lunes, 16 de septiembre de 2024

Trigo y cizaña


Cuerpo incorrupto
Por motivos de traslado del cadáver desde Roma, donde murió el cardenal Gregorio Pedro XV Agagianian en 1971, hasta Beirut, su tierra natal donde reposará para siempre, fue abierta la tumba del prelado. La sorpresa fue que el cuerpo del cardenal, después de 53 años, parecía que estaba tomando una siesta y que no estaba muerto; se había conservado incorrupto, íntegro.

Aunque la incorruptibilidad del cadáver no agregará nada la causa de beatificación del cardenal Agagianian, iniciada en 2022, no deja de ser un signo poderoso para creyentes y no creyentes sobre la clase de hombres que necesita el mundo. ¿Vivieron una vida especial aquellos cuyos cuerpos se conservan incorruptos? Muchos sí y hoy son santos. Agagianian fue un misionero animado por la caridad de Cristo, hombre dispuesto a sacrificarlo todo por el bien de las almas, incluso su propia vida. Fue un pastor que reflejó la mansedumbre del Señor, un ejemplo de integridad, espiritualidad y caridad heroica. Su vida fue un modelo para restaurar al cristiano, a la Iglesia y al mundo.

En el ambiente materialista y hedonista en que vivimos, hay una brecha cada vez más grande que nos impide encontrar a los verdaderos hombres, que son los santos. El hombre de la Edad Media sabía frecuentar las vidas de los santos y descubrir en ellas las cumbres vigorizantes para la salud del alma. Por el contrario, el hombre de hoy, perdido en el mundo del ocio y del entretenimiento, a duras penas puede tener acceso a esas vidas virtuosas que inspiran a transitar por los caminos que llevan a Dios. Y cuando se asoma a esas existencias, llenas de heroísmo y sacrificio, se espanta porque le parecen demasiado altas.

Voto católico en Estados Unidos
Durante su viaje de regreso de Singapur a Roma, al Papa Francisco le preguntaron sobre la campaña electoral en Estados Unidos, donde contienden Donald Trump y Kamala Harris. La pregunta fue: ¿qué consejo puede dar a un votante católico que tiene que decidir entre un candidato que está a favor del aborto (Harris) y otro que querría deportar a 11 millones de migrantes (Trump)? En su respuesta, el papa dejó claro que ambas posturas son pecaminosas porque están en contra de la vida.

Seguramente por razones diplomáticas evitó responder directamente por cuál candidato debería votar un católico de Estados Unidos; sin embargo dejó claro que abortar es matar a un ser humano, y que la Iglesia no permite el aborto porque es un asesinato. Luego la pregunta fue: "¿Pueden existir circunstancias en las que sea moralmente admisible votar a un candidato favorable a la interrupción de la vida?" Y el papa contestó: "En la moral política, por lo general se suele decir que no votar es malo, no es bueno. Hay que votar y hay que elegir el mal menor".

¿Cuál es el mal menor, el maltrato a los migrantes o el asesinato de vidas inocentes? ¿Peor es cerrar la puerta a quien te pide trabajo, o quitarle la vida a una persona indefensa? Aunque el trato inhumano a los migrantes y refugiados es un pecado muy grave, el aborto es, por mucho, un mal mayor. Así que Francisco, con mucha diplomacia y sin señalarlo directamente para evitar una crisis con el gobierno norteamericano, dijo que el voto católico no debe ser para Kamala Harris y su agenda abortista.

Cambios sobre sexualidad
“Mientras las tasas de matrimonio sigan disminuyendo y la edad para contraer matrimonio se retrase —pero el impulso sexual humano persista— las tasas de aborto seguirán siendo altas”, dice Ryan Anderson. Es necesario un cambio en la manera de ver la sexualidad y de tener relaciones sexuales.






















martes, 10 de septiembre de 2024

Solos en el universo




En Estados Unidos el tema de los extraterrestres se ha vuelto recurrente con cierta frecuencia. De vez en cuando aparece algún militar retirado que afirma, en el Congreso, que ya están aquí los alienígenas en la Tierra. Los políticos ponen el tema en la opinión pública, evidentemente para manipular al pueblo, que fácilmente les cree. Sin embargo la ciencia y la teología dicen otra cosa.

¿Estamos solos en el cosmos? Esta pregunta siempre ha estado en la mente de los hombres de todos los tiempos, sobre todo cuando contemplamos y exploramos, maravillados, el espacio sideral con sus distancias que parecen infinitas, y con sus millones de estrellas, planetas, galaxias, asteroides, cometas, nebulosas y agujeros negros. Un espectáculo que no deja de ser alucinante.

Hasta hoy los astrónomos más serios no han encontrado ninguna evidencia de vida extraterrestre. Ellos diariamente monitorean los cielos, no sólo para buscar de meteoritos o asteroides que puedan chocar con la Tierra, sino para descubrir posibilidades de vida en otros planetas y, por supuesto, vida inteligente. La conclusión es que hasta el día de hoy estamos solos.

El 98 por ciento de los testimonios que afirman haber visto ovnis o alienígenas no tiene sustento alguno, y el dos por ciento restante no tiene explicación, pero esto no significa que se trate de eventos causados por extraterrestres. Los estudios científicos rechazan de forma contundente las supuestas pruebas que demuestran la vida fuera de la Tierra.

Peregrinos del Absoluto
Mientras que el ateo observa el mundo y el cosmos sin poder responder a la pregunta sobre la existencia de Dios –y por eso termina negándolo–, el hombre creyente contempla el espectáculo de la creación, y se llena de estupefacción por el orden tan perfecto que descubre en ella, desde el microcosmos de las células hasta el macrocosmos de las galaxias.

Sin embargo el estupor más grande no proviene del orden inteligente que descubre en todo lo creado, sino en el mismo hombre que se interroga por el sentido de la existencia y de su papel dentro de la Creación. El ser humano se descubre como "alguien", como una persona llamada a la comunión con la Inteligencia suprema que todo lo dispuso con sabiduría.

El hombre únicamente se entiende a sí mismo en esta alianza de amor con su Creador. Se siente llamado a buscarlo, y descubre que la misma búsqueda es un regalo que Dios le ha puesto en el corazón. Hay una aspiración natural a la comunión con Dios. "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará siempre inquieto hasta descansar en ti", es la frase inmortal de san Agustín que revela nuestra hambre y sed más profunda de amor y comunión. Dice el Catecismo: "el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural, y su alma es capaz de ser sobreelevada gratuitamente a la comunión con Dios" (n. 367).

San Juan Pablo II enseña en sus catequesis que el hombre, por su experiencia de libertad, puede descubrir que el árbol del conocimiento del bien y del mal que estaba en el jardín del Edén, está también dentro del mismo hombre. Es decir, el ser humano descubre que es libre para elegir entre el bien y el mal. Puede optar por el bien y convertirse en un aliado de Dios, o puede optar por el mal y volverse un alienado de Dios, lo que lo llevaría a la muerte.

¿Habrá vida inteligente fuera de la Tierra? Es muy poco probable, según la ciencia, y hasta hoy no hay indicios. Y aunque es natural que busquemos en las estrellas a alguien que nos guiña el ojo, es más humana y más grandiosa esa búsqueda que nos hace que entrar dentro de nuestras propias almas y decir con el salmista: "Mi corazón sabe que Tú has dicho: “Buscadme.” Y yo busco tu rostro, oh Señor" (Sal 27, 8).

lunes, 2 de septiembre de 2024

Creación y señorío del hombre


En los debates sobre el cambio climático y el cuidado de la creación, –hoy tan de moda fuera y dentro de la Iglesia–, existe la peligrosa tendencia a ver al hombre como el estorbo del mundo, como aquel que trajo el virus malévolo del progreso poniendo en riesgo la supervivencia del planeta.


Hoy existen corrientes de pensamiento que cuestionan la pirámide de la creación donde el hombre se coloca en el vértice mientras que los animales, las plantas y los minerales están en una escala inferior a él. Y proponen que en la clasificación de los seres no sea una pirámide sino un círculo donde al hombre se le coloca al mismo nivel del resto de la creación. Así todos los seres se ubican en el mismo plano de dignidad. Esto es tan falso como peligroso.

La teología del cuerpo de san Juan Pablo II nos ubica en la postura adecuada.

El hombre pone nombre a los animales

Al saber que Adán tenía necesidad de ayuda, Dios creó a los animales y los presentó al hombre para que éste les pusiera el nombre a cada uno. La geología, la mineralogía, la zoología y la botánica son expresiones del señorío del hombre que clasifica a los seres, les pone nombre y estudia la creación. Al explorar y dar nombre a los animales, el hombre se percata de que él no es igual al resto de la creación; difiere del resto de las criaturas. Ni los animales ni las plantas tienen la capacidad de labrar la tierra y dominar la creación como lo hace el ser humano.

Esta experiencia de "nombrar" y "labrar" la hacemos a través de nuestro ser corporal y espiritual. Descubrimos que tenemos conciencia y que somos personas. Adán era consciente de sí mismo; los animales no. Él tenía voluntad; los animales no. Poseía libertad; los animales no. Era consciente de nombrar y labrar; los animales no pueden hacerlo.

No solamente el hombre pone nombre a los animales sino que puso nombre al planeta, a los astros y galaxias. Así se da cuenta de que tiene una dignidad superior al resto de la creación. De esa manera el hombre descubre su propia identidad y su libertad. Descubre que no hay nadie en el universo que pueda hacer lo que él hace, por lo que se siente existencialmente solo. Y su soledad en el cosmos lo lleva a buscar a Dios Creador para vivir en comunión con Él. Los seres humanos tenemos la vocación de buscar a Dios, como la esposa busca a su esposo para unirse con él y ser una sola carne.

El hombre de familia cuida mejor el planeta

Si observamos los vecindarios más maltratados en nuestras ciudades, ahí donde la delincuencia, el vandalismo y el grafiti son comunes en lugares públicos, nos daremos cuenta de que las vidas de quienes cometen tales actos están, generalmente, marcadas por la violencia y las rupturas familiares. Muchos de ellos no respetan ni el medio ambiente de su propio cuerpo, y se inyectan sustancias extrañas o se tatúan la piel, alterando el don de su naturaleza corporal.

Cuando existe una comunión entre el hombre y la mujer, es decir, una ambiente saludable y amoroso de matrimonios y familias integradas, el hombre se capacita para cuidar mejor de la creación. En el relato de la creación en Génesis 1, Dios llama a la comunión al hombre y a la mujer, y posteriormente les llama a "someter la tierra" y a tener dominio sobre los animales que se mueven sobre el planeta.

La experiencia que tengamos en la familia determinará la manera en que nos relacionamos con el entorno y con toda la creación. Una familia en comunión de amor facilita el cuidado amoroso de la creación. Si falta este ambiente de amor en las familias, es más fácil que después vengan los abusos hacia el medio ambiente.

Los católicos no podemos caer en la trampa de la idolatría de la Tierra como si ésta fuera un ente divino; tampoco debemos de tratar a los animales como si estos tuvieran la misma dignidad que el hombre. Terminaríamos despreciando a la raza humana como si fuera el estorbo del universo. Si queremos cuidar el planeta, comencemos por nuestra alma y cuerpo, llamados a la comunión con Dios; y busquemos después la comunión de varones y mujeres para formar familias felices y fuertes.

Trigo y cizaña

Cuerpo incorrupto Por motivos de traslado del cadáver desde Roma, donde murió el cardenal Gregorio Pedro XV Agagianian en 1971, hasta Beirut...