor. Así es: el sexo está hecho para expresar los votos que los esposos hacen en la iglesia ya que es en el lecho conyugal donde ese "sí" se vuelve carne.
Cuando se casan frente al altar, los novios se comprometen para amarse libremente, totalmente, fielmente y fecundamente hasta la muerte; luego hacen sus promesas de fidelidad y de apertura a los hijos. Más tarde y a lo largo de sus vidas, se expresan con sus cuerpos ese amor que en su boda expresaron con sus palabras. De esa manera, a través de los actos sexuales que puedan tener a lo largo de su vida de casados, completan, perfeccionan, sellan y renuevan su matrimonio.
Me alegra que te guste estudiar las cosas en su profundidad. Aprendamos entonces a ver al sexo no como algo superficial con lo que se puede jugar, tal como muchos jóvenes lo ven hoy. Tampoco hay que tratarlo con los ojos de la sospecha que en todo lo sexual ve el pecado. Al sexo hay que descubrirlo y contemplarlo desde la teología, para asombrarnos del increíble misterio que esconde: revelar el amor mismo que es Dios.
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